¿Cómo se construye un texto épico? En qué momento un escritor encuentra de su lado un radar para que la historia crezca como trama y en forma vertiginosa se transforme en himno? Relatar, ficcionalizar, dar testimonio de una huelga no es tarea fácil para esta época. Lo cierto es que el acontecer de un medida de fuerza y la ocupación por parte de los trabajadores del Frigorífico Nacional en el barrio Cerro de Montevideo entre 1968 y 1969, es el corazón de un libro que alude al hecho desde un collage que incluye el punto de vista del escritor, los testimonios de los protagonistas y la descripción de un paisaje que cambia en la medida que las cosas se muevan, un consejo que supo dar Ernest Hemingway y que Alsina cumple a rajatabla. 

En el medio de un conflicto aparece un joven Zitarrosa cantando sobre la ignominia de la carne para exportación en su célebre Guitarra negra y los sindicalistas anarquistas y comunistas que entre plátanos y barricadas junto a los curas dejan en pausa sus diferencias y se ponen del mismo lado. Y, por si fuera poco, dentro de un clima en estado de ebullición, muy cerca de las barricadas van las mujeres delante de las tanques de nafta que los trabajadores disponen en el territorio ante la inminente represión estatal.  Los sucesos y anécdotas van de lo macro a reclamar zuecos para protegerse los pies en las cámaras de frío. Estos y otros elementos que asombran por el lujo de detalles van tejiendo un relato de vida, y es sostén de un libro amoroso, único que como una paleta de colores listos para contemplar, jerarquiza los detalles de un acontecimiento que ocasionó sangre, sudor y varias vueltas de tuercas en la política del país de Artigas. El olor a pólvora no es un lugar común para explicar un hecho conflictivo pero es lo que una y otra vez guía la acción en cada párrafo, es lo que ocurrió en un hecho límite que ocasionó víctimas y aquí está narrado sin estridencia, con la pericia de incluir al narrador sin que el recurso se torne invasivo, elemento que conmociona aún más su lectura. A la vez y a modo de tregua narrativa, se escucha en los relatos la cadencia en el hablar de los habitantes en Montevideo, intuir su paso lento por la Plaza Cagancha donde tantas veces caminó  el gran periodista Homero Alsina Thevenet para llegar a la redacción del diario El País y atravesar los mostradores con sus borrachitos que parecen flotar entre sus historias y enredos. 

No es cualquier cosa ser uruguayo, parece advertir el autor: diálogos cortos, pocos billetes en el bolsillo y sentarse a la mesa del bar no para hablar sino para callar. Gente de mar, hombres cerca de la orilla, seres que emergen de un cuento de Onetti (Tan triste como ella, Bienvenido Bob) un texto que predispone a saber más sobre lo que ocurre al otro lado del río, a seguir su melodía de ficción y crónica novelada. Campos con ñandúes, mozos que se sientan a conversar con los clientes y las alusiones sin medias tintas: “La soledad es tener una sola llave”. Instantáneas, flashes, el vínculo entre un padre y una hija adolescente y el tema de la adopción de un chico criado en los márgenes de la sociedad. Un relato donde lo más lúgubre se quiebra cuando en el centro está el vínculo de una madre con su deseo por sobre las trabas burocráticas, el rol del Estado como un ente que fagocita y la fuerza de los primeros colectivos feministas para  avanzar hacia una sociedad de iguales. 

Pero si lo dicho hasta aquí resultara poco, el libro depara una sorpresa: en las últimas páginas Diego Sztulwark para su libro Vida de perro entrevista al autor y nos enteramos que a los 14 años, Andrés Alsina fue discípulo de Rodolfo Walsh y Horacio Verbitsky en el semanario de la CGT de los Argentinos. Las respuestas darán lugar a la condición de posibilidad para una novela pero queda a cargo del lector el contrapunto entre lo que acaba de leer y la hoja de ruta Buenos Aires- Montevideo del autor. La personalidad de Walsh, datos desconocidos en el trabajo periodístico de HV, dan lugar a un asombroso cruce entre vida y obra. Alsina era un adolescente cuando los conoció y ahora escribe en El cohete a la luna, como también son recordadas sus contratapas en el semanario El Observador. Obtuvo el premio anual de la Literatura MEC en el género crónica periodística, Premio Juan Rulfo y recibió la beca Guggenheim. Publicó Oficios del tiempo, Secretos Públicos: el difícil acceso a la información del estado y la necesidad de transparencia. Y por supuesto nació en Montevideo.