“Leemos literatura porque una vida no nos alcanza. No nos alcanza un amor, un patio, una profesión... Y tampoco nos alcanza una muerte. Querríamos morir en un campo de batalla, en una cama junto a nuestros seres amados, querríamos morir sin despertar, pero también diciendo una frase inolvidable. Y sobre todo, querríamos morir y seguir viendo lo que ocurre”. Así decía Liliana Bodoc. Y cuánta verdad había en sus palabras. Recordando esta y otras citas de la escritora que, entre otras cosas, inventó todo un nuevo territorio para el fantasy –uno que hace pie en este continente–, sus lectores y sus lectoras, los que la quieren por lo que dejó dentro y fuera de la literatura, la homenajearon ayer, a un año de su muerte. Hubo encuentros en El Trapiche, donde Bodoc vivía junto a su familia, en Santa Fe, donde nació; en Mendoza, donde vivió, estudió Letras y fue docente, en Córdoba. En Buenos Aires, el lugar elegido fue Hasta Trilce, el teatro cuya sala principal hoy lleva el nombre de la escritora. 

Así que en Boedo fue donde algunos de sus lectores y lectoras se fueron juntando, alrededor de un mate o una cerveza, pero sobre todo alrededor de esos libros y lecturas que, aseguran, cambiaron sus vidas. También de tantas anécdotas que se desparraman entre la admiración, el cariño y el agradecimiento. En esta misma sala de Hasta Trilce, varios de ellos tomaron talleres con Bodoc. También aquí la compañía Tres Gatos Locos, formada entre otros por Galo Bodoc, hijo de la escritora, sigue representando obras basadas en sus cuentos: Rojo, Un cuento negro, Ye Lou (todas sobre el libro Sucedió en colores), o la más reciente Yo, el espejo africano, a partir de ese libro que conmueve a adolescentes, jóvenes y adultos. 

Fue la célebre Saga de los confines la que marcó, sobre todo, a la mayoría de los que se acercaron a recordar a Bodoc, como un modo de “pasar este día un poco más aliviados, juntos”, como dijo alguien, o de “confirmar la familia que se forma con el ADN que uno elige, que en este caso es el de Liliana Bodoc”. En esa maravillosa historia que se extiende en Los días del venado, Los días de la sombra y Los días del fuego –y que, como se suele recordar, la escritora publicó “ya de grande”, cuando todavía era una docente que trabajaba en Mendoza, y probó suerte con su primer manuscrito casi como un atrevimiento– inventa un mundo tan fantástico como reconocible: ese que funda en Los Confines, el extremo sur de las Tierras Fértiles, invadidas por los ejércitos que llegan desde las Tierras Antiguas. Así que entre aldeas y brujos, la casa de Kush, la tribu Husihuilke y las piedras que hacen cantar al fuego, transcurrió una parte de los recuerdos dedicados a Liliana Bodoc. 

El ilustrador Gonzalo Kenny, quien creó los dibujos de la Saga de los Confines, fue uno de los impulsores de esta juntada en homenaje a la autora. Con autorización de la familia de la escritora, compartió algunos textos inéditos, que quedaron afuera de El arte de los confines: Venado, un libro álbum inspirado en Los días del venado, y que Bodoc y Kenny editaron en 2017, tras cuatro años de trabajo conjunto. Aquí se vuelve a contar la historia de la invasión y resistencia de las Tierras Fértiles, con nuevos textos y situaciones, y el universo de la saga aparece desplegado en más de cincuenta ilustraciones. Kenny contó cómo finalmente decidieron editar esta obra de manera autogestiva, para darle la impronta que ellos querían, sin limitaciones de formato y contenido. Todo un recuerdo, en sí mismo, del modo en que entendía la literatura Bodoc. 

También el escritor y dibujante Leo Batic, autor de la saga El último reino y del Bestiario mitológico de seres fantásticos de la Argentina, recordó a Bodoc y el modo en que ella “puso el primer pie de una manera contundente” para los comienzos del fantasy local. “No era solo para expresarse a través de un género. Tenía muy claro que la fantasía está para hablar de otra cosa. En sus seminarios siempre decía que si no hay algo más allá, no va a pasar nada. Por más que tengas un hermoso elfo o el mejor super héroe, si no están para contar algo más allá de ese mundo de fantasía, la historia no se sustenta”, advirtió. Y destacó la capacidad del fantasy, y en particular del que creaba Bodoc, para “hacernos pensar sobre lo que ya sabíamos, pero de nuevo; hacernos volver a mirar un árbol y pensar que de verdad puede estar diciéndonos algo”. 

Entre los recuerdos que situaron a Bodoc en esa dimensión humana que también la destacó, o en su compromiso social y político puesto en acto, fueron apareciendo sus palabras, también fuera de los libros. Como esa idea suya alrededor de “las manos con las uno escribe”: “todas las manos que están sobre la nuestra cuando escribimos; las de nuestros ancestros, las de nuestros seres queridos, las de quienes escribieron antes que nosotros”. Y puede pensarse que hoy sus manos están sobre las de muchos. Como el músico y cuenta cuentos cordobés Marcelo Guerrero, que está poniendo música a algunos de sus textos. Estuvieron también en este encuentro, que tuvo la tristeza de la ausencia pero sobre todo un ánimo celebratorio, cuando un par de sus alumnos leyeron sus propios textos, los que nacieron al impulso de sus talleres. Tal vez, la mejor forma de recordar, celebrar y querer a una escritora.