Estoy desolada. Clásica es un lugar absolutamente querido, ligado a mi historia como a la de tantos otros de la cultura. Debería ser preservada. Tengo infinidad de anécdotas ahí. La muerte de Natu fue terrible. Y fue el comienzo, el indicio de lo que nos está pasando. Clásica era una especie de templo. A los 23 años salió mi primer libro. Y cuando lo vi en la vidriera morí de la emoción. 

La idea del café surgió en mi casa. Yo vivía en un departamento chiquito, frente al Botánico, y ahí en una cena con Natu y Paco, apareció la idea. Empezó como un delirio y después se transformó en lo que todos conocemos. Ahora hay un montón de librerías con café, pero Clásica fue la primera. Eran tiempos difíciles y era imposible mantener semejante local (NDR: 150 metros cuadrados) sólo con libros. Habían empezado con los cursos y talleres, pero no alcanzaba. La primera presentación que se hizo fue El cruce del Aqueronte, de Abelardo Castillo.

Natu era entrañable. Gente de todas las ideologías nos juntábamos ahí y Natu nos quería a todos. Cuando murió, dije que nunca más iba a ir. Mañana iba a ser la primera vez que volviera, porque voy a encontrarme con una amiga de la infancia, con la que siempre nos citamos ahí. Y ella me convenció para encontrarnos en Clásica. 

* Escritora.