Días atrás, en un programa de radio especializado en cultura pop el conductor discutía con un editor acerca del precio de las historietas nacionales. El locutor aseguraba que estaban “caras”. Arguía, incluso, que un combo de libros a 400 pesos le significaba a él la comida de una semana. El editor argumentaba, en cambio, que la historieta argentina es muy barata comparada con otros rubros del entretenimiento masivo e incluso respecto de otros libros con menos exigencias técnicas en la impresión. Esa tensión de miradas convive en el medio local desde hace muchos años. Para los lectores, siempre es cara, aún cuando una comparación rápida con el material importado la posiciona mejor. Para los editores, es barata: suele pagarse la mitad que una obra literaria publicada por una editorial mediana o grande y su costo de impresión por unidad es sensiblemente más alto. Y eso sin ponerse a comparar con una salida al cine, un combo en una hamburguesería o una pinta de cerveza. Durante muchos años esa tensión se zanjaba con facilidad: con plata en el bolsillo, los lectores aceptaban el precio y compraban. Como se registra en todos los ámbitos de la cultura, la crisis económica que impulsa el gobierno de Mauricio Macri constriñe la billetera de los lectores, aumenta los costos de los editores y reduce márgenes de maniobra para unos y otros. Ante esto, las estrategias de supervivencia se multiplican, pero también aparecen las primeras fisuras en los bloques solidarios del ambiente que se montaron en los últimos años.

Por un lado, para muchos editores pequeños, su proyecto no es su sustento, de modo que buscan recuperar la inversión para volver a imprimir. Quienes sí tienen el plan como parte de sus ingresos, cuentan que vieron reducidos sus márgenes de ganancia como estrategia para sostener el volumen de ventas que, en general, mermó también. Además, los números del sector muestran, por primera vez en ocho años, una contracción en la cantidad de títulos publicados. De los 160 títulos de autores argentinos editados en 2017, este año se vieron sólo 146. Las cifras, recopiladas por el editor Santiago Kahn (Maten al mensajero) sólo arrojan dos datos positivos: creció el porcentaje de autoras mujeres (del 15 al 19,18 por ciento del total) y creció la participación comiquera sobre el total nacional, pero sólo porque se desplomaron los lanzamientos editoriales de otros rubros (se publicaron casi seis mil títulos menos que en 2017).

Pese a todo, los editores consultados por PáginaI12 hablan de “resistencia” y de “buscarle la vuelta” a la crisis. “El sector no cede ni un poco, en todo caso marcha un poco más lento de lo que uno quisiera, pero no para”, grafica Martín Muntaner, de la editorial La Pinta. Desde Córdoba, su colega Hernán González (de Buengusto Ediciones) plantea algo similar: “Los precios dolarizados de los insumos de imprenta hicieron que no.. podamos editar tantos títulos como quisiéramos. Para nosotros seguir publicando es una bandera de resistencia y en ningún momento se nos cruzó por la cabeza bajar los brazos”, asegura. Ambos sellos atravesaron sus turbulencias en 2018. El colectivo que integraba Buengusto (Prendefuego) se disolvió y el que integra La Pinta (Big Sur) vio el alejamiento de uno de sus integrantes. En contrapartida, Big Sur lanzó su segunda publicación conjunta.

 

La estrategia para sostener espacios y crecer varían. Para Maten al mensajero, explica Kahn, pasó por llegar a nuevas ciudades y provincias a través de librerías especializadas y no sólo en eventos. Desde Maten aseguran que “logramos completar prácticamente todo el plan editorial que teníamos para el año”. Ediciones Noviembre, en tanto, siguió el camino inverso, también con buenos frutos. “Casi el 100 por ciento de nuestras ventas se realizan en eventos, los canales de distribución que utilizábamos hace unos años se achicaron o dejaron de trabajar con nosotros por el poco margen que dejaban nuestros libros”, observa Brian Jánchez, su responsable. Eso potenció la venta directa con sus lectores fieles, analiza el editor, que además esquiva los grandes eventos comiqueros, como Crack Bang Boom o Comicópolis (que este año no se hizo). “La venta directa deja mejor ganancia pero también permite tener precios accesibles y combinar ofertas, buscamos no vender un sólo libro, sino de a varios”, cuenta Jánchez. Su plan 2019 será insistir por ahí, reduciendo márgenes de ganancia y apostando a la venta online.

El circuito de eventos también se mostró fundamental para Gutter Glitter, comenta a PáginaI12 su editora, Paula Andrade. Aumentar la visibilidad les resulta fundamental, lo mismo que las presentaciones de libros para acercarse a los lectores, incluso aliándose con autores de otros sellos. “Notamos un público más interesado en las obras que se publican acá y con mayor curiosidad por consumir esas obras y escuchar a sus autores”, considera. A nivel general, Andrade estima que la crisis obliga a planificar más, “ajustar mejor qué se publica y cómo”. Ya no hay margen ni para la improvisación ni para las apuestas despreocupadas. Para ella, además, hubo un calendario de eventos muy nutrido y disiente con la visión general de que faltó un “evento grande” en Buenos Aires. “Tuvimos Dibujados y Vamos las Pibas, ambos llenos de público, Argentina ComicCon, incluso con un perfil mucho más comercial y de costos mayores para el público, y a nivel nacional (prácticamente ya sudamericano), Crack Bang Boom siguió siendo el inmenso corazón de la historieta; hubo eventos que se pisaron todo el año y es porque hay una demanda grande como para que se puedan hacer eventos en diferentes provincias al mismo tiempo”.

En prácticamente otro registro, desde El Hotel de las Ideas se plantearon un año de fuerte crecimiento a nivel internacional. El sello tuvo presencia en ferias del libro de fuste, como la de Guadalajara o la de Frankfurt, y el mes que viene visitarán el Festival Internacional de la Bande-dessinnée de Angouleme. “2018 fue un año muy movilizante -explicaron a este medio- la devaluación aumentó de manera notable los costos, pero nuestras ventas en ejemplares se mantuvieron en relación al año pasado, algo bueno en este contexto de inflación y caída de ventas”. El grupo confía en capitalizar el acceso a ferias internacionales durante 2019, aunque no le tienen mucha confianza al contexto económico local. “Aún así ideamos un plan editorial muy ambicioso”, se esperanzan.

Eduardo Risso, cabeza de la organización del festival internacional Crack Bang Boom, de Rosario, lo plantea claramente el sentimiento general de los editores: “a nivel nacional padecemos como cualquier otra industria con esta severa crisis, pero hay que aguantar, mientras haya talento, la historieta permanecerá viva”.