Esta noche estrena en los cines argentinos un doblete de películas animadas de superhéroes: La muerte de Superman y Reino de los supermanes. La primera apareció en Estados Unidos en 2018 y la segunda es flamante. Ambas adaptan las sagas homónimas de comienzos de los años ’90, con ligeros cambios y con la estética animada actual de DC Comics. Se podrá ver en la mayoría de las salas de las cadenas Hoyts y Cinermark hoy y mañana, aunque las cadenas anunciaron que si la respuesta es buena, agregarán días de proyección hasta el 29 de enero. Por lo pronto, la primera película estará programada 21.10 y la segunda, 23.10. Para los fanáticos del cómic, es una buena noticia. La división animada es lo mejorcito de la producción audiovisual de DC Comics y no hay muchas oportunidades de verla en pantalla grande.

Para entender el entusiasmo de los incondicionales de DC conviene hacer algo de historia. Los ’90 fueron una década particular para el cómic norteamericano. Riquísimo en su producción independiente, exagerado su no-future casi hasta lo grotesco en trabajo industrial. Parte de ese espíritu inefable se manifestó en una costumbre llamativa: matar a los superhéroes. Desde luego, en épocas anteriores guionistas y editoriales pasaban por la guadaña a sus enmascarados, pero sus íconos eran intocables. Hasta 1992, cuando Doomsday mató a Superman. La noticia llegó a los diarios, y no sólo al Daily Planet, sino a los de la vida real. Los medios tradicionales ni habían mosqueado cuando el Joker mató a un Robin, ni cuando Supergirl perdió la vida durante la Crisis en Tierras Infinitas, pero enterrar al gran emblema del cómic superheroico era otra cosa. A la saga La muerte de Superman siguió Un mundo sin Superman, El regreso de Superman y El Reino de los Supermans (o Supermanes, a gusto de cada quien). Con el tiempo las noticias similares se sucedieron. El asesinato del Capitán América, por ejemplo, alcanzó las tapas de distintos diarios alrededor del mundo.

Hoy la muerte y resurrección de los superhéroes es cosa frecuente. Y si no resucitan per se, reaparecen cuando las editoriales “reinician” sus universos ficcionales. El lector habitué está acostumbrado a las sagas que llegan para “cambiarlo todo” y cambian poco y nada o devuelven el status quo al poco tiempo. En aquella época aún era algo más raro, las muertes parecían más permanentes (uno de los primeros avatares de Flash estuvo décadas ausente, por caso) y la intriga aún funcionaba para vender ejemplares. Por todo eso es que 27 años después de publicada en papel, su adaptación cinematográfica pierde algo del impacto de su versión original, pero a la vez es un excelente reflejo de época.

Por un lado, porque muchos encuentran reflejos de los tiempos que corren en esos relatos de mediados y fines de los ’80 y comienzos de los ’90. Trump presidente es fácil de homologar con Lex Luthor President y el avance del conservadurismo a nivel global enfrenta a muchos a una sensación similar de no-future, como en esa época. Por otro lado, porque gran parte de esas historietas inspiran la producción audiovisual de los últimos años. Del Dark Knight Returns de Frank Miller hay esquirlas en gran parte de las películas actuales, sus grandes sagas dan forma a sus homónimos cinematográficos (aunque los ultraortodoxos cuestionen la “fidelidad” de esas adaptaciones) y las tapas más icónicas de la historia reaparecen como fotogramas al paso en cine y tv.

Pero además, aunque recién ahora DC Comics está levantando la puntería con sus películas (merced a la gloriosa Wonder Woman y el divertido pero no menos épico Aquaman), su dominio en series y películas animadas sobre su competencia lleva más de una década, tanto en popularidad como en calidad (para muestra alcanza la olvidable serie de “historietas animadas” Marvel Comics Knights, disponible en Netflix). Sea porque las contrapartes animadas son más coloridas y agradables que el oscurísimo mundo cinematográfico que proponer Warner, sea porque la animación no marida bien con el humor gestual y el sarcasmo que caracterizan los films marvelitas, sea porque los dibujos son ideales para el heroismo sin tacha de DC, lo cierto es que estas producciones atraen mucho a los lectores.

Lo que estará desde hoy en las pantallas es lo más reciente de esta producción. La muerte de Superman narra la aparición de Doomsday, su enfrentamiento y victoria contra el Hombre de Acero. Reino de Supermanes transcurre algún tiempo después y –quizás por eso de que los hombres indispensables son los primeros en ser reemplazados– cuenta el ascenso de cuatro personajes con superpoderes que enarbolan el mítico escudo con la “S” y buscarán tomar el legado del personaje, con variada suerte. Es que, por más que una capa deba cubrir a su portador, a veces queda demasiado grande. Más si hay que volar por la justicia con ella.