Puede que la actriz Lucy Liu sea archiconocida por sus roles memorables en series como Ally McBeal o películas como Kill Bill: Volume 1, pero no es precisamente su talento interpretativo el que la ha depositado en la cartelera del Museo Nacional de Singapur. Sucede que, aunque tantísimos no estén al tanto, la damisela es también una artista visual con más de dos décadas de trayectoria, faceta que ella misma se encargó de mantener a prudencial distancia de Hollywood: hasta 2011, sin más, usó seudónimo para su ocupación adicional, firmando sus piezas como Yu Ling, tal es su nombre chino (sus padres son oriundos de Beijing y Shanghái). Ducha en dispensar dibujos en tinta, pinturas, collages, serigrafías, la vasta mayoría de sus trabajos -empero- involucran objetos descartados (léase basura) que ella recoge y transforma en “artefactos emocionalmente resonantes e intensamente personales”, conforme destaca la web Artsy. Su más reciente muestra es sonada prueba: se trata de Unhomed Belongings, exhibición en la susodicha institución asiática, suerte de consagración de su serio hacer visual, donde quien fuera la mortífera O-Ren Ishii presenta una lustrosa selección de sus laburos. 

Entre ellos, piezas de la serie Lost and Found, proyecto en curso donde Liu interviene libros prístinos, cubiertos en finas telas de colores, por ella recuperados tras ser arrojados por una imprenta en Italia. LL hace huecos en las páginas, logrando que el libro devenga relicario, contenga basurilla recolectada en las calles: cables eléctricos, monedas, latas de gaseosa aplastadas, cajitas vacías pastillas… “Lo descartado se convierte en una entidad, un ser vivo que respira, complacido por tener un lugar seguro donde descansar”, advierte la ¿animista? artista, que explora en su obra el sentido de pertenencia, la sensación de seguridad, la necesidad de contención y amor. “Liu transforman lo ordinario en conceptual, lo salvado en sublime”, canta loas el Museo Nacional de Singapur, que en sus paredes ha colgado además un collage de gran tamaño de Lucy, Velocity, reacción de la actriz al 11-S, donde la neoyorquina combina -del anverso- fotografías de la ciudad con telas e hilos que, injertados a lo largo y ancho, aluden a los efectos emocionales del atentado; mientras, del reverso, “una cuerda atada en la parte inferior sostiene varios objetos, referencia a las tradiciones simbólicas congoleñas y a los ‘árboles de los deseos’ japoneses”, en palabras de la crítica especializada.