"Hace muchos años, los hombres convivían con su ambiente y con nosotros", dice un ratón llamado Minino en el cuento para chicos y grandes "La fábula de Ara y los anti-olvido", de Eugenio Magliocca Piazza. "Sin embargo, las topadoras avanzaron, árboles añejos se derribaron y otros se colocaron. Trajeron pájaros de otros lugares y hasta plantaron extrañas palmeras. Pero eso no les alcanzó y además derrumbaron sus propias casas y construyeron otras, atravesándolo todo y a todos. Parece que no les importa. Que nada los hace cambiar de parecer. Es insólito, porque tratan a su mundo, a su ciudad, cómo si fuese sólo de ellos".

Este párrafo parece sintetizar la intención de Fábulas fabulosas, nuevo libro de la editorial Fundación Ross por el autor de Las aventuras de Curimba (2017, también editado por Fundación Ross).

Curimba es un sábalo, un pez de río, y "los sábalos tienen muchísima personalidad, realmente nos da como para seguir", dijo Magliocca Piazza el año pasado y siguió. Siguió escribiendo, amplió la fauna autóctona de sus relatos hasta incluir mariposas, luciérnagas, gatos, perros, monos, loros, sapos, ranas, lechuzas, búhos, arañas, pulgas, grillos y todo un universo de especies en peligro de extinción que aquí cobran "personalidad".

Tanto en su libro anterior como en esta nueva recopilación de 12 cuentos, los animales de Magliocca Piazza exceden la taxonomía científica. Son animales políticos que no sólo hablan, sino que hablan entre ellos y se organizan para emprender juntos la lucha por su derecho a la vida en medio de una modernización feroz que destruye sus hábitats y los empuja a la muerte y al olvido.

"Yo extraño el sonido de las ranas y sapos en verano", se lamenta otro de sus personajes. "Y también, se fueron perdiendo de un día para el otro. Sin avisar, hasta que un día nos damos cuenta que no están más".

La memoria de lo vivo, ¿prenderá en las nuevas generaciones que viven pegadas a las pantallas en un puro presente? Otros dispositivos de memoria son ofrecidos por el autor para alentar a sus lectores, desde una perspectiva local, a habitar en profundidad la ciudad de Rosario. En el primer cuento citado, el Museo de Arte Decorativo Firma y Odilo Estevez se cruza en un mismo espacio urbano con las Madres de la Plaza 25 de Mayo, cruce cuyo hilo narrativo es llevado por un hornero hembra de nombre Ara; el nido del hornero deviene símbolo del habitar.

En esa plaza tan cargada de historia, "hay gorriones, torcazas y hasta cotorras pero, no hay jilgueros y tampoco hay más tordos. ¿Y cómo puede ser que no haya ni jilgueros ni tordos? ¿Y las abejas? ¿Cómo puede ser que no haya abejas? ¿Dónde fueron las abejas? No hay abejas ni tampoco picaflores. Antes, cuando éramos jóvenes, estaba repleto. Es insólito cómo naturalizamos las ausencias", reflexiona Ara.

El tópico clásico del ubi sunt, es decir, la pregunta por el "¿dónde están?", se expande a partir del reclamo de memoria, verdad y justicia de las Madres (reclamo implícito en el texto) para abarcar todo lo viviente.

Animales y humanos, y también sus representaciones, comparten problemas sociales como la situación de calle ("Charly") o la migración. En "El vagón de los migrantes", un gato negro y un mono caí misionero comparten un Arca de Noé autoconvocada con sapos, ranas, loros, yararás, lechuzas y ratones camperos que se bajan en el Cruce Alberdi. Un caballo de calesita de la Plaza López cobra una existencia fantasmal en el eficaz relato sobrenatural "la niña con rulos". Un chico y una chica descubren un túnel del tiempo en "El tiempo en el túnel".

Completan la obra un prólogo del escritor Marcelo Britos, las vívidas ilustraciones de Javier Armentano, una guía de animales que participan en los relatos y otra de lugares de Rosario donde estos se ambientan.