El desastre que están produciendo en el sistema científico y educativo argentino ya ha sido denominado “cientificidio”. Sin embargo, si bien lxs científicxs venimos dando batalla discursiva y corporal en cada espacio público, no fue hasta que mostré los números de mi último recibo de sueldo que esta situación se volvió viral. Pasé de un posteo de Facebook para mis amigos a uno público. Y de allí a entrevistas en radios provinciales y notas en periódicos de Tucumán. La historia empieza así:

Soy doctora en Arqueología y profesora y licenciada en Historia. Tengo 55 años y un currículum nacional e internacional muy bueno y prolijo. Soy investigadora independiente en el Conicet y profesora asociada en la UNT.

$ 1396,33: ese fue mi sueldo del Conicet en diciembre de 2018. No hay errores, no se equivocaron en liquidaciones... Ese fue mi sueldo. Como esto parece increíble (y ciertamente lo es, aun para mí) debo hacer una aclaración para lxs que no conocen cómo funciona el sistema científico-universitario argentino:

Las tareas que se realizan en el Conicet son básicamente de investigación e incluyen dirección de becarixs, proyectos, publicaciones de alta calidad, participación en reuniones científicas, desarrollos innovadores, actividades de articulación social. Se suma actividad evaluativa en las categorías más altas.

Las tareas que se realizan en las universidades nacionales son de docencia, investigación, gestión y extensión; aunque predomina la docencia ya que el presupuesto con el que cuentan hoy las universidades para investigación es un mal chiste. 

Como las tareas en algunos puntos se solapan (solo en algunos puntos, es importante que esto quede claro), entonces tanto el Conicet como la universidad nos permiten trabajar en ambos lugares, pero siempre una de las instituciones es la que paga la dedicación exclusiva y la otra hasta una dedicación parcial, por 80 horas de trabajo en total. O sea, lo máximo que puedo ganar, sin entrar en incompatibilidad de funciones y quedar al margen de la ley es el sueldo de la UNT más los 1396,33 que alegremente me pagó Conicet en diciembre de 2018.

Dicho esto, como mis tareas en el Conicet son importantes, especializadas, concursadas con los más altos estándares, con controles casi policíacos sobre mis declaraciones juradas, días de licencias y vacaciones (y tenga una dedicación simple o full esto es igual para todxs), entonces, como decía, me parece vergonzoso recibir esa diferencia de sueldo por mi dedicación en el Conicet, donde hago tareas complementarias a las de la UNT.

Pero ¿esto fue siempre así? Rotundamente no. Siempre percibí “técnicamente” la diferencia entre ambos sueldos, pero es la primera vez en mi vida en que es cercana a la nada misma. Lo que muestra que los términos de deterioro del salario en el Conicet son pavorosos. Antes de este “ajuste” –más parecido a un atentado terrorista que a un ajuste–, ambos sueldos eran dignos (aunque uno claramente mayor al otro). O sea, lo más grave está sucediéndoles a aquellxs que sólo tienen el salario del Conicet: nuestros investigadores e investigadoras, lxs becarixs que están haciendo su aprendizaje en ciencia y humanidades; y el personal de apoyo, imprescindible para que el sistema científico pueda funcionar. La mueca de sueldo que me tocó en diciembre alerta por su gravedad. Es como la demostración de que el emperador está desnudo: evidente a los ojos de un niño y no de una sociedad servil que prefiere aplaudir a su rey gobernante mientras éste se pasea desnudo.

¿Por qué sigo en el Conicet, entonces? Porque es una institución prestigiosa de la cual estaba orgullosa como argentina. Porque creo en la ciencia argentina soberana como espacio de crecimiento y solución a problemas de un país. Porque no me fui a vivir a Europa en el 2001, a pesar de que me ofrecieron trabajo allá, dado que sentí que era mucho más útil aquí que enviando remesas desde allá. Y porque pronto llegó ese país distinto que narraba al inicio. 

Hoy la realidad es durísima para los más jóvenes. Si el Estado no los contiene, saldrán a buscar horizontes foráneos u otros trabajos. Pareciera que esto no nos afecta, ¿son decisiones individuales, no? Pero no es así, porque en cualesquiera de esos casos se trata de una doble pérdida para la Argentina: el dinero ya invertido por la formación de estos recursos humanos altamente capacitados y la pérdida de esos recursos para nuestro desarrollo.

El neoliberalismo y este modelo no necesitan de sus científicxs porque no apuestan a un país soberano, sino a un país dependiente, endeudado, humillado ante potencias extranjeras en todo (Malvinas es un claro ejemplo, de los muchos que hay). La ciencia argentina está siendo deliberadamente empujada al desastre. Estos sueldos no pagan siquiera la tarea de lavar los platos, que es lo que los gobernantes neoliberales consideran que lxs científicxs deberíamos hacer.

¿Cómo puede ser esto así? Es difícil creer como que mi boleta de sueldo sea real ¿verdad? Pero es real. Ambas cosas son reales. Porque el neoliberalismo es un sistema que busca prescindir del Estado. Y para hacer negocios y llevarse las ganancias fuera del país, no hacen falta científicxs. La Ciencia, la Universidad y el desarrollo tecnológico hasta pueden ser un estorbo para esto, porque sus integrantes somos críticos y libres. Sin un sistema científico tecnológico no podremos tener una vida digna, porque no tendremos acceso al desarrollo local de nada de lo que podemos hacer aquí: medicamentos propios; agua sin arsénico; energías alternativas; industrias livianas y pesadas, minería sustentable; debates sobre temas y conocimientos de todo tipo; cultivos andinos; satélites, por citar algunos nomás. 

Cuidemos al sistema científico argentino, porque no es algo que se levanta de un día para otro. Y es una herramienta para brindar también trabajo y soluciones reales a la gente sin máscaras, como vos, como yo, como nosotrxs.

* Doctora en Arqueología, investigadora independiente del Conicet.