Con el pretexto de contener la devaluación del peso, el Banco Central sigue aplicando una política monetaria vieja, errónea y desprestigiada, que los economistas conocemos bien. El 28 de abril de 1925, el ministro de Finanzas del Reino Unido, Winston Churchill, procedió a restablecer la paridad de la libra esterlina con el oro, y de facto con el dólar, al nivel que tenía antes de la Primera Guerra Mundial, con lo cual pretendía borrar la inflación ocurrida durante la contienda. La consecuencia fue abaratar las importaciones que aumentaron y encarecer las exportaciones que disminuyeron provocando así un déficit de la balanza pagos. Para sostener la tasa de cambio y favorecer la entrada de capitales que compensaran las salidas de divisas provocadas por ese déficit, elevó la tasa de interés, lo cual deprimió la inversión, estranguló la actividad económica y por ende los salarios, además de aumentar el costo de la deuda pública. 

Keynes señaló que “Bajo la influencia de una teoría (ortodoxa) errónea, la City de Londres inventó, para mantener el equilibrio, la técnica más peligrosa que pueda imaginarse que consistía en hacer variar la tasa de interés imponiendo una paridad de cambio fija. Esta política implicaba que se renunciaba a definir una tasa de interés compatible con el pleno empleo”. 

La devaluación del peso del 53 por ciento realizada por Macri, el 15 de diciembre 2015, fue acompañada del aumento de la tasa de interés al 38 por ciento anual, que remuneraba las difuntas Lebac, para impedir una devaluación mayor. En los dos casos se usó la tasa de interés para sostener la tasa de cambio. En el caso inglés para atraer capitales y en Argentina para impedir que se fugaran. Pero en forma idéntica se provocó una recesión, una caída de la inversión y del empleo. 

Los economistas saben que la tasa de cambio no la fija la tasa de interés, sino la balanza comercial. 

Con Macri la devaluación se transformó en inflación, aunque la teoría ortodoxa sostenga que el incremento de la tasa de interés debería provocar una recesión que implicaría, a la inversa, una caída de los precios. Por eso Macri y sus acólitos afirmaban que la devaluación no producía inflación hasta que aceptaron la realidad, lo cual llevó a que la tasa de interés fuera fijada inicialmente en el 74 por ciento anual, y hoy está un par de puntos debajo del 60, con el objetivo garantizar un rendimiento delirante a la especulación en pesos. 

Existen al menos dos razones que impiden que la recesión vía la tasa de interés se traduzca en estabilidad de los precios. La primera es la baja bancarización de la economía, similar a la de Kenia, que permite a muchos agentes económicos escapar a la estrangulación de la actividad económica vía la tasa de interés. La segunda es una “anomalía” según la cual el incremento de la tasa de interés no aniquila la inflación y se denomina el “efecto Tobin”, en honor a James Tobin, un economista keynesiano, premio Nobel de Economía, que lo enunció. Este sostiene que la tasa de interés nominal va a incrementarse a un nivel similar a la de la inflación porque los agentes van a diversificar su portafolio comprando otros activos, en este caso dólares. Esto hace que en el país la diversificación de activos debido a la inflación va producir más inflación porque ésta será propulsada por la devaluación provocada por la compra de dólares por precaución.

A este “efecto Tobin” hay que agregarle la enorme concentración del ingreso que ha sido acentuada por Macri, ya que el 10 por ciento de las personas con los ingresos más elevados captan, según el Indec, un tercio del total, es decir alrededor de 176 mil millones de dólares por año. Esto ha sido justificado por los propagandistas de la economía del “libre mercado”, sosteniendo que los ricos invierten y, por lo tanto, siguiendo la supuesta teoría del derrame, favorecen el incremento del empleo y de la riqueza creada. 

Pero la inversión sólo se producirá en la medida en que la situación económica permita a las empresas de estar seguras de que los bienes producidos serán vendidos y que la inversión permitirá un aumento de sus beneficios. Sin embargo, a partir del 2016, la inversión disminuyó el 11 por ciento en el segundo trimestre del 2018, según el Indec, porque la demanda se contrajo. 

La falta de oportunidades de inversión debido a la política de contracción de la demanda, el incremento de la tasa de interés y la incertidumbre frente a la evolución de la economía han creado un exceso de activos líquidos que poseen los sectores más acaudalados. Estos, por un lado, demandan dólares del Banco Central, que para frenar la devaluación, incrementa por otro lado la tasa de interés a corto plazo como una forma de satisfacer el apetito de ganancias fáciles de los que ganan más. 

El resultado, inevitable, es que para preservar el valor de sus ingresos, el 10 por ciento que gana más, enfrentado a la incertidumbre, arbitrará sus decisiones entre adquirir dólares y adquirir deuda del Estado Letes, Lecap, Leliq, según la tasa de interés, lo cual de una u otra manera generará disminución de la demanda global y recesión 

* Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de París. Autor de El peronismo de Perón a Kirchner, Ed. de L’Harmattan, París 2014. Editado en castellano por Ed. de la Universidad de Lanús, 2015.

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