Amurallar el propio 

sufrimiento es arriesgarse a que éste te devore por dentro.

Frida Khalo

Tomasina era una joven de 19 años internada en un hospital público debido a un aborto séptico1.

Fue una de las primeras pacientes que asistí cuando inicié mi experiencia clínica en un Servicio de Terapia Intensiva.

Junio de 1977: en plena dictadura cívico-militar reinaba en el país un clima opresivo y de terror en las calles.

No menos inquietante y angustioso era para mí el acercarme a pacientes internados en un servicio médico. Era por entonces un psicólogo clínico con apenas cuatro años de recibido, contando con elementales herramientas para escuchar el sufrimiento del paciente internado y tratando de contenerlo. Con cierta cantidad de coraje e inconsciencia me enfrentaba a cuerpos dañados, conectados a sondas, cables y aparatos. Un panorama pleno de incertidumbre: la vida de la mayoría de los pacientes, en ese servicio, pendían de un delgado hilo…

Prueba de mi estupor ante la fragilidad del cuerpo (soma), cuando saludaba a la paciente, al iniciar la sesión, de pie al lado de su cama de internación se repetía este diálogo como preámbulo:

–Buenos días Somatina.

–Tomasina, doctor… (Y no se cansaba de corregirme, diría que le divertía).

Los médicos, pese al clima represivo reinante, se jugaron por no hacer la denuncia policial. Sí les interesaba poder salvar la vida de la paciente gravemente comprometida por una infección generalizada que no cedía pese a haberse implementado un tratamiento con los antibióticos mejor indicados para ese cuadro. 

El pedido de intervención de un profesional “psi” era justamente porque se advertía que había algo, se suponía, que no permitía la remisión de la infección.

Esta demanda singular de ese servicio médico se debía a la existencia de un criterio asistencial bastante inusual en ese territorio por entonces y aún poco frecuente en la actualidad. En dicho servicio se pensaba al paciente como un sujeto a tratar holísticamente, como una unidad cuerpo-mente. 

¿Qué apareció en el relato de la paciente? Nada claro, evasivas… Porque estaba aterrada por el miedo a morirse, con culpa, con una ansiedad persecutoria por saber que podía ser denunciada. Por todo esto se mostraba impenetrable y desconfiada.

Luego de varios encuentros, en medio de ese olor tan particular de la sala de internación, Tomasina empezó a confiar. Ese diálogo inicial, con mi reiterado fallido a cuestas, propició un clima distendido. Y comenzó entonces a relatar de modo bastante reticente lo que los médicos ya sabían: hubo un embarazo no deseado y un aborto clandestino.

También se refirió al terror que padeció ante la posibilidad de que su padre se enterara de su embarazo.

Luego del aborto, utilizando agujas de tejer, tallos de perejil, fue presa del pánico por el temor a morir por las complicaciones de ese acto ilegal, sin asistencia médica adecuada… Un aborto en la pobreza. 

Y ahora, con la posibilidad de ser asistida por un equipo médico hospitalario, se agregaba el temor a ser denunciada por haber cometido un acto ilícito (¡el Código Penal de 1921 condena a las mujeres o a los terceros que promuevan el aborto!).

Tranquilizo a Tomasina con relación a este temor. Se alivia aunque mantiene cierta desconfianza.

Los antibióticos empiezan a funcionar y el cuadro séptico cede, cambiando también el estado de ánimo de la paciente.

He utilizado este ejemplo clínico en dos escritos anteriores pues me parece paradigmático en cuanto a la posibilidad de modificar una situación en un principio insalvable, pero modificable al fin y de modo positivo en tanto se interviene dando lugar a la palabra, al relato del sufrimiento y a la contención de la angustia.

Como lo expresaba tan sabiamente Frida Khalo, el sufrimiento de Tomasina dejó de estar amurallado por el terror. Ella, poco a poco, tomó el espacio de expresión que le ofrecí y fue logrando alivio y confianza en el equipo médico.

Si la situación no se hubiera podido modificar, el cuadro séptico se habría generalizado hasta ser letal.

Retomo el caso de Tomasina/Somatina en este momento a partir de la muy saludable “ola verde” que da cuenta de una posición militante de un sector muy importante de la población argentina, no solamente integrada por mujeres.

Tal vez el caso de Tomasina/Somatina es un “hápax clínico”, un caso único de aborto séptico que no termina siendo letal. Pues sabemos que, lamentablemente, existe una muy alta cifra de abortos clandestinos que se cierran con la muerte y, en general, es la muerte de mujeres pobres que, en algunos casos, dejan huérfanos a otros hijos.

Hace años, el doctor Aquiles Roncoroni advirtió que el problema más serio con relación a la salud, es que ésta se ha convertido en una mercancía más dentro del mercado total.

Muy poco se ha dicho en los debates, tanto en las dos cámaras del Congreso como en los medios más masivos de comunicación, que justamente modelan la opinión pública, de lo que sucede a nivel del orden médico y de las corporaciones farmacéuticas: un aborto en condiciones médicas adecuadas cuesta el equivalente actual de 1000 o 1500 dólares y el Misoprostol2 sólo se consigue a un valor hasta cuatro veces superior a su valor real justamente por un manejo avieso de las leyes del mercado.

La Iglesia Católica, tan preocupada por los pobres, nada dice con relación a cómo viven las mujeres pobres esta evidente injusticia social. Y el Papa, haciendo un comentario lamentable, comparó todo este movimiento por la legalización del aborto con el nazismo. Desde hace milenios, la Iglesia Católica “evangeliza” inoculando la culpa y el pecado en el camino de la vida...

En este sentido se puede afirmar que la posición de la Iglesia Católica, así como también la de otros credos, es solidaria con una posición patriarcal claramente machista, de acuerdo con la cual existe un mandato antiabortista per se, con el lema de la supuesta defensa de las dos vidas. 

Desaparece la singularidad y por lo tanto no importa la subjetividad de la mujer gestante ni su contexto socioeconóminco. 

Mencioné anteriormente la acción que condena el Código Penal de 1921. En este caso se trata claramente de una ley patriarcal que genera la existencia de un delito: el aborto.

Haré a continuación un contrapunto con el artículo 19 de la Constitución Nacional de 1853:

Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe. 

La Constitución reconoce la existencia de acciones privadas y el aborto es un drama privado no buscado. 

Sí puede resultar ofensivo para un orden y una moral manipulada por el poder de la Iglesia Católica, algunos grupos evangélicos y hasta sectores neonazis. No sucede lo mismo con otras confesiones: por ejemplo, los rabinos consideran el caso por caso, por lo tanto el aborto no siempre es un acto punible. Puede estar justificado en función de evitar un mal mayor. No se observa el hecho como algo absoluto y negativo de antemano, sino que se visualiza en función de un contexto singular.

Lo ha reconocido el actual ministro de Salud: el aborto ha dejado de ser un tema tabú, y el resultado negativo en el Senado es una derrota dentro de un recorrido que finalmente será diferente porque el movimiento social apunta a un orden moral no hipócrita.

La figura de Dios –dios es inconsciente, es la instancia superyoica en acción–, varía según la rama de las diferentes congregaciones religiosas que lo predican. 

Ahora bien, una cuestión es la intervención de la autoridad religiosa, dentro de la comunidad de fieles que lo siguen y sostienen esa creencia. Y otra situación muy diferente es cuando se produce la intervención de la Iglesia Católica en los asuntos del Estado. Tal como se ha evidenciado en nuestro país generando una nueva grieta, como sucedió hace ya 50 años con relación a la educación con aquel enfrentamiento laica-libre para promover la educación privada religiosa.

La República Argentina se ha destacado por ser un espacio integrador de diferentes culturas y religiones. Afortunadamente no hemos tenido graves problemas de convivencia entre nosotros, siempre hemos vivido en un ámbito de respeto y aceptación de las diferencias religiosas. Es de esperar que esta situación se mantenga pese a la contingencia confrontativa entre pañuelos verdes y celestes. Que, en mi opinión, fueron impulsados por sectores comprometidos con intereses económicos y no solamente religiosos.

En cuanto al orden y a la moral pública: el divorcio era inadmisible en nuestro país, lo mismo que el matrimonio igualitario.

La República Argentina fue uno de los primeros países que permitió votar a la mujer, posibilitó el divorcio vincular y reconoció el matrimonio igualitario y la Ley de identidad de género. Por lo tanto, podemos afirmar que estamos avanzando…

Considero importante reflexionar acerca de la posición fundamentalista autodenominada provida o de defensa de las dos vidas.

Desde este planteo, la mujer embarazada debe defender la vida que lleva en su seno y traer un hijo al mundo aunque ése no sea su deseo.

Las razones de un embarazo no deseado pueden ser diversas: ser producto de una violación, un acto sexual anónimo, fruto de una pareja que terminó, puede ser evaluado como una carga familiar que afectaría el sostenimiento de la crianza y educación de otros hijos, y seguramente existirán otras situaciones posibles.

Para el discurso fundamentalista ninguna razón individual es válida.

Me apoyaré en mi experiencia clínica y en el saber aportado por varios autores del campo psicoanalítico para fundamentar la defensa de la decisión de la mujer que decide no continuar con un embarazo.

La historia difícil de varios pacientes adultos que he atendido con un diagnóstico complejo tiene, en muchos casos, su origen en un embarazo no deseado o directamente en un aborto fallido.

Lacan afirmó que la verdadera lotería de la vida era el lugar (lote) en el cual caemos al nacer. Ese lugar puede ser una cuna en la cual el deseo parental puede estar o no. La verdadera “cuna de oro” es cuando el sujeto es hablado desde antes de nacer y con amor parental. Lo contrario, es más difícil de remontar.

Françoise Doltó afirmaba que todo hijo era un hijo adoptado que pudo o no haber sido deseado. 

Winnicott planteó la necesidad de un ambiente suficientemente bueno como condición de un crecimiento saludable a todo nivel.

Heinz Kohut rescató la figura de Ulises, como padre protector necesario para propiciar un crecimiento también saludable3. 

Estos autores ponen el énfasis en el deseo de hijo. El deseo no surge por un mandato religioso ni por ninguna otra imposición.

El mandato bíblico puede quedar en el pasado pues ha corrido mucha agua debajo de los puentes. Ya no es más válido para todos el “creced y multiplicaos” ni el “parirás con dolor”. 

Si se legaliza el aborto y de este modo se logra comprometer al Estado como protector de la salud de la mujer, historias como la de Tomasina/Somatina pueden llegar a ser muy diferentes: no más terror por la sanción familiar o social porque es un drama no buscado, y sí la posibilidad de recibir asistencia médica y psicológica de contención con el adecuado asesoramiento para evitar un nuevo embarazo no deseado.

El tema está instalado y, vuelvo a decirlo, el aborto dejó de ser una palabra tabú.

Y quizás lo más saludable es el hecho de haberse movilizado una muy importante población juvenil. Nuevas generaciones en movimiento, que de modo muy festivo se expresaron ganando las calles, pese a las condiciones climáticas adversas que padecieron en el último momento de la votación en el Senado. 

Es más fuerte el deseo de cambio que los obstáculos. Así es como se lograron las diversas reivindicaciones a lo largo de la historia. Así se está modificando el lugar de la mujer en la sociedad y así también es de esperar que se podrá modificar la situación legal referida al aborto, con la posibilidad de una adecuada asistencia integral cuando fuese necesaria.

* Psicoanalista (UBA).

  1. El caso de Tomasina apareció en pág. 259 en “La inducción de la muerte”  (“5 ensayor de Psicología” Premio “Coca-Cola en las Artes y las Ciencia”. Editor Luis O. Tedesco. Buenos Aires, 1985.)
  2. Y en pág. 133 en “Clínica de la subjetividad en territorio médico”. Letra Viva. Buenos Aires, 2002.
  3. Situación que podría cambiar en tanto este medicamento se empiece a producir para uso hospitalario y con receta archivada.
  4. Kohut propone a Ulises como padre protector en oposición a Layo (abusador sexual y filicida) el padre de Edipo. La figura mítica de Ulises y el tema del patriarcado y sus nefastas consecuencias para el funcionamiento social, en especial la omisión freudiana con relación a Layo el padre de Edipo, es parte de la temática de mi nuevo libro “De Layo a Ulises. El Complejo de Edipo en un caleidoscopio.” (Letra Viva. Mayo de 2018).