La crisis de la Convertibilidad que coronó el fin del siglo XX trajo como reacción una corriente de pensamiento económico que atribuyó su fracaso al retraso cambiario. Desde esa perspectiva, un tipo de cambio real alto y estable es la clave para un crecimiento veloz y sustentable. La experiencia de la gestión Lavagna (2002-2004) con un tipo de cambio elevado, superávit comercial y crecimiento a tasas chinas, pareció confirmar las bondades de dicha política. La mala performance de la economía durante el último mandato de CFK y la reciente crisis en que derivó el proceso de endeudamiento de MM, son atribuidos por los “neodesarrollistas” al retraso del tipo de cambio. De manera opuesta, la economía podría ingresar en un sendero de crecimiento sustentable, si mantiene la competitividad generada por la megadevaluación fomentada por el FMI en 2018. 

El neodesarrollismo hunde sus raíces teóricas en la hipótesis Balassa-Samuelson, según la cual la productividad de los sectores transables (que compiten internacionalmente) crece en forma más veloz que la de los no transables (servicios y otros bienes que por sus características no son comercializables internacionalmente). Un tipo de cambio real elevado favorece la rentabilidad de los sectores transables (cuyo precio depende positivamente del precio de la divisa) por sobre los no transables, estimulando las inversiones en los sectores donde la productividad crece más velozmente. Ello redundaría en un elevado crecimiento de las exportaciones (y una buena performance de importaciones), hecho que permite un crecimiento acelerado con acumulación de reservas, sin caer en endeudamientos insustentables. Según los neodesarrollistas, dicha política fue aplicada con éxito por diversos países de Asia en las últimas décadas logrando, de esa manera, un importante desarrollo económico.

Al respecto, la explicación del desarrollo del sudeste asiático basada sólo en la política cambiaria es un simplificación (países con tipos de cambios y salarios hiperdevaluados abundan también en África y América latina). Aun así, el traslado de la hipótesis del tipo de cambio elevado y estable como motor del desarrollo desde Asia hacia Argentina no es lineal. Mientras que en Asia los sectores transables son los industriales, en Argentina lo son los primarios (agropecuarios, mineros, hidrocarburíferos). Esa diferencia genera que el planteo neodesarrollista coincida en el Río de la Plata, con el tradicional de los sectores conservadores ligados a los agronegocios. 

El tipo de cambio real elevado redunda en una distribución del ingreso muy desigual, con importantes rentas hacia los propietarios de tierras y otros recursos naturales. Además, los sectores primarios se caracterizan por una baja elasticidad precio de su oferta, por lo que la dinámica de las exportaciones termina siendo decepcionante pese a la fenomenal transferencia de ingresos. El tipo de cambio elevado también deteriora la situación patrimonial del Estado y las empresas privadas endeudadas en moneda extranjera, deteriorando los proyectos de inversión y las perspectivas de crecimiento de mediano plazo.

@AndresAsiain