Debutó a los 17 años como delantero del Fulham de Inglaterra, pero por entonces su padre le insistía para que continuara ganándose la vida como electricista. Luego pasó al West Bromwich. No pudo salir campeón en su etapa de futbolista profesional, pero pasaría a la historia como entrenador al llevar a lo más alto nada menos que al humilde Ipswich Town. Después conduciría al seleccionado británico en dos mundiales y al Barcelona de los difíciles tiempos post-Johan Cruyff, donde se consagró en tres de los cuatro torneos que disputó; pero quedar segundo en el campeonato español detrás del Real Madrid lo terminó condenando. En 1999 vio cumplido su sueño cuando firmó con el club al que amó desde el primero hasta el último de sus días: el Newcastle, al que clasificó para la Champions League. En un lapso de quince años tuvo que ser intervenido cinco veces por diversos tumores. A mediados de este año se cumplirá una década de su muerte a consecuencia de un cáncer de pulmón, pero el recuerdo del inglés Bobby Robson sigue presente en el mundo del fútbol. Un documental que se puede ver por streaming refleja su vida. 

Como se dijo, este gentleman inglés, nacido en Sacriston el 18 de febrero de 1933, no conoció la gloria como futbolista. Si bien fue convocado por su seleccionado para disputar el Mundial de 1962 en Chile, una lesión en el tobillo le impidió jugar varios encuentros. Sin embargo, Robson sería reconocido más tarde, ya en su faceta de entrenador.

Sólo dos días después de que Inglaterra quedara eliminada en el Mundial de España, Robson sucedió a Ron Greenwood como seleccionador inglés. El nuevo conductor británico se había ganado una excelente reputación a lo largo de sus trece años en el Ipswich Town, al que condujo a dos subcampeonatos de liga, una FA Cup y una Copa de la UEFA, todo un hito para un club de provincias.

En México ‘86, con los Three Lions que conformaban entre otros Gary Lineker (goleador de ese Mundial), Chris Waddle, John Barnes y Peter Beardsley, debió vérselas en cuartos de final con la Argentina de un iluminado Diego Armando Maradona. Acerca de la famosa “mano de Dios”, Robson afirmó que más bien se trató “de la mano de un bribón”. No obstante, el inglés honorable debió sacarse el sombrero ante el inolvidable segundo gol del nacido en Villa Fiorito. Inglaterra quedó out en tierras aztecas. Robson presentó su dimisión, pero no se la aceptaron. “Será mi último intento”, diría a la BBC de cara a la Copa del Mundo que se jugaría en tierra azzurra.

Los años ‘90 devolvieron al fútbol inglés la popularidad perdida a caballo de los hooligans en los ‘80. Con una gran renovación en el plantel a partir de la incorporación de veintañeros habilidosos como David Platt, pero sobre todo de Paul Gascoigne (el favorito de Robson, que siempre le exigió “jugar bien”), cuatro años más tarde sobrevendría la dolorosa derrota por penales contra la Alemania de Lothar Matthäus en las semifinales de Italia ‘90. “No pasa un solo día en que no piense en ese partido y en las cosas que podría haber hecho diferente”, reconoció más tarde Robson. Es que Inglaterra nunca estuvo tan cerca de revalidar su único Campeonato Mundial de 1966, a su vez inicio de una larga maldición que dura hasta la actualidad.

Según se refleja en el documental Bobby Robson, más que un entrenador, que se puede ver por Netflix, en 1995 el entrenador inglés volvió de Portugal tras su paso por Sporting y el Porto a su país de origen, y su médico le diagnosticó un cáncer en la nariz. “‘Necesitas una intervención inmediata’, le dije. Es lo que solemos decir a un paciente al que le quedan dos o tres años de vida como mucho y le aconsejé retirarse”, señaló su doctor de cabecera. Un año más tarde, Robson eludió la muerte y llegó a Cataluña para sustituir nada menos que al holandés Cruyff en el recalentado banco del Barça, acompañado de José Mourinho, su traductor y ayudante de campo.

Aun con un plantel que contaba con el búlgaro Stoichkov, el portugués Figo, el argentino Pizzi y los créditos locales Josep Guardiola y Luis Enrique, el inglés puso condiciones. “El fútbol es espectáculo. Lo que quiero llevar al Camp Nou es un buen fútbol y para eso necesitamos jugadores que puedan cambiar un partido. Hay un chico joven en el PSV que me gusta muchísimo. Creo que es muy bueno, pero es un riesgo”, le dijo Robson al presidente culé Josep Lluís Núñez. Así llegó al Barcelona el brasileño Ronaldo, quien en el citado documental admite: “En esa época el club tenía un equipo muy internacional; él fue capaz de entenderlos a todos y nos brindaba ayuda”.

Muchos entrenadores aún siguen su filosofía porque no abundan nombres tan admirados como el de Robson dentro del mundo del fútbol. De hecho, el actual entrenador del Manchester City no ahorró elogios para el conductor británico. “El Barça es más que un club y Sir Bobby Robson fue más que un entrenador. Transmitía sentimientos honestos, buenas vibraciones. Siempre se comunicaba con nosotros. Aprendí mucho de él”, apuntó Pep Guardiola. 

Pese a ganar la Recopa de Europa ante el PSG (1-0) y la Copa del Rey ante el Betis (3-2) en una final inolvidable en el estadio Santiago Bernabéu, el holandés Louis van Gaal fue contratado para dirigir al Barça las temporadas siguientes. Es que salir segundo en la Liga detrás de Real Madrid sentenció a Robson, relegado injustamente del banco para asumir un lugar en la secretaría técnica azulgrana. Eso representó una cuchillada trapera para el inglés, que en 1998 abandonó Cataluña tras aceptar una tentadora oferta de uno de sus ex equipos, el PSV Eindhoven. Robson era muy intenso, amaba profundamente la vida, pero aún más amaba el fútbol, la esencia del juego. “Es mi droga, es mi vida”, afirmaba el hombre que llegó a vivir apartado de sus propios hijos detrás de semejante pasión.

Pero el tiempo pasaba y el fantasma del cáncer volvía a acecharlo. Durante quince años le hizo frente a cinco tumores y llegó a crear a su nombre una fundación de lucha contra la enfermedad. Dirigió en silla de ruedas un último partido entre veteranos y preguntó especialmente por Gascoigne, su protegido. Cuando lo reconoció, le dijo al oído: “Jugá bien”. Como en tantas otras ocasiones. Y el indómito Gazza, quien tras su retiro de la actividad profesional tuvo serios problemas de alcoholismo que lo dejaron casi en la ruina, no pudo reprimir las lágrimas.

A mediados de 2009, tras una agotadora y durísima batalla contra un nuevo tumor, Robson pasó a mejor vida. Tenía 76 años. Sobre el final del documental, Mourinho, el entrenador portugués cesanteado hace poco del Manchester United, lo despide con emoción: “Bobby Robson morirá sólo cuando muera la última persona que lo quiere”.