El movimiento “a favor de la vida” en Estados Unidos se vio revigorizado por la elección de Donald Trump, expresó ayer el vicepresidente Mike Pence en la manifestación anual antiabortista Marcha por la Vida en Washington.

“La vida está ganando de nuevo en Estados Unidos”, dijo Pence en referencia no sólo a la marcha de Washington sino también a otras protestas que tuvieron lugar ayer en Estados Unidos con motivo del aniversario del caso histórico en el que la Corte Suprema legalizó el aborto en el país en 1973. “Es un buen día. Es el mejor día que he visto para la Marcha por la Vida en más de un sentido”, les dijo Pence a las miles de personas que participaron de la concentración, muchas de las cuales sostenían carteles con consignas como “Estoy a favor de la vida”.

El político ultraconservador es el primer vicepresidente estadounidense en el cargo que lidera esta marcha, que celebró este año su edición número 44 y tiene el impulso de organizaciones religiosas de todo el país. El mensaje de Pence, un habitual de esta y otras marchas similares, fue que el movimiento antiabortista “está ganando de nuevo” en el país con la victoria electoral del presidente Donald Trump y el Congreso controlado por los republicanos.

Pence fue el funcionario de más alto rango que habló en la Marcha por la Vida, manifestación que se lleva a cabo cada año en Washington desde 1973 para repudiar la decisión de la Corte Suprema. “El (Trump) me dijo que estuviera aquí con ustedes, que les agradezca el apoyo y la compasión que tienen por las mujeres y niños de Estados Unidos”, afirmó, después de que el presidente hubiera expresado poco antes su “apoyo total” a la marcha a través de la red social Twitter.

Trump tuvo que esforzarse en su campaña por despejar cualquier duda sobre su posición sobre el aborto, tras la apertura que mostró en el pasado, y logró pacificar a este sector prometiendo nominar jueces contrarios al aborto para el Tribunal Supremo y eligiendo a Pence como vicepresidente.

Pence es la garantía para los republicanos más beligerantes en temas sociales (aborto, matrimonio entre homosexuales): lo avala su historial ultraconservador como congresista y como gobernador de Indiana (2013-2017).  Por eso, ayer Trump lo envió para blandir ante los miles de manifestantes la medida antiabortista que firmó en su primer lunes de trabajo: una orden ejecutiva que prohíbe el uso de fondos del gobierno para subvencionar a grupos que practiquen o asesoren sobre el aborto en el extranjero.

La siguiente victoria para el movimiento llegará “la próxima semana”, cuando Trump nomine, tal y como se espera, a un juez contrario al aborto para la sustituir al fallecido magistrado conservador Antonin Scalia.  Y las buenas noticias para los antiabortistas seguirán llegando porque el gobierno, remarcó Pence, “trabajará con el Congreso para terminar con la financiación del aborto y los proveedores de aborto con el dinero de los contribuyentes”.

“Y dedicaremos esos recursos a los servicios de salud para las mujeres en todo el país”, agregó. “La vida (el movimiento antiabortista) está ganando en Estados Unidos y hoy es una celebración del progreso que hemos hecho. Este es un momento histórico en la causa de la vida”, sentenció Pence.  El vicepresidente urgió a los manifestantes a “continuar presionando” para “seguir ganando los corazones y las mentes de las siguientes generaciones”.  “No descansaremos hasta que restauremos la cultura de la vida en Estados Unidos”, prometió.

Antes de la aparición del vicepresidente y su familia, Kellyanne Conway se presentó como “esposa, madre, católica, consejera del presidente y pro-vida” y anunció que “es un momento increíblemente prometedor” para el movimiento antiabortista.

“Los escuchamos, los vemos, los respetamos y estamos deseando trabajar con vosotros”, dijo Conway, ante un movimiento que se siente reivindicado por el nuevo gobierno conservador tras ocho años de mandato del demócrata Barack Obama.

Había informaciones –no oficiales– de que Trump intervendría mediante una llamada en la marcha, pero finalmente no lo hizo y fue Pence quien dijo unas palabras en su nombre.

Otros presidentes republicanos, como Ronald Reagan  y George W. Bush, enviaron mensajes de apoyo a la marcha. Entre los asistentes a la marcha se veían muchos colegios religiosos, grupos parroquiales, familias con niños, pero escaseaban jóvenes de la generación del milenio (los que ahora tienen entre 17 y 37 años).

Se pudieron ver, además, imágenes muy poco habituales en Washington, como la de las numerosas monjas y sacerdotes que viajaron a la capital para la marcha. La mayoría de los manifestantes pertenecía a un gran grupo organizado y se veía poca gente sola o en pequeños grupos.

Olivia, Elizabeth y Eliana viajaron desde Wisconsin (Medio Oeste) con su grupo parroquial, que se identifica por unos gorritos grises con pompón, para participar, a sus 15 años, en su primera marcha contra el aborto. “Venimos a defender el orgullo que tenemos por nuestras creencias”, dijo emocionada Olivia, que es católica. Cuando se le pregunta si está en contra del aborto también en los casos de violación, se queda callada, mira a sus amigas, y balbucea: “Creo que no tengo una posición sobre eso”. Ivania, de origen costarricense y también católica, llegó en autobús desde Nueva Jersey con toda su familia para celebrar que “por fin” el movimiento tiene una Casa Blanca en sintonía con sus convicciones.

Una marcha de mujeres en contra de Trump logró reunir a cientos de miles de personas en Washington el 21 de enero, un día después de su investidura presidencial. La protesta incluyó el derecho al aborto en su documento público.