• Teresa Parodi: “Deja una huella honda y clara en la historia musical de nuestro pueblo. Su arte maravilló al mundo entero. Su charango hablador, ligerísimo y noble, genuino y etéreo develó la pureza de un legado antiquísimo con destreza y ternura. Sus manos celebrantes volaban sobre las cuerdas y empujaban al baile pero de pronto mínimas soltaban sutilezas de belleza estremecedora. Nuestra corazón lo guarda entre los elegidos que sostienen la más entrañable memoria musical de la América profunda. Al amigo le digo no hay adiós que lo alcance y al artista le escribo Jaime Torres hay uno y no tiene permiso para morirse nunca”.
  • Litto Nebbia: “Un diciembre raro, extraño, pocos festejos y mucha gente preocupada... La triste noticia de que se ha marchado el gran Jaime Torres. Músico original entre los creadores de alta estatura. Aquellos a los que no se los puede encasillar genéricamente. Gracias a Dios. La última vez que lo encontré, tocamos para un homenaje televisivo que se le hizo a don Atahualpa Yupanqui. Un buen tipo ademas, convocando al encuentro, dispuesto a la cruza que se diera, siempre que bordeara la autenticidad. Que viajes bien Jaime querido”.
  • Antonio Tarragó Ros: “No era del todo de este mundo Jaime. No tenía conciencia de que era un embrujador...Jaime tocaba un acorde y nada era igual. Yo se lo dije: estábamos grabando ‘El árbol es un camino’ en invierno y cuando termino de grabar estaba empapado en sudor mientras se cambiaba la camisa. Le dije ´viste el clima que armaste aquí´... nadie sabe si llorar, reír, aplaudir. Es magia pura, le dije. Otra vez tocando ‘Argentina Secreta’ apareció y se prendió...Yo le dije: ‘Vos hacés volar a ese bichito que vive en cuevas, como un colibrí. Te arrimas, tomas el néctar de la melodía y sobrevolás brillando, con alas con resplandores. Se reía. ‘Estás loco, Antonio’, me decía.”
  • Lucho González: “Instrumento endiablado, el charango. En el mejor de los sentidos, difícil de pulsar y aparentemente exclusivo del folklore más profundo y andino. Sin embargo, es un instrumento de cuerda como otros, pero con un sonido rotundamente identificatorio de lugares, tristezas y alegrías de ésta nuestra parte del mundo. Jaime supo y pudo contarnos historias en cada una de sus interpretaciones, sin importar el estilo, rock incluido. Sus ojos cerrados eran indicadores de que estaba tocando desde el alma. Y sus manos acariciaban o exigían a ese charango que parecía parte de su cuerpo. Debe haberse ido con esa sonrisa eterna, de buen tipo y músico, a esa gira que todos emprenderemos cuando Dios quiere. Y ese amado Dios debe haber necesitado un charanguista de lujo. Hasta siempre, hermano Jaime, te extrañaremos mucho… Tu música y el sonido de tu charango nos acompañarán siempre”.
  • Rolando Goldman: “El mundo de la cultura está triste. El mundo de las artes siente una pérdida enorme. No es para menos. Jaime Torres fue y seguirá siendo un ícono de nuestra música de raíz folklórica. Sin dudas, un referente para todos los y las charanguistas. De Argentina y del resto del planeta. Nos queda su música, que seguiremos compartiendo siempre. Ha logrado lo más importante y lo más difícil de conseguir: emocionar con su charango. Muchos encuentran anécdotas personales y momentos que los unen a su imagen y trayectoria. Sin duda, Jaime vivió intensamente su vida, junto a su familia y a sus colegas. Lo más profundo es el legado que deja para que podamos seguir disfrutando su música. Seguirá siempre con nosotros. Un fuerte abrazo, querido Jaime Torres”.
  • Luis Gurevich: “Por supuesto conocía a Jaime Torres, el artista. Lo había visto muchas veces en la tele y siempre quedaba hechizado por su manera de tocar y por la felicidad que me transmitía al hacer música. La primera vez que tuve oportunidad de compartir algo con él fue en la grabación del disco Mensajes del alma, de Gieco. Cuando grabamos ‘Hallelujah’, León me dijo ´este tema tiene que empezar con un solo de Jaime y que toque en todo el tema´ y lo invitamos. ¡Fue una sesión maravillosa! También recuerdo una gira con la banda de León por Bolivia… Jaime estaba con su banda y a la mañana siguiente de los shows todos tomábamos el avión de regreso a la Argentina. Cuando  estábamos todos sentados subió Jaime con un montón de cajas de empanadas que al mejor estilo azafata convidó asiento por asiento. Más acá en los años, tuve la oportunidad de compartir escenario cada vez que lo invitábamos con Los amigos del chango. El se subía, nos miraba, y nos llevaba de viaje. Adiós Jaime”.