Desde Caracas

El diputado que se autoproclamó como presidente, Juan Guaidó, sacó a relucir dos nuevas cartas de la hoja de ruta con la que pretende dar el golpe de Estado en Venezuela. Por un lado, anunció la realización de nuevas marchas para la próxima semana “para que sientan que este pueblo no detiene su camino hacia la democracia” y, sobre todo, dijo que es inminente el inicio de acopio de mercadería y remedios en las fronteras de Venezuela para poner en marcha su caballo de Troya que no es otra cosa que la tan mentada ayuda humanitaria. Indicó que “hay una coalición mundial” detrás de esta ayuda y señaló a la ciudad colombiana de Cúcuta como el primer lugar del acopio. Guaidó pretende realizar una caravana hacia ese lugar que partiría el martes para forzar el ingreso de esa ayuda y provocar, según afirman en el gobierno bolivariano, un conflicto con las autoridades fronterizas venezolanas y, posiblemente, desatar el caos.

Guaidó no fue claro cuando se refirió a la supuesta caravana que se dirigirá hasta el Cútuta para recoger la ayuda humanitaria. Lo extraño es que siempre se refirió a esa ciudad de Colombia y nunca de las venezolanas San Cristóbal y San Antonio del Táchira. Esa es una zona caliente de la frontera. No sólo por el paso de contrabando sino también porque por allí ingresaron los sicarios que detuvo el Ministerio de Interior y Justicia hace tres días. Pero además, desde esa ciudad colombiana llegan mensajes que será la principal zona por donde ingresará la invasión norteamericana. Guaidó dijo que hasta allí irá una caravana donde participará la iglesia católica local, que mantiene una abierto enfrentamiento con el chavismo. Guaidó dijo que en Brasil también estará uno de los puntos de acopio de esa dichosa ayuda pero no dio la ubicación exacta de donde se instalará el punto de recepción. Mucho menos lo hizo cuando se refirió al tercer lugar y se limitó a decir que “estará en una isla del Caribe”.  El líder opositor no dijo de dónde provendrá esa ayuda y mucho menos los requisitos que suele implicar este tipo de campaña. Pero ayer fue el Comité Internacional de la Cruz Roja el que develó el misterio al emitir un comunicado donde le advirtió al gobierno de Estados Unidos sobre “los riesgos de enviar supuesta ayuda humanitaria a Venezuela sin la aprobación de las autoridades venezolanas”.

El diputado preparó el terreno para futuros conflictos al reconocer que “no será fácil” la búsqueda de esa ayuda. Lo sabe porque tendrá que cruzar la frontera y con eso buscará generar un conflicto que tendrá amplia difusión mediática.

En otro tramo de su discurso, leído de unos papeles que tenía en el atril, Guaidó se concentró en otro de sus ejes discursivos y que no es otro que el convocar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb) a que se sume a su movimiento. “El rol de la Fanb es ponerse del lado de la Constitución, es ejercer tu rol como soldado de Venezuela, hacer valer la soberanía y ayudar en la reconstrucción del país”, dijo luego de reiterar su ofrecimiento de amnistía.

Si bien no se refirió a la posibilidad de que se produzca una intervención militar extranjera, el opositor habló de guerra civil aunque dijo estar convencido que no se producirá. En principio porque “no tenemos miedo”, dijo pero luego aseguró que no se producirá porque “nadie respalda al dictador y nadie está dispuesto a inmolarse por él”. Es más, aseguró que “el 90 por ciento de los venezolanos y el mundo” quiere que cambie el gobierno. ¿Se puede?, preguntó con un grito ronco al estilo de pastor evangelista y la multitud respondió como una letanía y provocando cierta remembranza macrista: “Sí se puede”. Luego les pidió que se mantengan en las calles porque “Miraflores está más cerca y pronto llegaremos allí”, afirmó en referencia a la sede del gobierno central de Venezuela.

Como muestra de esa confianza, Guaidó mostró a la diputada Kelly Perfecto como uno de los logros de su movimiento. La legisladora formaba parte de Tupamaros, unos de los partidos aliados al chavismo, y ahora se acercó a la oposición. Guaidó le dio la bienvenida, la abrazó y luego la puso a un lado y más atrás. La gente no la aplaudió, como si no aceptara la defección de los que ellos odian.

La marcha opositora se realizó en la plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes, al este de la capital venezolana. Si bien fue importante en cantidad, aunque no superó a la chavista, los organizadores tuvieron la precaución de realizarla en una zona donde las dos calles que limitan a la plaza de forma triangular son más angostas y pusieron el escenario poco más allá de la unión de ambas arterias. Por lo tanto, el forzado apretujamiento de sus seguidores daba la imagen de ser mayor el número de los que realmente habían llegado hasta allí.

A diferencia de las marchas bolivarianas, las de la oposición suelen ser más rígidas, menos amables y dilapidan insultos contra Nicolás Maduro en particular y el chavismo en general. No es una fiesta sino una concentración donde predomina el odio y el rencor de clase. Es importante destacar que no tienen vergüenza de ello y se preocupan, en sus declaraciones, en no darle entidad como personas a los que apoyan al gobierno de Maduro. Son los ellos o son los nadie.