Hace algunos años, cuando el Lic. Campelo conducía los talleres del Hospital Pirovano, abrí yo uno de ellos para que pudieran consultar quienes padecieran conflictos familiares.

Se trataba de un tratamiento en el cual la palabra, el hablar acerca de esos conflictos, era el recurso más eficaz: no se impartían instrucciones, no se requería la experiencia de expertos, no se acudía a aportes pedagógicos; se trataba, simple y sencillamente, de hablar acerca de los conflictos.   

Sin embargo, cuando intentamos aclarar qué significa en este contexto “hablar acerca de los conflictos”, no resulta ya ni tan simple ni tan sencillo.

Tal vez, la mejor manera de lograrlo sea mediante un ejemplo práctico.

Cierta vez consultaba una pareja matrimonial que nunca lo había hecho y que, por ser la primera vez, requerían saber qué es lo que esperaba yo que ellos hicieran. Les dije que hicieran lo que quisieran, lo que las pareciera mejor.

Al poco rato estaba cada uno de ellos criticando a los familiares del otro, haciéndolos responsables de entrometerse en sus vidas, de provocarles problemas, de crearles conflictos.

En un momento los interrumpí y les pregunté por qué tenía yo que enterarme de todas esas noticias: “Ud. dijo que habláramos de lo que quisiéramos, de lo que nos pareciera mejor y ahora nos pregunta por qué lo hacemos. Porque Ud. nos dijo que lo hiciéramos”. “Así es –les dije–. Por eso, porque lo hicieron, puedo yo ahora preguntarle por qué lo que les pareciera mejor es criticar cada uno de Uds. a los parientes del otro”. Ninguno de nosotros podía en ese momento responder esta pregunta, la respuesta estaba lejos de nuestro alcance y ello por tres razones: en primer lugar porque el universo se extiende más allá de lo que nos es dable abarcar; en segundo lugar porque no todo lo que nos es dable abarcar es de nuestro conocimiento; y, por último, porque no todo lo que de nuestro conocimiento es accesible a nuestra conciencia. El concepto de “inconsciente” se refiere este último aspecto de nuestro conocimiento. El “hablar”, que en aquella sesión tenía lugar, surgía de la relación que se estableciera entre la pareja y yo, una relación que no podía dejar de sostener un aspecto totalmente ignorado por quienes participábamos de ella.     

De este modo, el concepto de “inconsciente” remite en la teoría psicoanalítica a un sistema de relaciones totalmente inesperado, tan sencillo y simple como difícil de precisar en su cabal significado, un sistema en el cual el “inconsciente” aparece como Ley, como aquello que pone orden en un universo, en este caso, definido como lenguaje.

* Psicoanalista especialista en familias.