Estados Unidos va a retirar sus tropas de Siria. Así lo indicó ayer el presidente Donald Trump al afirmar que ya se había alcanzado el objetivo de vencer al grupo islamista radical Estado Islámico (EI) en ese país. Esta decisión tendría importantes consecuencias geopolíticas y plantea muchos interrogantes relativos al futuro de las milicias kurdas apoyadas por Estados Unidos que combaten contra el EI en la zona. 

“Hemos derrotado al grupo EI en Siria, mi única razón para permanecer ahí durante la administración Trump”, indicó el propio mandatario en su cuenta de la red social Twitter. “Retiro total”, dijo, por su parte, un funcionario que habló bajo anonimato. Dicho funcionario especificó, además, que la decisión se tomó el martes y que será ejecutada lo más rápido posible. Al cierre de esta edición, el Pentágono todavía no había confirmado la medida. 

La portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, indicó ayer que este retiro marcaba una nueva fase en la campaña contra el EI. “Hace cinco años, el EI era un grupo muy poderoso y peligroso en Medio Oriente y ahora Estados Unidos ha hecho que fracase su califato territorial. Estas victorias sobre el EI en Siria no marcan, sin embargo, un final de la coalición global o de esta campaña”, indicó. Para Sanders, la decisión de la Washington se trata de transición hacia una nueva fase de dicha campaña. “Estados Unidos y nuestros aliados están listos para volver a comprometerse en todos los niveles para defender los intereses estadounidenses cuando sea necesario”, agregó. 

Actualmente hay 2.000 efectivos estadounidenses en Siria. La mayoría de ellos en misiones de apoyo de entrenamiento y asesoramiento a las fuerzas locales de combate. Washington apoya a las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG), que son la columna vertebral de una coalición árabokurda denominada Fuerzas Democráticas Sirias. Pero para Turquía, las YPG son una organización terrorista activa del insurgente Partido de los Trabajadores del Kurdistán, proscripto por el gobierno turco. Los kurdo-sirios anhelan crear una región autónoma en el noreste de Siria (frontera con Turquía), similar a la región kurda de Irak. Por ello, Ankara advirtió que lanzará una operación en los próximos días contra el territorio controlado por las fuerzas kurdas en esa zona.

El vínculo entre Estados Unidos y Turquía, un importante aliado en el seno de la OTAN, se ha tensado en los últimos tiempos debido a esta alianza de Washington con los kurdos. La tirantez se agudizó cuando la Casa Blanca estableció un puesto de observación en el norte de Siria, cerca de la frontera con Turquía, que tenía como objetivo evitar enfrentamientos entre las fuerzas turcas y las YPG.  

Charles Lister, investigador principal del Instituto de Medio Oriente de Washington, estimó que la decisión revelaba una visión extraordinariamente cortoplacista e ingenua. “Esta medida va a parecer más como una ‘retirada’ que una ‘victoria’ y es otra evidencia más de la peligrosa imprevisibilidad del presidente estadounidense”, afirmó Lister. El académico agregó que este panorama no sólo favorece al grupo EI sino que también beneficia a Rusia, Irán y al líder sirio, Bashar al Asad. 

Así lo pensaban también miembros del gobierno estadounidense. Según informó el diario The New York Times, en los últimos días se llevaron a cabo reuniones frecuentes y conferencias por teléfono en las que el Secretario de Defensa, Jim Mattis, y otros importantes oficiales de seguridad nacional intentaron disuadir a Trump de llevar adelante una retirada en masa. Los funcionarios argumentaban que el cambio en la política de seguridad nacional cedería influencia en Siria a Rusia e Irán, precisamente en momentos en que Estados Unidos pide desafiar a los dos países. 

Otro de los argumentos expuestos es que el EI no había sido totalmente derrotado en los pequeños territorios que controla en la frontera sirio-iraquí, según el Times. Dicho territorio viene siendo defendido por el EI por más de un año a pesar de los ataques de los aliados estadounidenses.

Wendy Sherman, quien fuera la principal negociadora del acuerdo nuclear con Irán (que Trump abandonó), criticó la decisión al afirmar que retirarse no constituye una estrategia para Estados Unidos. “Hubo progresos con el EI, pero Rusia quedó a cargo, Israel sigue en riesgo y al Asad, un dirigente cruel, queda reafirmado. No hay una verdadera estrategia sobre Irán (...) Quedan muchas preguntas y pocas respuestas”, afirmó. 

Sin embargo, y a pesar de todos los argumentos de su equipo y de especialistas, el mandatario había prometido durante la campaña presidencial de 2016 que retiraría las tropas de Siria, y desde que asumió estuvo buscando una manera de llevarlo a cabo. Como ejemplo de esto, cuando en abril el Departamento de Defensa pidió más tiempo para terminar la misión, Trum accedió a regañadientes, según el New York Times. 

Más aún, la estrategia estadounidense ha cambiado a lo largo del tiempo y la prioridad ya no es desplazar a al Asad del asiento presidencial, según expresó esta semana el enviado especial de Estados Unidos para Siria, James Jeffrey. “Queremos ver un régimen fundamentalmente diferente. No un cambio de régimen, no estamos intentando deshacernos de al Asad”, dijo el funcionario el pasado lunes. Al contrario, la prioridad ahora para Washington son el retorno de refugiados y la reconstrucción de las infraestructuras. Sin embargo, Jeffrey aseguró que hay un acuerdo entre las naciones occidentales de no aportar ni un dólar hasta cerciorarse de que el gobierno sirio está dispuesto a comprometerse y evitar, dijo, un horror semejante en el futuro. 

La reconstrucción de Siria -que al Asad estima que llevará entre 250.000 y 400.000 millones de dólares- también es importante para Rusia. Tal es así que la semana pasada el viceprimer ministro ruso, Yuri Borísov, se reunió en Damasco con el presidente sirio para tratar asuntos relacionados con la reconstrucción del país árabe y la cooperación bilateral, informaron fuentes oficiales rusas.