Una rata muerta no es una idea. Una rata muerta está ahí, muerta. Regalo de mi gato, que la trajo al centro de la casa, una rata muerta es lo real. Abre, como el rostro amado, un agujero en la tela de lo imaginario; insoportables ambos de mirar, por razones opuestas.

Un artista de antes sabría qué hacer. Soportaría lo real y le daría una forma. Y nos traería esa forma, producto de la sublimación del horror ante lo real. Uno de los de ahora también sabría. ¿Nos daría a nosotros la pura presencia de la cosa, nos mostraría lo real?

Si yo soportara mirarla el tiempo suficiente para dibujarla del natural con fidelidad a los detalles, dibujaría la rata. Y mostraría el dibujo. Sería una artista de antes. Pero ni siquiera soporto verla el instante necesario para sacarle una foto. Es demasiada presencia.

¿Uno de ahora la embalsamaría, la incluiría en resina? Volvería eterno ese instante. Nos haría mirable la rata. Se reproduciría al infinito la foto de la rata desmaterializada. Nos acostumbraríamos. Veríamos con ternura a esa rata: sus pelitos grises en el lomo rígido, los pelitos blancos de las pequeñas patas; esa fina cola que es como la línea perfecta. Antes de que se hinche, el artista de ahora la guardaría en el freezer: documento muerto de lo real. ¿La filmaría en video, la fotografiaría? Son formas de frizar. Donde va la comida, o el amor, habría material sólido para una reflexión sobre la finitud, para el borrador de un acto sobre la intensidad de las singularidades.

En su performance del 11 de noviembre de 1965 en Düsseldorf, Alemania, titulada "Cómo explicar los cuadros a una liebre muerta" (https://www.youtube.com/watch?v=Mo47lqk_QH0), Joseph Beuys (con la cara untada de una máscara de oro, grasa y miel) abraza a la liebre recién muerta; la anima, le sostiene la mirada, le habla. Esa obra de vanguardia dejó (en el buen sentido, el de lo irreparable de fundar un lenguaje) un trauma. Como vanguardista, Beuys satirizaba el ritual hermenéutico del modernismo formalista a la vez que reivindicaba ideales románticos: belleza, naturaleza, libertad. Y el fotógrafo logró un icono, donde vagan los espectros de todas las Maternidades del arte. Tras su diálogo complejo con la tradición, la vanguardia es el pasado del arte contemporáneo. Este no cesa de producir versiones, reescrituras de la escena del animal muerto en el centro del arte.

"El arte contemporáneo es una categoría estética, un modo de hacer y pensar la producción artística hoy y desde hace un par de décadas. Ésta se diferencia de un paradigma anterior respecto a los valores del arte, la obra y el artista y también sobre cómo el arte circula", explica Clarisa Appendino, curadora y crítica de arte. "Hay una forma del arte contemporáneo que se está 'escribiendo' (en el sentido de conceptualizando, narrando) y junto con ellos, se produce una segmentación y selección de aquello que se estipula como tal".

Testimonia Claudia del Rio, artista y docente de arte: "Lo que sabemos es que hubo un momento donde el arte empezó a definirse desde su no existencia, y eso lo hizo tomar como materia prima a cualquier cosa que esté en el mundo y que no esté, y esa vía de probanza de su existencia da opacidades, registros efímeros, y otros no tanto".

"El arte contemporáneo ha ampliado el concepto arte hasta llevarlo a límites imposibles, y esos límites no podemos definirlos aún", resume Carlos Rey, licenciado en artes visuales y escritor. Para Rey, conceptos que se ajustaban bien al canon del arte moderno, como "contemplación, inspiración, genio, novedad, ruptura", deben ser reformulados; para pensar el arte contemporáneo sirve más hablar de "fealdad, antirromanticismo, antiarte, inteligencia como contrario a genio, ironía, parodia", y "una belleza nutrida de los contrarios".

"El arte contemporáneo juega con la definición de arte. La pone en jaque", reflexiona Pablo Luca, músico. "El arte contemporáneo contempla e incluye la experiencia del observador como parte constitutiva de la obra. Utiliza lo aleatorio. El material resulta más importante que la obra en sí". Según el escritor y arquitecto Gustavo Nielsen, "el arte contemporáneo es para razonar, no para conmover".

"El efecto estético es para mí muchas veces un hecho emocional... el sentido funcional o un sentido práctico me parecen muy obvios y me hablan mal de la obra. Prefiero que la obra me lleve a pensar, me provoque a pensar", dice Pablo Mercado, coleccionista y arquitecto.

"El arte contemporáneo requiere muchas veces de conocimientos productos de clínicas, de la historia del arte, de procesos desconocidos por el público general", sugiere Delia López Zamora, artista y profesora de Estética (UNR). "Pienso que las visitas guiadas ayudan mucho a acceder a cierto hermetismo. Si bien lo estético, la primeridad, la percepción produce en el espectador 'un no sé qué', muchas veces entender, conocer, ayuda a crecer como público de arte"

"Todos esos que miran desde fuera cómo paseo mi cojera por entre los cuadros mientras te abrazo piensan que soy yo el que te está explicando las obras de arte", le dijo Beuys a la liebre muerta. "Lo que no saben es que lo que te pido es que me las expliques tú a mí". (Texto completo en https://magazineconh.wordpress.com/2013/12/26/84/).