Si la tevé responde a fórmulas probadas, el 2018 en materia de series se asimila a los videos virales del gol del Pity Martínez como corolario de la Copa Libertadores. Distintas melodías le suman algo nuevo a una estructura idéntica. Capturas desde nuevos ángulos de la cancha aportan algo que previamente no se había percibido. La audiencia (concepto hoy más flexible pero objeto de análisis permanentes y algortimos varios) queda presa –a plena conciencia– de ese loop interminable. Y entonces el año que está por terminar deja ficciones que renovaron géneros anquilosados, hormas clásicas que se insertaron en geografías de todo el globo, webseries que probaron nuevos códigos de formato, reboots de películas ochentosas, glorias del cine en pantallas cada vez más chicas y gigantes de la era digital que no quieren quedarse atrás del fenómeno seriófilo. Una vorágine de historias que serán fagocitadas por las que ya están pidiendo pista en aire, cable y streaming para el 2019. 

Culebrones y máscaras de Dalí

En modo de estudiante aplicado, Netflix obtuvo notas altísimas por cuatrimestre con productos hispanos como La Casa de Papel, Luis Miguel y La Casa de las Flores. La española fue emitida en su país de origen por aire pero la revuelta se generó –allí y en todas partes– gracias a la modalidad on demand. Esta reversión ibérica del consabido género “heist” (de hecho su nombre en inglés es Money Heist) tuvo tantos amantes como detractores por su apego al entretenimiento de fórmula. Lo cierto es que el Profesor, Nairobi, Rio y Tokio por unos meses coparon espacios mucho más allá de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. La segunda temporada no se hizo esperar y la tercera arribará en el 2019 con acento porteño gracias al aporte de Rodrigo de la Serna. 

Las otras dos producciones resultan mucho más interesantes por la renovación del género latino por excelencia: la telenovela. “Tenía clarísimo que quería hacerlo. El melodrama es el género que más me gusta. Me encanta, me fascina, los latinos vivimos en el melodrama y por eso es más fácil empatizar con las personas. Es chistoso pero el mundo del entretenimiento hoy es como un pañuelo y hasta en Alemania han escrito loas sobre La Casa de Las Flores”, le dijo Manolo Caro, su creador, a este diario. El producto aunó a Verónica Castro con una estética decididamente almodovariana, la historia de una familia aristócrata disfuncional y temáticas pansexuales. En sus trece episodios estableció un puente entre el melodrama más puro con una modernidad rampante. Muy lejos de la parodia pero con un humor cáustico, el relato sobre el clan De La Mora tocó melodías reconocibles de los culebrones que se disfrutaban a media tarde.   

Luis Miguel fue, por su parte, el gran fenómeno seriófilo de la temporada. Reflotó la carrera del cantante romántico de sonrisa gigante y melena dorada, se realizaron fiestas temáticas sobre “Luimi”, fue charla obligada y se estamparon remeras con las frases “¿Dónde está Marcela?” y “Te odio Luisito Rey”. Más allá del consumo metaficcional, la biopic ofreció un alto nivel de producción y apuntó mucho más allá del público fan (derrotando los prejuicios de parte de la audiencia). También retrató con honestidad kitsch al artista y a su entorno. Pero por sobre todo fue una novela sui generis, con el drama de un chico doliente, su madre desaparecida y su progenitor en clave de villano antológico. Ese clasicismo también se trasladó a su modelo de emisión (un capítulo por semana) que rompió los parámetros de la plataforma de streaming -según confesaron sus propios directivos-. “Claramente el melodrama es inevitable en la existencia de cualquier persona. Ahí está el centro de la serie. La vida de este hombre contó de diversos colores y narrativas que pudimos usar como para que haya tantos adictos a la serie”, le dijo a PáginaI12 Pablo Cruz, uno de sus productores.

The Bodyguard, buena ficción televisiva a la inglesa.

(No tan) nuevas plataformas

Circa 2009, en un episodio de la sitcom How I met your mother, hicieron una broma sobre Karate Kid apuntando que el verdadero héroe de la película de los ‘80 era su antagonista. El chiste siguió girando en videos donde se demostraba que el blondo matón estudiantil había sufrido los ardides de Daniel LaRusso. La obsesión conspirativa finalmente terminó en forma de serie este año y se llamó Cobra Kai en homenaje al gimnasio donde entrenaban los chicos malos. La entrega, centrada en Johnny Lawrence a treinta años de haber perdido la final del torneo de marciales, resultó una “fan fiction” muy bien contada cuando la presunción era la de pura retromanía con anabólicos. Por otro lado, sirvió como desembarco del servicio Premium de You Tube con una modalidad novedosa de suscripción: los primeros dos episodios fueron gratuitos y el resto pagos. 

Otro gigante digital que se sumó al mundo de las series en este 2018 fue Facebook. Su plataforma audiovisual ofreció series como Queen America (protagonizada por Catherine Zeta Jones), Five Points, Sacred Lies y Sorry For Your Loss con una orientación hacia un público claramente adolescente. Justamente la audiencia segmentada que le está bajando el pulgar a la red social de Mr. Zuckerberg. 

Amazon Prime Video, por su parte, se va instalando como una opción más que atractiva en el mundo streaming. Comedias como The Marvelous Mrs. Maisel y Forever, dramas como The Romanoffs o docuficciones de terror como Lore impresionan por un estilo donde nunca se apuesta a lo seguro. El mejor ejemplo es la reciente Homecoming, dirigida por el creador de Mr. Robot. Julia Roberts (otra estrella clase A que desembarca en el streaming) encarna a una consultora que trabajó con veteranos de guerra y que oculta lo que sucedió durante su paso por un centro de asistencia. El de Sam Esmail es un programa raro sobre bichos raros y que impacta por la desbordante gama de recursos técnicos para contar la historia: angulaciones extravagantes, montajes paralelos, planos secuencias, pantallas partidas, blureo de contornos y hasta el cambiar del aspecto de la pantalla. En tiempos de formatos extraños, Sam Esmail se juega por contar su historia de la misma manera. Lo mismo sucedió en otras distopías conspiranoicas dignas de mención: Maniac, Altered Carbon (ambas de Netflix) y The Counterpart (Flow). 

Con mucho menos presupuesto pero sin temor a la osadía digital, aparece la plataforma de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. En este año la UN3 mantuvo un hándicap atractivo de microrelatos y experiencias que fuerzan géneros (como el humor costumbrista, el terror, y hasta la filosofía) bajo el nombre de Crónicas Ferreteras, Entera Pía, M, Protagonistas.

El terror en alza

En el 2018 se destacó un género normalmente difícil para la pantalla chica como es el terror. La maldición de Hill House (Netflix) le dio un envión con las herramientas más nobles: guion absorbente, buenas actuaciones y una ejecución formal en la que toda pieza encaja a la perfección. La historia de una casa embrujada ha sido contada en infinidad de ocasiones y el logro de este producto fue provocar escalofríos sin demasiado rebusques. Otro tanto logró The Terror (AMC). Una serie de otros tiempos, confeccionada y difundida por la pantalla de cable que reconstruyó lo sucedido en dos navíos del siglo XIX varados en el Ártico con toques de thriller, drama histórico y algunos tintes góticos. Si bien hubo escenas con desgarramiento de piel, salpicones de sangre y duelos verbales, no se regodeó con bombardeos visuales ni vueltas de tuerca de guión. Se trató, en definitiva, de la crónica de un encallamiento y de lo que intentaron los expedicionarios por seguir vivos. 

Con Cobra Kai desembarcó el servicio premium de YouTube.

Mientras llegan los dragones 

HBO intentó suplir el suceso de Big Little Lies con distintas versiones de conflictos intrafamiliares: Here And Now, Sharp Objetcs, Sucession. Las primeras dos culminaron con más pena que gloria pero la última dio justo en el centro del tan mentado estilo de la señal. Creada por Jesse Armstrong, el foco estuvo puesto en la guerra por el poder entre el inestable patriarca de uno de los conglomerados de medios más importantes del mundo y sus cuatro hijos. La serie puede ser vista como una tragedia shakespeariana y una sátira al mismo tiempo, con referencias más o menos directas a apellidos como Trump, Bush y especialmente el de Ruppert Murdoch. Aquí la malicia es ley y sus interlocutores VIP bordean el ridículo. El placer es asistir a ese teatro de operaciones maquiavélicas que funcionan al caldo de recriminaciones y despechos.

Otro ¿impensado? triunfo para la cadena vino por el lado de la negrísima Barry. Comedia que trata sobre un asesino a sueldo deprimido por su trabajo y que toma clases de actuación. El programa rinde por la sátira al mundillo de los intérpretes, la presencia de Henry “Fonzie” Winkler, la rareza de su base argumental, pero por sobre todo por la actuación de Bill Hader. El actor surgido de Saturday Night Live genera incomodidad, ternura y carcajadas gracias a un manejo soberbio del deadpan.  

Versace inclusivo por FOX  

Ryan Murphy validó su título como campeón peso pesado en la pantalla de FOX con sus proyectos donde mandó la diversidad sexual. El asesinato de Gianni Versace -segunda parte de la saga American Crime Story- se centró en la muerte del creador italiano y en la mentalidad de su asesino. Aquí Murphy se la jugó con un thriller queer con observaciones sobre la comunidad gay y hacia fin de año se estrenó el que tildó como una de sus proyectos más personales: Pose. La ficción (con segunda temporada confirmada) retrata de manera coral la escena trans de la Nueva York de finales de los ‘80. Operación de marketing al margen, la serie contó con el elenco LGTBQ más grande en la historia de la tevé y con lenguaje inclusivo en sus subtítulos. Así es, chiques.

El asesinato de Gianni Versace, un exitoso thriller queer.

Allá, made in Britain  y en todas partes

¿Existirá el thriller for export? Productos como Juegos sagrados de India, la alemana Perros de Berlín o la israelí Fauda enfatizaron este proceso en el 2018. A partir de un formato duro y con códigos claros, se puede ver su asimilación en distintos confines del planeta. 

Distinto es el caso de las muy brexit Patrick Melrose, A Very English Scandal (Amazon) y The Bodyguard (Netflix). Tres ejemplos pertinentes del tipo de ficción televisiva a la inglesa imposible de ser realizadas por fuera de la isla y que se granjearon estar muy arriba entre lo mejor realizado en el año. La primera es una producción de Sky protagonizada por Benedict Cumberbatch que tradujo visualmente el mundo autobiográfico de Edward St. Aubyn. La segunda se basó en un caso que sacudió a la opinión pública inglesa en los ‘70, sobre un político laborista llamado Jeremy Thorpe (encarnado por Hugh Grant) y su salida del closet a la fuerza. La última cuenta la historia de un circunspecto guardaespaldas a cargo de la seguridad de personajes del poder. A su vez, este ex combatiente británico lidia con el estrés postraumático de combate. ¿A quién debe cuidar? A una ministra responsable directa de los que pasaron por Afganistán. 

En este 2018 el mismo concepto de “estreno” se vio reformado por las múltiples pantallas. Con cierto retraso llegó a Paramount Channel la primera temporada de The Handmaids Tale cuando la mayoría de sus seguidores ya la habían visto por otras vías. Otra entrega como Stan Agains Evil se difundió y promocionó como novedad con apenas unos días de diferencia tanto por DirecTV como AMC, situación similar atravesó Picnic at Hanging Rock. No solo son tiempos de atracones televisivos, sino que el binge watching a veces ofrece el mismo plato.