“Nuestro compañero Roberto Torres estaba con su celular haciendo una especie de Madygraf en vivo, mientras entregaba cuadernos a los conductores. Pasó un pibe en bicicleta, vio cómo agarraron del cuello al fotógrafo de PáginaI12, que ya lo tenían fichado, intentó ayudarlo y se lo llevaron en cana junto a Torres y a Bernardino Avila”. Martín Dirroco se queja de que esa mañana los medios acudieron a cubrir un “corte con conflicto”, aunque en definitiva el violento operativo montado por la Policía de la Ciudad dio mayor visibilidad a su reclamo. En la enorme planta impresora ubicada estratégicamente sobre la autopista Panamericana, en Garín, sus trabajadores y trabajadoras quieren imprimir para el Estado millones de manuales escolares a bajo costo y el gobierno no los deja. Por eso protestaron en Congreso con su tradicional “cuadernazo”, entrega gratuita de cuadernos, y fueron golpeados y gaseados junto a los reporteros de este diario y de revista Cítrica, los cronistas de La Izquierda Diario, y quienes habían acudido a solidarizarse. “Era una fila de policías con chalecos y palos, y del otro lado trabajadoras con cuadernos. Queremos trabajar y que nadie se quede sin estudiar, ellos venían a combatir una guerra”, dice Laura Noboa, mientras convida mate con jengibre.

Leandro Teysseire

Una de las rotativas terminó la próxima Paparazzi, y ya está en empaque. Donde funcionan las máquinas que dejó la multinacional norteamericana tras una quiebra fraudulenta, y que en 2017 fueron expropiadas por ley provincial, sólo se pasa con protección para los oídos. En el predio de 20 mil metros cuadrados trabajan sin supervisores que metan presión, pero sólo en un 20 por ciento de su capacidad total. “Las 150 fábricas dependen de este trabajo. Por eso vamos a recorrer escuelas y universidades, a vender cuadernos a precios accesibles y haremos un gran festival el 9 de marzo con una jornada por el día de la mujer. Si se viene un 2001 somos un ejemplo de cómo resistir, por ejemplo, los preventivos de crisis truchos de empresas como Fate o Coca Cola, que están exportando pero aprovechan para despedir. No vamos a pagar la crisis y los malos negocios”. Noboa milita desde muy joven, tiene 39 años y es enfermera. Como su puesto es “tranquilo” aprendió a trabajar en fotomecánica. “Armás los archivos en una maqueta, los copias en planchas de aluminio para que vayan a las máquinas donde se copian por color: amarillo, magenta, azul y negro. Esas chapas se adaptan a los tambores de las rotativas, es la previa del proceso productivo. Acá pensás todo desde un lugar colectivo, como parte de la clase trabajadora”, resume. 

Dirroco tiene 32 años y una hija de tres meses, entró a la ex Donnelley cuando tenía 20. “Había una cierta organización que se había sacado de encima a la burocracia. El compañero Eduardo Ayala empezó a estudiar, conoció al PTS que le dio otras herramientas, ser más clasistas. Al principio pedíamos paritarias o ropa nueva hasta que avanzamos en nuestra conciencia y empezamos a pelear por los tercerizados, que hacían el mismo trabajo por menos sueldo. Fui uno de los despedidos en 2011 pero peleamos y logramos volver”, recuerda. “La empresa dejó caer las máquinas, tercerizaba la producción pero pedía al gobierno un (procedimiento) preventivo de crisis. Entonces fuimos al ministerio de Trabajo a decir que realmente no necesitaban el (subsidio) RePro, que era todo una maniobra. Y se lo sacaron”, agrega. “Lo siguiente fue salvar a los ‘rotos’ (obreros con enfermedades derivadas de tareas insanas) que la gerencia que pretendía ‘bajar la nómina’. Nos metían miedo con que ‘vienen los dueños yanquis’, pero pusimos con carteles en inglés, con fotos de nuestras familias, porque acá no había nóminas sino trabajadores con familias detrás”. 

Leandro Teysseire

–¿Los despidos eran para eliminar el activismo sindical?

–Pensamos que sí, también a los rotos y a los más antiguos. Nos paramos con los delegados delante de los camiones para que no se llevaran las bobinas de papel. Estábamos dispuestos a todo. Los fines de semana dábamos vueltas por la planta, y un domingo un compañero vio el cartel que decía que la fábrica había cerrado. El lunes 11 de agosto de 2014 nos juntamos todos en la puerta, hubo una asamblea y ganó la postura de esperar los pasos legales. El martes vino el ministerio de Trabajo con la conciliación obligatoria, no había nadie de la empresa así que los trabajadores entramos a ocupar nuestros puestos. Habían dejado la revista Gente colgada, éramos 240 y a pesar de la incertidumbre, había compañeros llorando, resolvimos terminar la producción para cumplir con el cliente. 

–¿Cambió algo con la ley de expropiación a favor de la cooperativa?

Laura Noboa: –Sí, hay clientes que nos piden folletería, municipios, diarios y con el desdoblamiento de las PASO algunas provincias nos dieron para hacer las boletas. Es un respaldo legal, pero ahora tiene que haber una respuesta del Estado que es pagar esa expropiación. Nos siguen descontando un porcentaje de lo que vendemos para los acreedores de la quiebra cuando el Estado tiene que hacerse cargo, sino para nosotros es una sangría.

Leandro Teysseire

 

Independencia de las mujeres 

En 2011 cuando ocurrieron los despidos las esposas de los trabajadores se empezaron a organizar en una comisión, juntaban firmas en las puertas de otras fábricas e iban al Congreso. “Vieron que era necesario dar un paso más, discutir sus propios derechos y demandas, no se quedaban quietas. Cuando llegó un gerente especializado en cerrar fábricas averiguamos que vivía en un barrio cerrado de Don Torcuato, y fueron con nuestros hijos, con carteles y batucada para escracharlo. Al principio fue muy duro, hacíamos fondo de lucha y las que más se movían eran las compañeras, que salían a buscar mercadería para que tuviéramos un bolsón de comida”, evoca Dirroco. “Fueron meses de trabajar sin cobrar sueldo. En la asamblea decíamos ‘hay tanta plata, ¿quien puede no cobrar? Y levantábamos la mano los solteros de ese tiempo, luego ¿quien puede llevarse mil pesos?, y así. 

–¿Son las mujeres que luego entraron a trabajar? 

–Claro, se ganaron su lugar en la fábrica. En encuadernación se fueron algunos y propusimos que vinieran nuestras madres, compañeras, hijas y hermanas. No fue fácil, se quejaban ‘voy a tener que cambiar mi vocabulario’, hasta que se votó y entraron cuarenta compañeras.

–¿Hubo varones que tuvieron que deconstruirse?

L. N.:  –Sí, y hubo resistencia. Decían que si su compañera trabajaba acá recaían las tareas domésticas en el varón. Entonces se volvía loco, venía con un ataque de crisis diciendo ‘tengo que cocinar, tengo que planchar, y atender a los chicos a la vez, no puedo con esta situación’ (risas). Tuvieron que aceptar que ellas tenían un lugar, una independencia política, económica y social, porque se juntaban con otras que habían hecho lo mismo. Hicimos asambleas de mujeres y además participamos del paro del 8M pero garantizando las tareas productivas acá con los compañeros varones porque sino nos hacemos paro a nosotros mismos. 

–¿Cuáles son las conquistas concretas obtenidas sin patrón?

–Llevan ocho años de organización, y las nuevas compañeras fueron ganando el día femenino, la licencia por hijo, la licencia extendida por maternidad de seis meses, en la industria alimenticia ni te dan la categoría. Una mujer puede manejar una máquina, ayudar a coordinar un sector. Para la patronal no existe, en cambio acá tenemos igual trabajo igual salario. 

–¿Fue clave la creación de la juegoteca?

–Era un sueño, y era fundamental para poder combinar horarios con sus compañeros, ese espacio es una conquista de las mujeres. Los chicos tienen las cuatro comidas, talleres, visitas guiadas y apoyo escolar. Un papá nos contó que por primera vez su hijo no se llevó materias, mejoran la conducta porque están contenidos. Ahora se cortó el subsidio para los sueldos. Vamos a presentar los balances a Desarrollo Social para recuperarlo, mientras hacemos eventos, recitales, jornadas recreativas, un club de Madygraf. 

–¿Cuáles son las estrategias de supervivencia de una fábrica recuperada?

Martín Dirroco:  –Algunos conocíamos la experiencia de Zanon. Recuerdo que un compañero me bajó a la realidad un día que me dijo ‘vos si no sabés cómo funciona esta máquina qué me venís a hablar de control obrero’ (risas). Me hizo un click, era importante comprender la parte productiva. Lo primero entonces fue mantener a Atlántida, que nos dijo que el producto nuestro era mejor que el de Donnelley. Los títulos que tenía Donnelley se fueron con la competencia, junto con el gerente general y el tesorero. Madygraf es una de las cooperativas más grandes de Sudamérica, estamos enfrente de la Ford, podemos generar más puestos de trabajo. Pero no tenemos la espalda financiera de las privadas. Por eso buscamos clientes en el ámbito público. Y un sector queremos poner la fábrica al servicio de la comunidad, no nos queremos hacer millonarios. A los dos años hicimos un recital. Hubo polémica porque se llamó Rock Sin Yuta. Con Facundo Abraham hicimos Artistas por el FIT, era raro porque estamos alejados de la música clásica pero el papá de un compañero se fue llorando de la emoción. Hicimos campeonatos de fútbol, todo mirando a la sociedad. Porque cuando arrancamos vinieron a ayudarnos estudiantes, docentes, profesionales y vecinos.

–¿En esa línea van los “cuadernazos”?

–Así es. Ya donamos más de 100 mil cuadernos, fuimos a los colegios de José C.Paz, Malvinas, Tigre, las islas. Había madres que nos felicitaban, algunos dejan de estudiar por no tener materiales. Nos dio mucha unión, acá hay votantes de todos los partidos, incluso de Massa. Pero la solidaridad de clase se instaló por sobre las diferencias, ahora eso ya no se vota más, cuando se hacen cuadernos, se hacen cuadernos.

Leandro Teysseire

Millones de manuales 

Tras la represión del miércoles 20 en Congreso, el ministerio de Educación emitió un comunicado donde explicó que la oferta de Madygraf en la licitación para imprimir 3 millones de manuales fue rechazada porque era “técnicamente inadmisible”. Noboa y Dirroco le responden. “El ministro Finocchiaro miente. El sobre se entregó en mesa de entradas el 5 de diciembre, luego de una semana desde la parte técnica informan que estaba abierto y con faltante de muestras, y en Contratación dicen que hay irregularidades internas y falta de transparencia, es decir, lo dicen ellos mismos, y por eso tiran atrás toda la licitación. La responsabilidad final termina siendo de la cartera ministerial”, explican.

–¿La de ustedes era la oferta más barata?

L. N.: –Sí, éramos los mejores oferentes, y anular todo significa que conozcan tus precios. Los requisitos cambiaron, ya no te dan el 20 por ciento del presupuesto para la primera tanda, hay que poner 25 millones en papel y tinta. Si de los 8 oferentes que nos presentamos, 6 no cumplimos con los requerimientos técnicos, ¿por qué no le otorgaron la licitación a los otros dos en lugar de anularla? El gremio gráfico se achica, entonces acuerdan para que privados se queden el poco laburo que hay. Como empresa recuperada exigimos ser proveedor privilegiado del Estado. Es una licitación pública del ministerio de Educación para un bien como un libro, ¿qué más pueden querer con esta crisis que hacerlos a bajo costo, conservando los puestos de trabajo, llegando a todos los lugares del país con un material didáctico de calidad? Es una decisión política, presentamos un recurso jerárquico ante el ministro porque es una falta de respeto a las 150 familias que trabajamos acá. 

–¿Fue la primera vez que los reprimieron?

M. D.: –Nos habían golpeado cuando acompañamos a los compañeros de Lear, a René Córdoba le rompieron el brazo de un escopetazo. Dos días antes habían reprimido al verdurazo, había conciencia de que podía haber provocaciones. Siempre dejamos pasar a los autos y les damos cuadernos. Con cuarenta grados de calor lo hacemos por necesidad, y fuimos respetuosos. Todo fue para desviar el tema que queríamos denunciar. Les molesta, además, que demostramos que organizados salimos adelante. Fábrica que cierra se puede poner a producir. Donnelley tiene 600 plantas en el mundo, cerró una. La volvimos a abrir.