Y una noche, en las voces y los gestos que supo sembrar, la memoria de Mercedes Sosa floreció en Cosquín.  El sábado, el Festival Nacional de Folklore inauguró su 59a edición con Traigo un pueblo en mi voz, el homenaje a la gran artista tucumana, emblema de sentido, profundidad, riesgo y compromiso para la canción argentina y latinoamericana. Organizado por la Fundación Mercedes Sosa, el encuentro se realizó en la plaza que la consagró, la del festival con el que mantuvo siempre un diálogo tan tenso como artísticamente fértil. Acaso la del sábado fue también una de las formas más entrañables posibles para ese “milagro” que cada enero se promociona en el valle cordobés que cantoras y cantores de todo el país siguen eligiendo para encontrarse. 

Los protagonistas de ese prodigio fueron doce voces, en el sentido más amplio del término, hermanos e hijos del canto de Mercedes: León Gieco, Víctor Heredia, Liliana Herrero, Teresa Parodi, Peteco Carabajal, Julia Zenko, Mónica Abraham, Bruno Arias, Nahuel Pennisi, José Luis Aguirre, Nadia Larcher y La Bruja Salguero. Con ellos estuvo Popi Spatocco, director, pianista y arreglador histórico de Mercedes, al frente de un quinteto que incluyó a Colo Belmonte (batería), Ricardo Cánepa (contrabajo), Sebastián Enriquez (guitarra) y Juan Pablo Di Leone (flauta), además de una orquesta y un nutrido coro, preparado por Edgar Moya Godoy. Juntos recompusieron las fecundas multiplicidades del territorio expresivo que Mercedes supo conjugar en su voz, un mapa cuyo horizonte fue la búsqueda de la mejor canción como lenguaje posible para la voz a un pueblo. Bajo esa premisa pasaron algunas de los temas emblemáticos de un repertorio siempre impecable y vigente, que no deja de conmover. 

Fatalmente asimilada a los tiempos que sucesivamente le tocó vivir, como evento aglutinador y momento significativo de la cultura argentina, la historia de Cosquín es también la puja no siempre equilibrada entre tradiciones e invenciones, entre las encrucijadas del cancionero y la oportunidad de la multitud, hoy multiplicada por la televisión. Este año, el gran espectáculo de la plaza Próspero Molina comenzó con una novedad. La bendición del festival, tradicionalmente a cargo del cura párroco, fue compartida con ministros del culto islámico, el protestante y el evangélico. Cada uno echó la bendición a su modo, y acorde a los tiempos que corren, el pastor evangelista proclamó a Cosquín “Capital nacional del Espíritu Santo”, “condenada al éxito y a la prosperidad”. 

Después del Himno Nacional, a cargo de la Banda de la Escuela Municipal de Música Blas Parera y el coro Municipal de Cosquín, el colorido cuadro del Ballet Camín y la arenga de Claudio Juárez recondujeron las expectativas al inicio de la fiesta. Cuando la técnica del escenario estuvo lista y el maestro de ceremonias había agotado los adjetivos y la prosodia de la gramática gauchesca y sus proyecciones, la voz grabada de Mercedes y la primera canción de la noche comenzaron a desenredar los nudos de miles de gargantas que, poco más de una hora más tarde, terminarían cantando juntas, reconociéndose en la voz de una y de todos. 

“Yo vengo a ofrecer mi corazón”, de Fito Páez, fue el primer mensaje. Víctor Heredia, Julia Zenko –luciendo pañuelo verde en la cintura–, Nahuel Pennisi y la Bruja Salguero, fueron los encargados de administrar la emoción. “Negrita, acá estamos los hijos de tu amor, celebrándote”, dijo Heredia al terminar el tema. Enseguida se sumaron Liliana Herrero, Peteco Carabajal, Nadia Larcher y Bruno Arias, con “Los Hermanos”, de Atahualpa Yupanqui, y “Como pájaros en el aire”, del mismo Carabajal. Después, León Gieco, Teresa Parodi, Mónica Abraham y José Luis Aguirre abordaron “Como la cigarra”, de María Elena Walsh, y “Esa musiquita”, de Parodi. Mientras tanto, imágenes de Mercedes se proyectaban en el fondo del escenario y su voz aparecía cada tanto, con sentencias de belleza política y de vigor artístico. 

Con esas ideas la tucumana supo marcar a lo largo de su carrera cada una de sus interpretaciones, puso sentidos sobre las palabras. Resulta siempre conmovedora la manera en que ese repertorio tan claro, marcado por la energía inequívoca de la voz de Mercedes, refleja esas ideas, aun en el incontrolable torrente verbal de un festival. Frases como “Sin embargo estoy aquí, resucitando”, “…una hermana muy hermosa que se llama libertad”, “…lo cotidiano se vuelve mágico”, por mencionar algunas del inicio del espectáculo, sonaron una vez más límpidas y, cobijadas en el aura de su recuerdo, conservan la frescura de su mensaje. Versos que pasaban de voz en voz, de cantor a cantor, de igual a igual, en el homenaje que por su espíritu no dejó márgenes para individualidades. Conjugó y puso en juego lo mejor de la historia y la estatura artística de Parodi, Herrero, Gieco, Heredia y Peteco; de las voces y los estilos de Pennisi, Zenko, Salguero, Abraham y Arias; de la juventud de Nadia Larcher y José Luis Aguirre. En este sentido, la cantora catamarqueña y el creador cordobés de Traslasierra podrían representar acaso la punta más prometedora para la continuidad de la manera de ser, de pensar y de cantar, que encarnó Mercedes. 

“Alfonsina y el mar”, de Ariel Ramírez y Félix Luna, y “Gracias a la vida”, de Violeta Parra, interpretados por las seis mujeres, y “Todo cambia”, la paráfrasis del chileno Julio Numhauser sobre la canción tradicional “Muda la vana esperanza”, fueron preludio a una notable versión, lenta y reflexiva, de “Solo le pido a Dios”, que en las voces de Pennisi, Herrero, Larcher y Gieco, su creador, sonó con el poderío de un himno. A esta altura de la noche, todos cantaban, arriba, abajo y al costado del escenario, bajo los reflectores o en la penumbra. “Razón de vivir”, de Heredia, que terminó con un enérgico “No más presos políticos en Argentina”, por parte del jujeño Bruno Arias, y el enganche de dos zambas contrastantes, “Si llega a ser tucumana”, de Leguizamón y Pérez, y “Al jardín de la república”, de Virgilio Carmona, pusieron calor al homenaje que entraba en su fase final. Después de “Inconsciente colectivo”, de Charly García, el momento culminante fue “Cuando tenga la tierra”, de Toro y Petrocelli, con la grabación del recitado central que Mercedes hizo en Santa Catalina, en Jujuy, hace casi 20 años. “Cantaré, cantaré”, se multiplicaron las voces. Una promesa y un compromiso.