“Una de mis artistas favoritas de nuestro tiempo es Juana Molina”, admite por mail Bradford Cox, en exclusiva para el NO. “Me encanta el pianista Gustavo Kereztezachi, con sus interpretaciones de Coltrane. Y lo que hizo Gato Barbieri con Don Cherry. También tengo muchos discos de Carlos Gardel, que curiosamente compré en Japón. ¡Allá están por todas partes! Me deslumbran los sonidos dramáticos y embrujados de su música”, amplía el líder de Deerhunter. Pero su fascinación por Buenos Aires y su cultura, que contrasta sorprendentemente con la banalidad con sabor a bife que suele demostrar la mayoría de los artistas internacionales que desembarcan en esta ciudad, trasciende la música. “Mi autor preferido desde muy joven es Jorge Luis Borges: siempre encontré sus escritos sobre bibliotecas muy interesantes. Me interesa asimismo la arquitectura brutalista, y me hubiera gustado conocer el edificio de la Biblioteca Nacional (diseñado en 1961 por Clorindo Testa, Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga). Pero será en otra oportunidad.”

A pocos días del que iba a ser su debut en la capital argentina, en noviembre pasado como uno de los actos internacionales del Personal Fest, la banda estadounidense anunció la cancelación de su presentación a causa de la defunción de su ex bajista Josh Fauver. Como si se tratara de una paradoja, ese músico de 39 años había reemplazado en el puesto a Justin Bosworth, fundador de Deerhunter, quien falleció en un accidente de skate tras dejar el grupo en 2012. Es que la muerte pareciera ser inherente a la cosmogonía de Cox, pese a que él asegura temerle más a la pobreza en la que creció que al más allá. Además de padecer, al igual que Carca, el síndrome de Marfan –defecto genético que ocasiona que su corazón sea delicado y que las extremidades sean largas y delgadas–, el cantante y guitarrista fue atropellado por un auto a fines de 2014, de lo que se recuperó milagrosamente. Además, en 2010 había perdido la vida uno de sus mejores amigos, el músico Jay Reatard, al que le dedicó el tema He Would Have Laughed, incluido en su álbum Halcyon Digest, publicado ese año.

Casi una década después de la muerte de Jay, el ex The Reatards y Lost Sounds aún merodea en las canciones de Cox, lo que quedó en evidencia en el más reciente disco de Deerhunter, el magistral Why Hasn’t Everything Already Disappeared?, publicado el pasado viernes, en el que además de confirmarse como uno de los grupos más valientes del indie de las últimas dos décadas demostró que su comprensión del pop no tiene fronteras. A cuatro años de la publicación de su álbum anterior, el prolijo y homogéneo Fading Frontier, el quinteto acaba de mostrar su semblante más experimental, haciéndose del apocalipsis y del cinismo como disparadores conceptuales. Aquí las guitarras, uno de los mayores puntos del identikit de la banda, pasan a un segundo plano para que el protagonismo lo tomen los sonidos barrocos, retrofuturistas y coloridos, de la misma forma que los sintetizadores antiguos, el clavecín, los caños y hasta las capas de marimbas. Así que es imposible no instalar paralelismos a lo que hizo El mató a un policía motorizado en La síntesis O’Konor.

A diferencia de sus otros siete álbumes, ¿cómo fue el proceso de producción esta vez?

--Nos concentramos más en los teclados antiguos que tienen un sentimiento humano. No estoy totalmente interesado en los sintetizadores. Los encuentro útiles para algunas cosas, pero nada es más interesante para mí que un viejo piano o un clavecín. También queríamos que las baterías fueran afines a la arquitectura brutalista. Como el edificio de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.

Cuando su disquera anunció la salida de su nuevo disco, lanzando el single Death in Midsummer, la nota de prensa advertía tu preocupación por “la cultura, la naturaleza, la lógica y la emoción”. ¿Se trata de un álbum distópico u optimista?

--Yo diría que el optimismo y el cinismo distópico son igualmente inútiles. A veces simplemente debes reconocer lo que es real sin intentar contextualizarlo.

Ese tema está inspirado en una foto de la Revolución Rusa y en el repertorio hay muchas alusiones a otras épocas. ¿Creés que el pasado era mejor que el presente?

--A veces pienso que sería más feliz haciendo música en otro momento. También creo que al suponer esto soy sentimental e ingenuo. Estoy seguro de que cada época contiene todos los aspectos positivos y negativos de la experiencia humana.

¿Sentís que la sociedad estadounidense se encuentra en sintonía con las preocupaciones que encierra este trabajo?

--Sinceramente, no me siento parte de la sociedad estadounidense. Me encuentro fuera de ella. Estoy muy decepcionado por la mayoría de sus ideas.

¿Y está inspirado también en la actual situación política, social y cultural que atraviesa tu país?

--Diría que está inspirado en la actual situación de todo el mundo. Veo lo que sucede desde una perspectiva humanista, y no veo a los Estados Unidos como especialmente diferente de cualquier otro lugar. Los tiempos son oscuros en todas partes. No tiene sentido bailar o cantar sobre el “amor” o los “buenos tiempos”. Ya no son prácticos. Debemos rendirnos al vacío. Esperemos que podamos alcanzar algún tipo de paz a través de la nada. Todo lo demás es demasiado complejo.

¿Siempre buscás que Deerhunter gire en torno a un concepto?

--Siempre hay un estado de ánimo. Cuando pienso en el arte conceptual, siento que puede ser arrogante. No tengo solución a ningún problema. Sólo tengo esta impresión para expresar.

La decena de canciones que conforman Why Hasn’t Everything Already Disappeared? lo convierten desde ya en uno de los mejores trabajos que albergará 2019, y en una obra maestra de la banda creada en 2001. Pero además el 19 de agosto pasado se celebraron 10 años de la aparición del álbum que puso a Deerhunter en el centro de la escena musical mundial: Microcastle, toda una oda al shoegazing y al noise, y un punto de inflexión en su trayectoria, que además lo presentó ante la audiencia argentina. “Me resulta muy difícil pensar en el pasado”, confiesa este músico de 36 años, cuya aplanadora del ruidismo fue bajando decibeles en la medida que avanzaron sus producciones. “Recuerdo que Lockett (Pundt, guitarrista y multiinstrumentista de la agrupación) y yo teníamos gripe cuando hicimos Microcastle. La fiebre era muy alta y alucinábamos. Nunca lo escucho porque me recuerda a ese periodo de enfermedad. Sin embargo, me hace muy feliz saber que se escuchó en Argentina y que a la gente le gustó.”

Tanto en Argentina como en otras partes del mundo, el que no te conoció por Deerhunter lo hizo por tu actuación en Dallas Buyers Club, donde encarnaste el rol de novio de Jared Leto ¿Qué recordás de tu debut en el cine?

--Nunca le hablé mucho porque es un “actor de método”. Así que cuando estuve con él sólo vivió su vida como este personaje de la película. Era bastante pequeño y no había estado comiendo. Pensé que era una experiencia muy interesante. Estoy agradecido de haber sido invitado por el director. Me encantaría hacer más trabajos de cine de vanguardia. Encuentro algo tristes los proyectos cinematográficos más grandes, y en especial los de Hollywood. Creo que es un mundo muy competitivo y desesperado.

Desde 2011, cuando sacaste Parallax, no volviste a lanzar un álbum de Atlas Sound, tu proyecto solista. ¿Preparás nuevo material o sólo te concentrarás en Deerhunter?

--Quiero hacer un álbum de Atlas Sound que se parezca a Peggy Lee –la fallecida cantante icono del jazz y del pop estadunidense, que fue una de las favoritas de Frank Sinatra, Ella Fitzgerald y Judy Garland– o a una cantante de cabaret. Aunque con música alienígena. Me gustaría que tuviera una onda más teatrera.

No sólo te transformaste en uno de los iconos del indie del siglo XXI, sino también de la música en general. ¿Cómo te sentís al respecto?

--No me pienso de esta manera. Me veo más como el amigo de mi perro –le puso Faulkner, en honor al escritor estadounidense–, y como alguien que necesita dejar de coleccionar libros y discos. Me gusta ser de poca importancia. Tengo miedo de cómo me verán después de la muerte. Si se me olvida, quiero que suceda mientras aún esté vivo para poder experimentarlo.

Además de ser conocida como la capital mundial del trap, la ciudad de Atlanta, origen de Deerhunter, es una de las plazas con mayor tradición de música indie en Estados Unidos. ¿Eso pesó en la creación del grupo?

--Debo decir que, antes de que apareciera Internet, tuve la suerte de aprender desde muy temprana edad sobre tanta música gracias a la generación anterior de artistas que surgió en Athens, que también está ubicada en el estado de Georgia, pero a unos 100 kilómetros de Atlanta. Ahora Athens cambió mucho, y es una ciudad principalmente para niños ricos. Toman el dinero de la lotería, que proviene principalmente de los pobres, y se lo dan a esta gente para que vaya gratis a la universidad. Esto significa que tienen dinero para gastar en alquileres más altos. Esto hace que sea imposible vivir una vida digna para un artista pobre. En ese periodo que señalás, los integrantes de R.E.M., Pylon y B-52’s vivían en condiciones baratas. Pudieron concentrarse en su arte sin tener que preocuparse por estar hambrientos o sin hogar. Ahora las cosas son tan diferentes.