¿Dónde quedó aquella “Nicaragua tan violentamente dulce” que enamoró a Julio Cortázar y a tantas personas, que desde julio del 79 celebraban a la revolución que nos devolvía las esperanzas “en caudalosos ríos de leche y miel”? Desde el retorno de Daniel Ortega al gobierno, hace casi 12 años, poco ha quedado de aquella esperanza: “restricción de libertades corrupción, opacidad de las políticas públicas, que a partir de abril de este año hizo crisis, porque de manera descarada se sigue una política de persecución a activistas de derechos humanos, a feministas y a periodistas”, diagnostican Mónica Baltodano –diputada y comandante guerrillera durante la revolución sandinista, directiva de la Fundación Popol Nah, una de las ONGs cerradas en la semana pasada–  y María Teresa Blandón, activista del movimiento feminista y directora de La Corriente.

¿Cuándo y por qué se inició el conflicto de Ortega con las feministas? 

M.T.B.: Ya teníamos problemas desde la década del 80. En los 90 el movimiento feminista se separó completamente del Frente Sandinista, porque estaba en posibilidades de volar con sus propias alas. Tomamos temas caros al feminismo como la violencia machista. Yo diría que el golpe de desgracia fue cuando Zoilamérica en el año 1998 denunció a Daniel Ortega por abuso sexual. Esto nos llevó a profundizar el debate sobre la violencia machista y sus causas estructurales, y nos confirmó que Daniel Ortega no sólo había sido un agresor. Que era un cómplice y encubridor de la violencia machista. Para nosotras fue un golpe terrible que mucha gente callara sobre eso. Sólo hablábamos las feministas. 

M.B.: ¿Por qué persigue a las feministas? Porque después de la derrota electoral de 1990, el movimiento de mujeres fue el único que se logró mantener autónomo. Las reivindicaciones de los derechos de las mujeres habían sido puestas en segundo orden durante la revolución de los 80, con el argumento de que había otras tareas prioritarias. Ese esquema heredado de que las organizaciones populares son prácticamente satélites del partido, lo rompe en primer término el movimiento feminista en los comienzos de los años 90. Cuando Zoilamérica, la hija de Rosario Murillo –que lleva el apellido de Ortega porque él la adopta legalmente– hace la denuncia de los abusos de que había sido objeto desde que tenía 11 años, y las violaciones repetidas desde que tenía 15 años, el movimiento feminista le da apoyo. La respaldan también algunas organizaciones de derechos humanos, particularmente el Cenidh (Centro Nicaragüense de Derechos Humanos). Esto puso en confrontación al movimiento de mujeres con la pareja Ortega-Murillo, porque Rosario Murillo decide acuerpar a Daniel. A partir de ese momento las feministas se convierten para ellos en uno de sus principales adversarios, y cuando regresan al gobierno en el año 2007, el movimiento feminista se convierte en uno de los sectores más perseguidos. ¿Cómo se expresa esa persecución? A través del cierre de todos los espacios donde las mujeres venían participando. Por ejemplo, en el sistema de lucha contra la violencia hacia la mujer, habíamos conseguido un modelo especializado de justicia, donde las mujeres pudieran llegar a denunciar violencia, acoso sexual, sin tener que ir ante policías hombres. Todo ese sistema fue desbaratado por el orteguismo.

¿Cómo es la situación actual?

M.B.: La movilización estudiantil de abril fue reprimida violentamente. Fue un parteaguas en cuanto a los niveles de represión que se habían observado anteriormente. Esto lo que hizo fue poner en evidencia el modelo represivo que se instaló desde el año 2007 que regresó Daniel Ortega al gobierno. 

M.T.B.: La represión nos dejó un saldo de muertos que todavía no terminamos de contabilizar a ciencia cierta. El Cenidh habla de 325 asesinados/as desde abril. La Asociación Nicaragüense pro Derechos Humanos da 500 asesinados y una cifra no exacta de desaparecidos. 

M.B.: Hay diferencias, porque no han podido actuar en coordinación con el Estado. El sistema judicial, medicina legal, todo está controlado por el Estado, y por tanto quien realmente puede dar las cifras y los nombres exactos es el Estado, pero se ha negado a darlos. 

M.T.B.: Tenemos más de 500 presos y presas políticas. Hay casi 50 mujeres presas. Los han secuestrado, no ha habido ningún procedimiento general para capturar a estos/as jóvenes. En el caso de las mujeres hay una marca misógina, machista. Han sido abusadas sexualmente, son obligadas a desnudarse, han sido manoseadas por oficiales de la policía, hay por lo menos tres casos de mujeres que abortaron producto de las torturas. Hay presas que tienen enfermedades graves. Sus familiares han pedido que sean atendidas por especialistas y no ha sido posible. No les han permitido una defensa eficiente. Les han querido imponer abogados de oficio, escogidos por Ortega-Murillo. Han hostigado, han boicoteado a los abogados de los organismos de derechos humanos que dan asesoría jurídica a los presos y presas. 

M.B.: También es muy fuerte la represión a los medios de comunicación independientes y a periodistas que no han podido cooptar. Han cerrado e incendiado radios. Se ha dado un permanente hostigamiento a periodistas, con golpes, heridos, perseguidos. Cerraron las ONGs que hemos trabajado con educación popular. M.T.B.: Quiero decir que las feministas nicaragüenses desde el primer momento que estalló esta crisis hemos contado con el apoyo de las feministas latinoamericanas, y del estado español, que nos han acuerpado un montón. 

M.B.: La mayor parte de las organizaciones feministas siguen siendo la piedra en el zapato para el orteguismo. La mayor cantidad de gente que da la cara, que denuncia, que grita con fuerza en el país, la mayoría son voces de mujeres.