Los anarquistas quedaron neutralizados, los agentes de Hezbollah aprovecharon quizá el feriado porteño, algún otro factor confluyó para consolidar la paz interior en el corralito porteño durante el feriado largo. Como un paranoico que descubre que nadie lo persigue el Gobierno celebra que se esfumaran los espectros de revuelta que inventó en las vísperas de la reunión del G-20. El Teatro Colón rebosante de glamour hizo llorar al presidente Mauricio Macri… o en una de esas fue el alivio.

Conforme es regla, la narrativa oficial se consagró a sobrevalorar el éxito organizativo y sus (improbables) secuelas en la economía y la política domésticas.

Profetas macristas no osan afirmar pero sí preguntarse: ¿habrán sido esos días de ensoñación VIP el equivalente del Bicentenario? La ex presidenta Cristina Kirchner, simplifican, arrasó en las elecciones de 2011 merced a un coctel entre dicha celebración y “el efecto luto”. Según su versión no fue la economía, estúpidos.

Minimizan o hasta olvidan diferencias entre las dos festividades y sus contextos. En el Bicentenario pasearon, disfrutaron y gozaron las multitudes. Se adueñaron del espacio público, convivieron en paz, comieron, disfrutaron de buena música, cantaron a coro. Ahora el pueblo queda confinado intramuros pispeando la fiesta de los poderosos. 

Antes y después de las jornadas de fiesta, los años 2010 y 2011 prodigaron crecimiento económico, redistribución de ingresos, aumento del valor adquisitivo de los sueldos. Un pico alto que no se repetiría desde entonces. 

El club de admiradores del dólar advierte “el efecto G-20” en las oscilaciones hacia debajo de la divisa. En fin. Todas las restantes variables de la economía real meten pavor. El desmantelamiento de las industrias, la prolongada agonía de las pequeñas y medianas empresas, la caída del consumo masivo. Los mandatarios de los países ricos volvieron a su riqueza y una creciente masa de argentinos permaneció en la pobreza. 

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En campaña, sin decirlo: El fin de año se acerca, las campañas atraviesan su tiempo de siembra. No es momento de hablar de candidaturas, macanean candidates (o aspirantes) de todas las banderías mientras encargan encuestas y repasan las tácticas.

Macri –que basculaba entre favorito y ganador ante tempus tras los comicios de 2017– bajó en el ranking. Armadores u operadores lanzan globos de ensayo. Tal vez, arguyen, la gobernadora María Eugenia Vidal rompa el maleficio bonaerense y se lance en pos de la Casa Rosada. Da la impresión de ser una baladronada o una gambeta corta para destacarse y pulsear mejor contra el Gobierno nacional. Desguarnecería la provincia en una aventura de dudoso resultado: Macri es el líder de Cambiemos, para propios y extraños.

La fantasía también funge como síntoma del momento.

El savoir faire, la experiencia previa,aleccionan: a quien gobierna la Nación y Buenos Aires le conviene unirlas dos elecciones. Claro que la audacia es posible y ningún libro sagrado predica que seguro fallará. De cualquier forma, este escriba supone que los tres distritos conseguidos por PRO (el restante es la Ciudad Autónoma) irán a las urnas el mismo día. 

Vidal prodiga gestos de autonomía que divulga generosamente con periodistas amicales. Le vale como rebusque en las pulseadas por los recursos con la Nación y para despegar su imagen de la de Macri que luce más machucado.

Formar una comisión para estudiar la legalidad de un anticipo de las elecciones municipales es un prodigio de barroquismo. Se analiza si es viable, no está en debate qué hacer. En criollo: se pospone cualquier decisión política.

Interesar a los intendentes peronistas para jugar su futuro por la libre, lejos de los armados, nacionales renueva un interrogante clásico de la dinámica electoral: ¿qué boleta tracciona a las otras? ¿La presidencial, la de gobernador, la de los alcaldes? Los estudios cuantitativos profundos escasean, cada cual apela al olfato y a los precedentes que le convienen. 

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Desdobladores somos todos: El federalismo real existente confiere una ventaja deportiva a los gobernadores: determinar la fecha de las elecciones provinciales que en casi todas las comarcas “arrastran” a las municipales. Desdoblar, guarecerse en el terruño, pisar fuerte de local, contradecir la consigna del gran Daniel Viglietti: a alambrar, a alambrar.

La lista es larga, desde hace mucho, el 2019 no hará excepción. Los cambiemitas aportan la novedad de estos meses analizando despegarse del pronunciamiento nacional. Mendoza podría concretarlo ya que los radicales precisan, ante todo, conservar sus dominios. El gobernador Alfredo Cornejo disemina sus reproches a Macri. Impedida la reelección por regla constitucional, los gobernadores mendocinos salientes gravitan poco en los armados y en la unción del posible delfín. Los intendentes, autorizados para revalidar, se hacen valer. Cada provincia es una galaxia, diferente a las demás.

El gobernador cordobés Juan Schiaretti primereó, determinó la fecha del comicio, la primera de ese portepara 2019. Será en mayo.La movida desconcertó a sus principales adversarios.

Las huestes de Cambiemos confluyeron para cuestionarlo pero dedicaron más energía a dirimir dos internas.Entre radicales, por un lado. Se agregó la que enfrenta a los boinas blancas y el PRO por otro. 

Schiaretti sorprendió a los rivales y los indujo a reñir intramuros. Honró las sabias enseñanzas de Maquiavelo, Clausewitz, el insufrible Sun Tzu y otros consultores electorales. Todos ellos concuerdan que arrancar con el pie derecho no basta: para cantar victoria es imprescindible contar los votos.  

Sería aventurado tabular cuál será la influencia del fallecimiento de José Manuel de la Sota en la política mediterránea y sería asombroso que no ejerciera alguna.Fue el gran protagonista de la realidad cordobesa, el peronista que conquistó una provincia tradicionalmente radical. Líderes con tamaño peso específico gravitan más allá de su presencia; no hablamos de mitos sino de perduraciones o vacíos imposibles de llenar. Habrá que ver.

En 2015 los radicales planeaban recuperar Chaco y ganar Tucumán, de la mano de Aída Ayala y José Cano. Ambos adalides están heridos: ella por un escándalo judicial, él por la pálida gestión del Plan Belgrano que esta semana sumó la caída de un puente ferroviario. 

Tal vez el senador y ex gobernador chaqueño Angel Rozas (el taita de la UCR en ese territorio) deba volver al ruedo aunque él venía afirmando que por razones personales y hasta de salud se había retirado de esas contiendas. El hombre propone y las contingencias disponen, escribió el politólogo sueco que es agnóstico.

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Internas y fuego amigo: Las internas empiojan la ardua coyuntura que atraviesa el Gobierno. El Protocolo de Patricia Bullrich engendra resistencias en la fuerza propia (ver asimismo nota aparte).

El operativo en el estadio Monumental le costó la cabeza al larretista ex ministro Martín Ocampo. Las divergencias entre él y Bullrich antecedían al ataque al micro que llevaba a los jugadores de Boca. Cuesta entender por qué Ocampo estaba paseando en ese díaúnico. Cuesta digerir que lo sucedido haya sido solo consecuencia del vandalismo de barras bravas y un descuido policial.

La apelación del fiscal Carlos Stornelli pidiendo que el CEO de Techint Paolo Rocca sea sometido a prisión preventiva agrava la división de aguas dentro de Cambiemos.En la Asociación de Empresaria Argentina (AEA) habían hervido de bronca contra el Gobiernoya con el procesamiento. La furia se duplica, para colmo los balea fuego amigo disparado desde Comodoro Py, otra pata de la coalición.

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Diferenciarse sí, romper no: La arbitrariedad de jueces y fiscales contra funcionarios kirchneristas complacía al establishment. Ahora los federales persiguen a la crema de la clase dominante: Frankestein se descontroló, tornándose peligroso.

Los jueces federales garantizan, todavía, el asedio continuo a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, esencial para lijar sus chances electorales. Macri se empaca en polarizar contra CFK, tendencia que se acentúa también en las filas del peronismo. Los inversores y capitalistas nativos y extranjeros no comparten la confianza gubernamental, malician que se está agrandando a Cristina, que su derrota dejó de ser una certeza. 

La ancha avenida del medio parece una calle de la Capital durante el G-20: un desierto con pavimento en mal estado.

Los diputados Elisa Carrió y Emilio Monzó alertan: no buscarán seguir en el Congreso. Aunque cumplieran (las promesas políticas a futuro son revocables) sus casos no harían tendencia. El PRO y la UCR sostendrán la coalición Cambiemos, les conviene más eso que separarse. 

Diferenciarse es práctica cotidiana consecuencia de astucias o de pérdida de mística. De ahí a la ruptura media un largo trecho, una diferencia cualitativa: nada indica que la entropía disolverá al oficialismo. 

Cambiemos conserva dos ventajas cruciales: manejar Estados importantes y tener la base de su armado electoral. En ambos aspectos el peronismo (o los variados peronismos) corre de atrás.

 La frase de la semana, para recuadrar, la pronunció Monzó cuando reivindicó “la rosca política”, las tratativas, los canjes, el cara a cara versus la parafernalia de las redes sociales. Remitió un mensaje al Jefe de Gabinete Marcos Peña y sus Troll boys. 

Propuso una verdad que recorre esta nota e interpela a los peronistas: es esencial “hacer política” aún su faceta despreciada. Los grandes fines, mayormente, son accesibles merced a una multiplicidad de medios. La rosca, la creatividad, la capacidad de convocatoria.

Las campañas arrancan, faltan pocos meses.

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