“Arte y naturaleza siempre estarán luchando, hasta que, finalmente, uno conquiste al otro, de manera que la victoria se manifieste en los trazos y las líneas. Lo que es conquistado, conquista al mismo tiempo”, anotó cierta vez la autodidacta Maria Sybilla Merian, entomóloga e ilustradora científica que antaño rompiera el molde al dedicar su vida toda a analizar el comportamiento de los insectos, y dejar asentadas sus pertinentes observaciones en detallados textos y preciosas láminas. Nacida en 1647, esta alemana analizó de cerca a -por caso- las orugas, documentando su transformación en mariposas, y observó cómo los nuevos huevos se convertían en orugas. Sus libros que ilustran las metamorfosis de mariposas y polillas fueron a la vez tesoros artísticos y trabajos científicos innovadores, conforme coinciden especialistas que recientemente han reivindicado la labor pionera de una mujer cuya obra cayó largamente en el olvido. Al igual que ciertos datos biográficos coloridos: el hecho, por ejemplo, de que tras juntar suficiente dinerillo, esta atípica damisela viajase con 52 años a la entonces colonia holandesa Surinam, “donde se enfrentó a los bosques tropicales de Sudamérica y registró insectos nunca vistos hasta entonces”, según señalan medios ibéricos. En sus anotaciones, advirtió además Maria Sybilla Merian sobre las injusticias de la esclavitud y el colonialismo, y sugirió que la medicina herbal podía servir a las mujeres para controlar sus destinos reproductivos. La difícil travesía dio por resultado su obra maestra, el libro Metamorphosis Insectorum Surinamensium, furor a comienzos del siglo 18. 

Pues, un reciente hallazgo ha puesto a doña Sybilla nuevamente en el merecido spotlight, reivindicando su labor varios siglos tras su muerte. Y es que la comunidad entomológica ha decido honrar a la científica bautizando a una nueva especie de mariposa, recientemente descubierta, con su nombre. La Catasticta sibyllae, como se la ha llamado, es bellísima y ciertamente inusual con sus alas negras, sus filas de puntos blancos, el destello color rojo que pinta la línea de su cuerpo. Más curioso aún es que solo se han documentado 2. El primer espécimen conocido por la ciencia se encontró en Panamá y se mantuvo en el Museo de Historia Natural Smithsonian desde 1981; el segundo espécimen fue recolectado recientemente, confirmada su relación a través de muestras de ADN. Y ya luego, dado el nombre de la susodicha María, la naturalista que sobrevivió como pintora y crió insectos para estudiarlos, optando por la paciente observación de ejemplares vivos antes que la más habitual de bichitos disecados.