“Un cuento de suspense en formato de canción”. El soundtrack de un thriller inexistente, inventado al solo efecto de que surgiese este tema, pero que sin embargo ya dio origen a más de un poema. Así pensó Paula Maffía a la flamante “La espesura”, la canción que está mostrando como adelanto de Polvo, un disco que podrá escucharse completo en abril del año que viene. Mientras tanto, va mostrando este nuevo proyecto, que se llama Paula Maffía & Sons, y que completan Lucy Patané y Nahuel Briones, en conciertos como el que dará hoy a las 21 en Santos 4040 (Santos Dumont 4040), esta vez con Mariana Coccaro en batería.

Paula Maffía & Sons está bien firmemente parado en un rock más crudo, mucho más que su proyecto solista anterior, Paula Maffía Orgía. A aquel Ojos que ladran que dejó grabado con aquella banda, ahora lo repasa como “un disco de amigas”. “Ese formato funcionó muy bien para aquella primera idea, y a la hora de buscar un contenido para este segundo disco, que ya se estaba perfilando con un sonido más rockero, recurrí a gente talentosa, admirada y querida: Lucy Patané, mi socia de la música desde hace ya quince años, y el joven y talentosísimo Nahuel Briones”, cuenta. Con Patané alguna vez hizo el grupo La Cosa Mostra  (que cada tanto “revive y sale a asustar”), y la exitosa “orquestina de señoritas” Las Taradas, que sigue en paralelo a los proyectos solistas de sus ocho integrantes. 

“En un comienzo busqué un paso entre el proyecto anterior y este nuevo a través de un elogio de lo acústico, pero sin perder esa crudeza del rock que buscaba. Ese primer formato fue lo que denominamos ‘la aplanadora del folk’: tres guitarras haciendo música muy pesada, pero con sonido acústico. Después buscamos un formato más tradicional de power trío, guitarra, bajo y batería. Así que el show tiene toda una primera parte con instrumentos acústicos, y otra parte más clásicamente rockera”, sigue contando Maffía. En este primer concierto se sumará la participación en la apertura de Nina Suárez, una joven cantante y actriz que protagoniza el video de “La espesura”, que también será presentado esa noche. 

–¿Cómo es eso de hacer una canción sobre un cuento que no existe?

–Yo tengo tres o cuatro fórmulas para componer, y no todas son voluntarias. Una es la que llamo “la canción susurrada”, es esa canción que se manifiesta en tu mente con letra, música y armonía en simultáneo, como si estuvieras escuchando la canción en la radio de tu cerebro. También suelo trabajar en un formato más artesanal que llamo “la canción tejida”, donde me paso días, semanas, entramando una hebra de letra, otra de armonía, generando un tejido orgánico donde cada una de estas hebras exalte la virtud de su hebra compañera. Esta canción última es una nueva forma que le estoy dando a este formato de canción artesanal: empiezo imaginando un relato con otro soporte, un cuadro, una película, un cuento. Y a partir de ahí armo la canción, como un falso soundtrack. La obra inicial es inexistente, solo la imagino, pero compongo acerca de esa obra como si fuera real. Así nació “La espesura”, sobre un cuento que no existe. 

–Pero ahora que existe la canción, podría existir el cuento...

–¡Eso sería interesantísimo! No ocurrió, pero sí me pasaron dos poemas que la canción inspiró. Es increíble cómo contagia la obra, me fascina eso que pasa más allá de tu control o de tus expectativas. Y ya con haber intoxicado a un par de personas, ¡me doy por hecha! (risas). 

–¿El show va a mostrar algo de eso?

–No soy muy amiga de los shows espectaculares, viajo mucho con la sinceridad de la puesta en escena, buenas luces, buen sonido, un ensayo orgánico. La espectacularidad puede caber para un formato más grande, aquí prefiero lucir la cosa íntima, el contacto más próximo con el público. El año que viene, en la presentación del disco, donde van a estar todos los invitados e invitadas finales, armaremos algo con más historia. 

–¿Cómo compositora, cuál es el punto de partida?

–Algo que me propuse hace mucho tiempo es empezar a darle un poco de visibilidad a mi cotidianidad, no solo el relato del día a día; quiero decir, lo cotidiano no va por el lado de “me hago un café a la mañana y a media tarde tomo unos mates”. Lo cotidiano son también mis sueños, mis pensamientos más bajos, mis miedos, todo lo que no pude sortear, y sobre todo mi deseo, en toda su potencia. Visibilizar el deseo es un statement político muy fuerte en estos tiempos, por varios motivos. 

–¿Cuáles?

–Por un lado este es un momento en que estamos pujando por el respeto y la visibilidad de las disidencias. En lo personal, lo que busco en las canciones es naturalizar mi vínculo romántico con las mujeres de una manera, digamos, más bajada a tierra. Soy una mujer que gusta de una mujer, y en mis 30 y pico ya transitados ya no estoy dando batallas de identidad tan grandes, no siento la necesidad de salir a pelear en una canción mi postura o a dar explicaciones. Este es mi deseo y así lo afirmo. Esto es ganado, ya es mío, y desde acá canto y digo: esta es mi naturalidad. Y ojalá lleguen a muchas personas, también a las que no piensan o sienten como yo esta naturalidad. 

–También aquí, lo personal es político...

–¡Claramente! Si naciste en el envase de mujer, tu deseo está condicionado y pautado de antemano. Lo mismo pasa si naciste en envase de varón, desde ya, pero ese condicionamiento siempre es menos corrosivo. Entonces, esa dimensión personal pasa a ser política cuando salimos a decir: nuestro deseo, nuestro cuerpo, nuestra decisión. Y hoy yo quiero visibilizar ese deseo, mi deseo de mujer. Porque siento que faltan letras que cuenten eso, en las cantantes mujeres, incluso las más renombradas, escucho exclusivamente una cosa de amor muy monogámico, trágico, que coloca a la otra persona como en una especie de regente ineludible que organiza todo. Entonces, yo no me siento representada en ese cancionero, aunque haya autoras actuales buenísimas, como Natalia Lafourcade, por nombrar una.  

–Lo interesante es que, en su caso, esa potencia política no suena como bajada de línea, o como bandera.

–Ojo, me parece genial que haya gente bajando línea e izando banderas. Yo tengo una búsqueda distinta, por eso no me salen canciones que hablen de la sororidad o de derribar el patriarcado. Pero está buenísimo que esas canciones existan. Yo estoy buscando componer una narrativa que se pueda entender de acá a sesenta años, es otra manera de entender la historia, y es complementaria a esa canción que necesita ser cantada hoy. Dentro de veinte años, asumo –¡espero!– que esa canción de lo explosivo va a quedar estrecha. Yo admiro mucho a esas cantoras eternas, como Violeta Parra o María Elena Walsh, que lograron hablar de tópicos muy universales, enmarcándolos en su espacio tiempo. Ellas nos siguen interpelando con la belleza de sus canciones, y son mi gran ejemplo a seguir.