Como si se dedicaran a hacer zapping, los Globos de Oro entregados anoche se destacaron por la diversidad, el picoteo y el interés que duraba apenas algunos segundos. Sólo dos programas recibieron más de una estatuilla (The Kominsky Method y The Assassination of Gianni Versace: American Crime Story) y entre las señales Netflix y FX quedaron empatadas con tres premios al tope, seguidos por Amazon Prime con dos y el resto con una mención (HBO, Showtime, BBC). Los ochenta y ocho votantes de la Asociación la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood fueron lo suficientemente salomónicos como para no desentonar con sus elecciones, tampoco descollar ni generar sorpresas o reprobaciones generalizadas. 

Uno de los primeros premios para la pantalla chica fue a parar a las manos de Michael Douglas por su papel en The Kominsky Method. En la serie encarna a un intérprete de fama gastada que dirige con desencanto un estudio de actuación. Junto a su agente, compuesto por Alan Arkin, sortean la vejez con grandes dosis de humor agrio, diálogos picantes y compañía contenedora.  Más tarde el premio fue a parar a la producción que tuvo su estreno hacia noviembre en la plataforma on demand. A la industria le encanta autocongraciarse y bastante de eso hay en esta muy buena comedia que lleva la firma del sardónico Chuck Lorre. Así se explica que se haya impuesto a otros exponentes del género en su terna (Barry, The Good Place, Kidding, The Marvelous Mrs. Maisel). Achaques sobre la tercera edad, chistes sobre Viagra y cuestiones urinarias mandan en esta buena comedia gerontocrática.  Sobre el estrado, Lorre le agradeció a la dupla protagónica y –en uno de los posibles memes que dejó la noche– a “Netflix, Netflix, Netflix”. 

Richard Madden fue otro de los ganadores de la noche por su papel en Bodyguard. El reconocimiento corroboró el carácter de fenómeno global de la producción británica, en donde encarna a un guardaespaldas circunspecto pero impredecible, y a su vez significó una de las pocas polémicas que dejó la función. Se esperaba que el premio fuera para Matthew Rhys por su rol en The Americans como un espía soviético en los últimos años de la guerra fría. “Nunca fuimos un programa de grandes audiencias y seguramente fuimos un proyecto difícil de seguir. Por eso nuestros fans se sienten como parte de un club selecto”, había dicho el actor hace algún tiempo. Algunos minutos más tarde esta ficción fue merecidamente galardonada como el mejor drama del último año. Tras haber sido una eterna rezagada de las premiaciones, la creación de Joe Weisberg tuvo su revancha en su temporada conclusiva. 

La categoría de mejor miniserie resultó uno de esos premios cantados. The Assassination of Gianni Versace: American Crime Story ya había arrasado en septiembre en los Emmy y  aquí también repitió el galardón como mejor actor para Darren Criss. Idéntico, y meritorio, fue el caso de Rachel Brosnahan. La actriz  se llevó su segunda estatuilla consecutiva por su interpretación en The Marvelous Mrs. Maisel donde rompe con los mandatos femeninos de los ‘50 con una madre y standupera judía.

Valga la mención al momento martinfierresco de la noche en el que la anfitriona Sandra Oh resultó reconocida por Killing Eve. Salió disparada tras bambalinas y se lo dedicó a sus padres. El premio, por otra parte, marcó un hito ya que la actriz de orígenes asiáticos viene rompiendo barreras para una manufactura audiovisual acostumbrada al whitewashing. Uno de los mejores discursos de la noche lo profirió Patricia Clarkson al referirse al director de Sharp Objects: “Jean-Marc Vallée, demandaste todo de mí excepto sexo, que es exactamente como deberían ser las cosas en esta industria”. En esta miniserie, la actriz de Six Feet Under compone magistralmente a la retorcida madre de la protagonista con varias muñequitas perversas dentro. 

En una ceremonia donde no hubo demasiado lugar para la espontaneidad, la aparición de dos viejas glorias de la pantalla como Dick Van Dyke y Carol Burnett logró mover un poco el amperímetro. A la comediante, la institución le entregó un premio a la trayectoria que llevará su nombre. Tras ser presentada por Steve Carell y emitirse un compilado de su programa, la homenajeada subió al escenario visiblemente emocionada. “Mi primer amor era el cine. Veía muchas películas por semana con mi abuela, y de adolescente tuve una televisión y conocí un nuevo amor. Y siempre me fascinó cómo las estrellas emocionaban o divertían al público, y yo soñaba con la posibilidad de hacer lo mismo. Y esos sueños de la niñez se hicieron realidad, sobre todo en la televisión”, dijo la actriz. Una pequeña paradoja de esta era dorada de la tevé: de tan moderna debe recostarse en la nostalgia para sentirse fresca.