Alta en el cielo

Pablo Mehanna

Abrió hace pocos días, pero algunas fotos en las redes y el boca a boca hicieron que la noticia se difundiera con rapidez. Y se entiende por qué: Salón 1923 está ubicado nada menos que en el piso 16 de uno de los edificios más lindos y legendarios de Latinoamérica, el palacio Barolo. Un bar en altura, en medio de una arquitectura tan preciosa como icónica.  

La experiencia comienza en el imponente foyer de esta construcción de Mario Palanti, que contiene múltiples referencias a La Divina Comedia de Dante y un faro en su cúpula. Luego de abordar alguno de los ascensores (5 y 6, lado derecho) hasta el piso 14, se sigue dos pisos más por escalera. El bar es sencillo, sin ningún lujo en su decoración, con una barra de madera y bartenders vestidos con sombreros de fieltro y tiradores, algunas mesitas y las típicas ventanas redondas como de barco, ojos de buey. Lo mejor, por lejos, es sin duda la increíble terraza, con vista a las grandes cúpulas de Avenida de Mayo, las terrazas anónimas y el cercano Congreso de la Nación. 

Si bien abre desde la mañana, sería imperdonable no visitarlo cuando está por caer el sol. La escena es inolvidable, digna de ser recordada (al menos, instagrameada): la ciudad gris se recorta del cielo que puede ser naranja, rosa, fucsia, o todo eso junto, dependiendo de la tarde y el clima. Para beber hay cócteles simples y conocidos ($200), como gin&tonics y Aperol Spritz, que podrían estar hechos con más esmero. Otra opción es pedir simplemente una cerveza y entrar en modo contemplativo. Para comer ofrecen paninis, tablas de quesos, fiambres y pizzas.  

Los responsables de Salón 1923 (el nombre se debe a que en ese año concluyó la construcción de este edificio) son los hermanos Thärigen, Tomás y Miqueas, bisnietos de uno de los primeros inquilinos del Palacio, el contador Carlos Jorio. La historia, la arquitectura y el bebida, todo en un lugar único, rascando el cielo de Buenos Aires.

Salón 1923 queda en el piso 16 del edificio Barolo, Av. de Mayo 1370. Teléfono: 5656-9859. Horario de atención: lunes a sábados de 9 a 21. 


Los kiwis de Once

Pablo Mehanna

Si estuviese en otra zona, Rangitoto tal vez pasaría desapercibido. Sería uno más de esos localcitos simpáticos y diurnos, tipo deli, donde se puede parar a tomar un buen café y comer algo sencillo y rico. Pero en Once es todo una rareza. En un barrio donde únicamente hay impersonales cafeterías de cadena, este local abierto hace dos años por una neozelandesa y su pareja es una perla que brilla con luz y aromas propios.

 “Un toque kiwi en Buenos Aires”, es el lema de Rangitoto, que se llama así por el volcán que se ve desde todos los rincones de Auckland, la ciudad de donde viene Bonnie, que pasados los 30 años se animó al rubro gastronómico. “Soy bióloga y tengo un doctorado en Neurociencias, pero cuando vinimos con Mati a Buenos Aires quisimos hacer algo distinto, un lugar donde se tomara buen café, pero que no fuera caro ni pretencioso. Yo estaba algo cansada de la ciencia y acá no se paga muy bien”, cuenta, sentada en una de las banquetas de la barra, mientras no deja de saludar a sus clientes habitués, entre los que hay vecinos, estudiantes o médicos de las varias clínicas aledañas. 

El ritual por la mañana es tomar un latte o un flat white ($65), acompañado de una medialuna de almendras ($30), un scon de queso ($50) o una porción de carrot cake, todo mientras se lee el diario en papel en unos bancos de madera decorados con almohadones de colores. Para el almuerzo salen ensaladas varias, con algunos ingredientes originales para lo que es la oferta barrial (por ejemplo, hojas verdes, mango, maní y hierbas) y pies (léase en inglés, esa suerte de tarta anglosajona) de pollo, puerro o crema, steak and cheese (carne cortada a cuchillo y queso) o carne al Malbec. En el mostrador hay guías y revistas de NZ para los que estén interesados en el destino. Es común también ver “kiwis” entre los clientes. “Vienen mucho los pilotos de Air New Zeland a buscar nuestras ensaladas!”, confirma Bonnie con una sonrisa enorme y contagiosa.

Rangitoto queda en Pasteur 672. Teléfono: 2726-4667. Horario de atención: lunes a viernes, de 9 a 19. 


Música y brillos

Pablo Mehanna

La fachada de Mamba tiene un guiño divertido: una especie de instalación hecha a partir de platos y copas rotos, un motivo que también se repite en el espacioso salón, con luces tenues, una barra ambiciosa y cocina a la vista. Mamba es de ese tipo de restaurantes donde suena música electrónica en continuado, con una coctelería que es tan importante como la comida. Hay un público para esto, joven y con ganas de salir de noche. 

“Primero pensamos en hacer un speakeasy, pero nos dimos cuenta de que en el mundo es una moda que ya pasó un poco”, cuenta Santiago Malbrán, uno de los dueños, junto a Asís Lamba, nacido en la India y con experiencia en gastronomía en Marbella. Los dos se conocieron en el colegio en La Lucila y hace unos dos años comenzaron a pensar en lo que hoy es Mamba, ubicado donde anteriormente funcionó Unik (los amantes de la cocina se acordarán, un restaurante repleto de diseño que supo estar apadrinado por el actual chef del momento, Mauro Colagreco). 

El ambiente es uno de los puntos fuertes de Mamba. Si es una noche cálida, conviene inclinarse por el precioso patio, con luces de neón y vegetación tropical. Todo invita a comenzar con un cóctel de la carta creada por Federico Agostinelli (ex Alvear Palace y Faena), cuyo destilado conductor es el gin. Hay diez variedades de gin & tonics, por ejemplo con hibiscus, sochu de durazno y menta ($250); o spicy, con menta, jengibre y enebro ($220), entre muchos otros tragos de autor. La cocina está arrancando, todavía en búsqueda de encontrar su identidad; por ahora recorre un mix de referencias asiáticas, peruanas y argentinas, que abusa del maracuyá y la palta. Lo mejor: el ojo de bife de 350 gramos con huancaína de ají panca, humita a la brasa y papines ($480). Los postres, pocos, pero muy atractivos: sabroso y crocante el taco tres leches ($240) y delicioso el suspiro Mamba ($220). 

Un lugar pensado para la noche y los brillos, que los domingos se anima al día para un brunch de fin de semana.  

Mamba queda en Soler 5130. Teléfono: 4773-6613. Horario de atención: martes a sábados por la noche; domingos mediodía.