Desde Brasilia

“Asesinos”. La pintada en letras furiosas y desprolijas fue vista ayer en un predio del Poder Judicial horas después de que el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva comunicara en una red social la muerte cerebral y la donación de los órganos de su esposa, Marisa Leticia, de 66 años. La paciente se encontraba en coma inducido tras sufrir un accidente cerebro vascular el 24 de enero cuando fue internada en el Hospital Sirio Libanés de San Pablo y su cuadro se agravó el miércoles cuando los médicos reportaron que era “irreversible”. Para quienes escribieron “asesinos” en el edificio del Ministerio Público en el centro de Brasilia y varios dirigentes del Partido  Trabajadores el fallecimiento de quien fuera primera dama entre 2003 y 2010, durante los dos mandatos de su marido, está ligado a la angustia  causada por la causa penal que le abrió el juez Sergio Moro, un militante antipetista denunciado ante Naciones Unidas por persecución política disimulada bajo apariencia judicial.

Marisa Leticia Rocco da Silva y su marido “fueron víctimas de persecuciones y sufrieron grandes injusticias” en los últimos meses disparó la ex mandataria petista Dilma Rousseff al lamentar el desceso de es “mujer de fibra, batalladora”.

“Doña Marisa fue muerta por el odio y una abusiva persecución mediático-judicial” agravada tras el “golpe” que llevó a Michel Temer al poder hace 9 meses aseguró el diputado petista Wadih Damous, ex presidente de la Orden de Abogados de Brasil, regional Río de Janeiro.

El abogado de Lula, Cristiano Zanin Martins, declaró recientemente que Sergio Moro y los fiscales a cargo del proceso  por corrupción en perjuicio de Petrobras, lanzaron una “Lawfare”, o guerra judicial, un modelo importado de Estados Unidos, donde fue entrenado el magistrado, que tiene como meta destruir al líder petista y a “su familia”.

 Lula recibió ayer las condolencias del ex mandatario, y mentor del golpe, Fernando Henrique Cardoso, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña, quien en los últimos meses comenzó a desmarcarse de su socio Temer conforme el gobierno de facto se hunde en la impopularidad y las evidencias de corrupción, éstas investigadas con desgano por los jueces.

La reunión del jefe del PT, al frente de las encuestas con miras a las elecciones de 2018, y el socialdemócrata Cardoso alimentó especulaciones sobre un acercamiento que agravaría el vacío de Temer. Demacrado, con camisa negra y saco gris, Lula estaba acompañado por el su ex canciller Celso Amorim.

Los restos de la compañera del fundador del PT iban a ser velados en el sindicato de los metalúrgicos  en San Bernardo do Campo, la ciudad de la periferia de San Pablo donde el matrimonio vivió antes y después de los dos mandatos presidenciales.

En 1973 el entonces operario Lula conoció a la bonita hija de campesinos descendientes de italianos en el Sindicato de los Metalúrgicos del ABC,en San Bernardo, donde se casarían un año después. Ambos eran jóvenes y viudos,  ella de un taxista que había sido asesinado cuando llevaban seis meses de casados y estaba embarazada de cuatro meses. Alguna vez Lula contó que el flechazo fue inmediato y tuvo que cortejarla bastante hasta que la chica de ojos claros aceptó ir a bailar y luego tenerlo como novio.

Más tarde, en 1980, año de la fundación del mayor partido de izquierdas latinoamericano, Marisa confeccionó la primera bandera de la agrupación.

A pesar de su discreción Marisa era odiada por las clases medias enardecidas que tomaron las calles por la caída del cuarto gobierno petista ocurrida en mayo del año pasado. Días atrás un grupo de mujeres de San Pablo, epicentro del plan destituyente, se reunió frente al hospital  Sirio Libanés para hostilizar a la paciente y demandar que fuera atendida por los médicos cubanos que trabajan en el programa, creado por Lula y continuado por Dilma, Más Médicos.