De la violación en patota de Miramar se escribió que la chica fue violada porque sus padres la perdieron de vista; que el horror fue que los cinco acusados terminaron detenidos; que la chica no tenía que estar ahí. Se dijo por tele que no tenía lesiones compatibles con abuso --aunque los off judiciales afirman lo contrario--, se sugirió que tal vez no fuera virgen (¿y?). Se entrevistó a conocidos de alguno de los acusados, que dijo que para ellos es "un bajón" la noticia. Donde falla la empatía (¿hay que recordar que la víctima no tiene la culpa?), al menos debería activarse cierta responsabilidad del oficio. Lo que se dice en medios todavía tiene impacto.

La información, como las fake news, cuanto más cercana a lo que creemos más fácil de retener resulta. Y todavía pasa en tiempos de redes, de noticias convertidas en virales, de virales devenidos noticias, de diarios en papel que pocos leen pero todavía legitiman, de noticieros de televisión con la lógica del entretenimiento porque hay que retener a las audiencias. Lo que circula en medios cuando se trata de noticias todavía pesa no sólo porque aporta lo novedoso, sino también porque confirma prejuicios y abre puertas. 

Por eso hay noticias que son como pruebas de fuego. Esas noticias terminan convirtiéndose en caminos de ripio, y claro: cuando alguien pisa el palito se nota. Pasa especialmente con las noticias que involucran a mujeres, y con más saña si se trata de adolescentes y niñas, tal vez porque son todavía más vulnerables, porque para algunos es natural sostener que el depredador no tiene la culpa de que haya presas. También, probablemente, porque para que los datos hagan sentido hay que reconocer que decididamente sí, el machismo tiene víctimas, el sexismo existe. Y también que el patriarcado no es un fantasma sino algo real, con impacto en las vidas de todas, de todos, y que sobrevive a fuerza costumbres y prejuicios. Nos debe la vida, por así decirlo. 

A veces, no es que el patriarcado no se cae, es que muchos no entienden qué es lo que hay ahí. No lo quieren ver, aferrados como están a privilegios que resultan cómodos. Es más fácil pensar que los demás exageran. Porque ver y preguntar es ponerse ante el espejo. Y la imagen que devuelve es horrenda.