¡Termínenla travestes! ¡O travestas, o como quiera que sea ahora! Es decir, termínenla ustedas, señoras travestus, con ese berretín de monopolizar el crossdresing como si ninguna tuviera derecho a ponerse un vestidito, una puntilla, ¡un plisé soleil y unos taquitos chupete para salir a dar la vuelta el perro por la plaza del pueblo! Ahora que vi el desfile de Palomo me avivé y se lo voy a contar a todos mis amigos (sí, con "o", porque ellas también son unas locas empoderadas).

Por suerte Palomo está de nuestro lado, que es como decir que está como de cualquier lado. Pero si hace unos dos añitos había estado en Nueva York para mostrar que lo queer podría llegar hasta los ojos más normalizadores del universo (es decir, Vogue), ahora viene porque ya es casi el rey de la moda y el fashion del mundo. Porque las pasarelas, después de La muerte de McQueen a principios de siglo y del destierro de Galiano, que lo dejó a media máquina en Maison Margiella, se habían vuelto tan aburridas que parecía que nos íbamos a volver lo contrario de locas del sopor. 

Como sea. Palomo ya está acá para tirarnos con su ropita divina, casi nada controversial a esta altura del partido. ¡Pero no menos divinísima! Porque, bueno, cada tanto está esa cosa de que los españoles, sin que una lo espere, te tiran una reflexión sobre su propio folklore que te deja muda… y eso no es sólo porque sea uno de los pocos folclores (con c o k o, como sea) nacionales o regionales que te pueden resultar tolerables. Sino porque le ponen una onda que es como si hicieran lo que ningún artista argentino pudo (salvo el honroso caso de Mercedes Sosa y  algún otro): lo piensan un poco.

Los españoles te tiran a Dalí o a Buñuel o a Picasso o a Almodóvar o a Palomo. Siempre aparece uno que te hace recapacitar en que la madre patria, al final, no estaba tan mal y esas cosas que piensa una de su madre cuando de repente te hace un comentario que decís: ¡ah, yo estoy loca, pero está bien, porque es genético!

Este desfilito o desfilite o desflilate (que viene bien para rimar con dislate, pero en el buen sentido de la palabra) de Palomo en NYC del pasado 4 de febrero, se tituló "1916". Como quien dice: un minutito antes de que se vaya todo el siglo XX al carajo en guerras (la primera mundial del 17), vanguardias (el Duchamp del 17) y revoluciones (la rusa del 17). Pero claro, el tiene motivos más precisos para ponerle ese nombre. Resulta que es un homenaje a la llegada del ballet ruso a España, de la mano de Diaghilev, Cocteau y toda esa cohorte de locaje que encontró la grieta del ballet para expresar sus cositas; pero todo eso mezclado con flamenco y con gallegada de la Córdoba del mismo Palomo. El resultado es una cosa que vendría a ser como unos señores que portan un Pierrot Lunaire mezclado con los volados de Lola Flores, que por ahí no da tanto para Gerente del Santander/Río, porque no sé qué te van a decir los clientes cuando le decís que les estás robando toda la platita porque tenés que ponerte unos calzones de puntillas. Pero, quién te dice, con este impulso de androginia (¡qué palabra de Mirtha! ¡Perdón! ¡Pero no sé cómo decirla de otro modo!) salís un día con la camisita de encaje chantilly transparente y la gente se da cuenta de tu tour de force y te dice: "Esto no está comprado en un shopping", "ese glamour viene de un creadore, o creatora, o criatura", o lo que sea que se diga. Lo que te queda claro es que ya pasamos el momento en el que pensabas si una ropita te hacía gorda o flaca. Ahora más bien pensamos si te hace terrícola o extraterrestre, que es mucho más interesante.

Y también, bueno, qué sé yo, hay como unos pantalones que pueden usar los varones. ¡Sí, tal cual! Es como que nos animamos a todo y de la mano de Palomo los varones se pueden animar a un par de lompas, sobre todo si son rojos, con lunares y terminan en volados o plisados o mezclan la comodidad indiscreta de los chaps de cuero, con la finura ajustadita de un torero. 

Y si decimos que Palomo ya no es controversial, es porque ya todos los chicos saben que la capa de seda negra contorneada por una boa de plumas tornasoladas sobre un vestido de tul y un slip transparente, es un must para salir elegante sobre todo si estás pensando en un mediodía de frío yendo a comer los ravioles de tu abuela al conurbano en colectivo. Y esta colección de Palomo es Otoño/invierno, así que no me vengas con que es inoportuna. Pero bueno si te pasa que pensás así es porque todavía no se te fue el efecto de lo que sea que tomaste la noche anterior y por ahí vale la pena que pases por casa a cambiarte y darle de comer al gato. Así, toda la colección de Palomo: un sueño atrás del otro y, finalmente, cuarenta sueños en filita. 

En fin, mientras nuestras fábricas textiles siguen cerrando y dejando trabajadoras en la calle, literalmente, chicas, en otras partes se va hacia una parte, que no sabemos dónde es, pero te da la alegría de saber que hay gente que no vive en un estado de catástrofe continua.