El jueves, en su casa de Manhattan, murió André Previn. Tenía 89 años. Pianista, compositor y director en partes iguales, Previn fue además lo que el universo del espectáculo considera una figura. Entre éxitos profesionales y crónicas mundanas, fue un ecléctico industrioso, inquieto e inspirado, que supo adaptarse a los moldes del oficio y llegado el caso también romperlos para rearmarlos según su necesidad. La música para el cine, el jazz, la ópera, el musical, la canción y la dirección de orquesta confluyeron en una obra que para épocas de bateas rígidamente clasificadas y especializaciones bien definidas mostró aperturas insospechadas, siempre con altísimas cuotas de talento y nivel artístico.

Previn ganó cuatro premios Oscar, diez Grammy, fue nombrado Caballero del Imperio Británico, se casó cinco veces, tuvo nueve hijos y a Woody Allen como yerno. También tocó en las salas más prestigiosas del mundo, con un ritmo de presentaciones que durante varias décadas se mantuvo en un promedio de cien conciertos al año. Pero sobre todo forjó a lo largo de su carrera una discografía variada y abundante en la que además de grabar su propia música realizó dúos con Doris Day, Ella Fitzgerald y Kiri Te Kanawa; hizo jazz con Joe Pass, Ray Brown y Jim Hall, además del violinista Itzak Perlman y la soprano mozartiana Sylvia McNair; interpretó Ravel, Beethoven, Debussy y Fauré al piano y dejó versiones de referencia de la música sinfónica de Sergei Rachmaninov, Samuel Barber, Ralph Vaughan Williams, Sergei Prokofiev, George Gershwin y Edward Elgar, por nombrar los más destacados.  

Había nacido en Berlín en abril de 1929 como Andreas Ludwig Priwin. Niño prodigio, a los seis años estudiaba piano en el Conservatorio de Berlín y a los nueve tuvo que dejar su ciudad natal con su familia de origen judío, para escapar de la ignominia del nazismo. Tras una breve estancia en París, la familia llegó en 1939 a Los Angeles, donde Charles Previn, primo del padre de André, era director musical de los estudios Universal. Graduado en la Beverly Hills High School en 1943, el mismo año en que se convirtió en ciudadano estadounidense, Previn comenzó a trabajar en el departamento de música de la Metro Goldwyn Mayer, que dirigía Arthur Freed, en 1946. En el anonimato industrial, Previn adaptó y dirigió una gran cantidad de bandas sonoras para películas de las más diversas calañas, hasta que su nombre comenzó a aparecer ligado a directores importantes. En 1958 ganó su primer Oscar por la banda sonora de Gigi, de Vincent Minelli y al año siguiente repite con Porgy & Bess, de Otto Preminger. Otras dos estatuillas llegaron en la década siguiente: en 1963 por las músicas de Irma la Dulce, de Billy Wilder, y en 1964 por Mi bella dama, de George Cukor, 1964. En 1961, fue el primer músico en obtener tres nominaciones a los premios de la Academia, por las columna sonoras de Suena el teléfono y El fuego y la palabra y por la canción “Faraway Part of Town”, de la comedia Pepe.

 

Por esos años el jazz y su promesa de libertad ya habían seducido al pianista, que se alejó del trabajo en los estudios cinematográficos. De esa época es un disco formidable con el trombonista J. J. Johnson, y otro anterior, en el que recrea la música de West Side Story en trío con Red Mitchell en contrabajo y Shelly Manne en batería. “Los críticos musicales saben que cualquier compositor que haya contribuido a un tintineo de cuatro compases para una película debe ser considerado como ‘compositor de Hollywood' , incluso si el resto de su producción consiste únicamente de sonatas litúrgicas para órgano”, decía en una entrevista Previn a propósito de su trabajo. Abarcando también su faceta de “figura”, en 1991 publicó No Minor Chords, un libro de memorias de sus años de Hollywood en el que desgrana anécdotas que incluyen a estrellas de la época, desde Ava Garner y Fred Astaire hasta Lenny Bruce y Gene Kelly.

Mientras su raíz musical europea le permitía abrir nuevos horizontes profesionales como director de orquesta, en 1967 Previn fue nombrado titular de la Orquesta Sinfónica de Houston y  al año siguiente  director artístico de la Orquesta Sinfónica de Londres, cargo que ocupó hasta 1979. En ese período se destacó en la televisión británica con “Music Night”, un programa en la que hacía música con invitados. La Sinfónica de Pittsburgh, la Filarmónica de Los Angeles y la Royal Philarmonic Orchestra, hasta entrada la década de 1990, fueron otras instituciones que tuvieron en Previn un conductor atento a la creación de nuevos públicos, sin perder el rigor estético. En 2002 se convirtió en el director artístico de la Orquesta Filarmónica de Oslo, antes de dejar la actividad para dedicarse en los últimos años a la composición. En 2009 estrenó en Houston su segundo título lírico, Breve encuentro, sobre la obra de Nöel Coward. Antes, en 1998, había despertado controversias en la crítica con su primer trabajo para el género lírico, Un tranvía llamado deseo. Estrenada en San Francisco con Renée Fleming como protagonista, la ópera basada en el cuento de Tennesse Williams se pondrá en escena en mayo de este año en el Teatro Colón.

 

Del mismo modo que su música formaba parte de la cultura que Estados Unidos proyectaba al mundo, su vida sentimental, fluctuante y turbulenta, era analizada y comentada en los tabloides del corazón. Previn se casó cinco veces y tuvo nueve hijos. Con Soon-Yi Previn, adoptada durante su matrimonio con Mia Farrow, rompió todo contacto a partir del escándalo que provocó la relación de la adolescente con Woody Allen, mientras el cineasta era pareja de la actriz de Zelig y Días de radio, ya divorciada de Previn. En 2002, a los 72 años, se casó por última vez, con Anne Sophie Mutter, violinista estrella de la música clásica que entonces tenía 39. En 2005 el disco con el concierto para violín y orquesta que Previn dedicó a Mutter, con ella como solista y él al frente de la Orquesta Sinfónica de Boston, ganó un Grammy. Al año siguiente se divorciaron.

“Estamos profundamente tristes, André Previn es una parte muy importante de la historia de la Orquesta Sinfónica de Londres”, expresó Kathrin McDowell, directora general del organismo, al conocer la noticia de la muerte del director, mientras por la BBC se lo recordaba como “el comunicador natural de las alegrías de la música”. “Nos vemos en el mañana, mi amado amigo. Que descanses en gloriosas sinfonías", lo despidió Mia Farrow, a través de Twitter.