Perdón por ser tan genial

(Mariela Viglietti / Le Noise)

Hay libros en los que puede verse al artista despegando. Este es uno de ellos. Si lo hecho hasta ahora por la joven Mariela Viglietti era prometedor, aquí levanta la vara a pasos agigantados. Por un lado, porque se potencia el guión, que gana en complejidad sin perder fuerza ni claridad. Así, hay pasajes policiales, otros intimistas y bastante desenfreno. De yapa, Viglietti es buena dialoguista. Por otro lado, porque en el apartado gráfico cuajan recursos, resoluciones y méritos que ya aparecían en sus trabajos anteriores. El relato que propone es intenso y cuenta la relación de una chica con una Muerte. Una relación cariñosa, sobreprotectora y algo trash que vale la pena conocer.


Ingratitos

(Caro Chinasky / Maten al mensajero)

Las mascotas suelen ser un excelente reflejo de los humanos que las criaron, como versiones más primordiales de sus manías. Los gatos de Ingratitos son algo de eso, como Pepes Grillos sin filtro que se chantan verdades entre ellos o a su “dueña” sin anestesia. Chinasky consigue armar un libro sólo con estos chistes de gatos (originalmente publicados en su tira de Tiempo Argentino) sin que la lectura decaiga ni sature la fórmula. Hay un mérito que no reside sólo en la potencia humorística (que ella maneja de sobra) sino también en la cuidadosa selección y ordenamiento del material. En el trabajo editorial que aquí potencia lo bueno que ofrecen dos gatos sin (bolas de) pelos en la lengua.


The end of the fucking world

(Charles Forsman / La Bola Editora)

Es inevitable comparar la lectura de esta novela gráfica con su adaptación a la pantalla chica. Inevitable observar cómo muchos recursos que Forsman pone en práctica en el papel son impracticables con la cámara. Ni aún la voz en off televisiva transmite la misma sensación de introspección que logra el papel, algo que además se multiplica por el trazo sencillo del autor. No es un libro con grandes golpes de efecto gráficos, sino uno donde los silencios (ausentes en la pantalla) construyen también la desesperación adolescente de los protagonistas. Los silencios del papel tienen rabias, frustraciones, sueños que se tambalean, dudas y un intento por montar un refugio en el compañero.


Magia Blanca

(Simon Hanselmann / El Hotel de las ideas/Loco Rabia)

Si hay un momento para leer cada libro, Magia blanca es para agarrarlo a los veintitantos, cuando un grupo de amigos empieza a tomar formas contradictorias de encarar la vida. Eso es lo que le sucede a la bruja, el gato y el búho de esta historia. Los tres conviven (ella y el felino son pareja, el pájaro guarda deseos), pero los ritmos y los mecanismos de todos entran en conflicto. Los de unos por nihilistas, el otro por excesivamente ordenado, por cómo reaccionan ante la irrupción dentro de su propio descontrol de otros amigos (una variopinta fauna sobrenatural) cuya vida es un desastre. Quien más, quien menos, cualquier puede reconocer en los personajes Hanselmann ejemplares de su propia juventud.