Andrew Stockdale es Wolfmother, y Wolfmother es él. Así fue desde el principio, pero después de haber disuelto virtualmente el grupo en 2013, con la salida de un debut solista que ahí quedó (Keep Moving), el músico australiano reanimó a la criatura al entender que no estaba mal ser padre soltero: si para cualquier banda los cambios de formación son una amenaza, a partir de entonces a él lo fortalecerían.

A 11 años de su epónimo disco debut –la referencia retro que el hard rock esperaba promediando los 2000–, el año pasado Wolfmother volvió con Victorious, un trabajo que, llegando al tope de la retromanía, parece homenajear aquel debut del fantasmal trío. ¿La clave? Riffs vestidos con fuzz al centro de la escena y una voz ácida bien al frente. “En 2015, antes de relanzar el primer disco, lo escuché de nuevo y encontré muy buenas vibras, así que quise volver a eso. No sé si fue la mayor influencia para Victorious, pero sí que la base de todas mis canciones está en la guitarra eléctrica: crear riffs de la vieja escuela es lo que mejor hago”, admite el cantante y guitarrista, que acá también grabó los bajos.

Refugiado en sí mismo, Stockdale creyó que necesitaba de un productor acorde para no perder la atención, por lo que telefoneó al estelar Brendan O’Brien: “Es un gran músico y muy trabajador. Cualquiera quiere tener al lado a un tipo que metió a más de 10 discos en el primer puesto de Billboard”, dice el australiano, quien asegura haber recibido el mejor cumplido de parte de Adam Sandler en el Hard Rock de Las Vegas, y que ahora está de gira por Oceanía como soporte de Guns N’ Roses.

Tu música invoca el espíritu hardrockero de los ‘70, ¿cómo te vinculás con las nuevas tecnologías?

–Los primeros demos, hará unos doce años, los grabamos con dos o tres micrófonos. Aplicamos tecnología digital desde el principio. Me da gracia cuando viene alguno y dice: “¡Qué bueno, qué analógico suena todo!”. Y yo pienso en que eso lo grabamos con Cool Edit en una computadora de 500 dólares que compré en Wal-Mart. Para mí no cambia nada, lo que importa es lo que toques y cómo quieras sonar. Lo digital sólo lo vuelve más rápido y barato.

¿Cómo influye en tu música la pasión por la fotografía?

–Me ayudó a escribir mejores letras: ir con la cámara por la calle buscando imágenes, mirando cada detalle, te da perspectiva, hace que las letras fluyan. Ambos son hábitos solitarios que requieren el mismo nivel de concentración.