Mar del Plata, conocida como la Ciudad feliz, es uno de los lugares preferidos de los argentinos para pasar sus vacaciones frente al mar. Pero detrás de ese clima festivo que caracteriza a la localidad costera, hubo un tiempo que del mar de “La Biarritz argentina” las aguas bajaron turbias. Y hay un presente que parece darle continuidad. Es una historia de violencia que no se conoce tanto como el lobo marino de la rambla. En 1971, miembros de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) asesinaron a una estudiante de arquitectura en una asamblea del Centro de Estudiantes. A partir de entonces, la violencia política creció hasta estallar en 1975 con una serie de cruentos asesinatos. Varios años después, en 2017, grupos de jóvenes neonazis atacaron a homosexuales y ciudadanos bolivianos en la misma ciudad. Hubo ocho detenidos por atentados de odio, militantes nacionalistas de marcada simpatía nazi, que fueron juzgados y condenados. Entre los hechos del pasado y los episodios de la actualidad hay una distancia de 45 años. ¿Puede encontrarse una continuidad entre estos hechos? Esa es la pregunta que indaga el cineasta Valentín Javier Diment en La feliz. Continuidades de la violencia, documental que explora ambos procesos históricos. El film se estrenará el sábado 9 de marzo en el Malba y, a partir del jueves 21 de marzo, se sumará la pantalla del cine Gaumont. 

“La noche de las corbatas” fue un conjunto de secuestros de abogados y familiares de estos, realizados por los represores y cómplices civiles entre la tarde del 6 de julio y la madrugada del 13 de julio de 1977, en Mar del Plata. Fue la mayor operación de represión masiva que vivió esa ciudad, a dieciséis meses de instaurada la dictadura militar. El nombre dado al suceso tuvo origen en que seis de los secuestrados ejercían su profesión de abogados. Cuando Diment leyó el libro La noche de las corbatas, de Pablo Waisberg y Felipe Celesia, ya había dirigido el documental Parapolicial negro, sobre la Triple A. “Y me había quedado pendiente el tema de la CNU. Me había interesado. Cuando leí el libro, me pareció muy interesante la continuidad que tenía en La noche de las corbatas. Y después fui siguiendo el caso de los neonazis que venían golpeando gente en estos años en Mar del Plata. Me –pareció entender que seguía habiendo una continuidad en la utilización de la violencia política por parte de la derecha en Mar del Plata y que la investigación de esa continuidad podía llegar a darme una idea general de dinámicas de utilización de la violencia política por parte de las derechas”, comenta el director.

–¿O sea que La feliz dialoga, de alguna manera, con Parapolicial negro?       

–Sí, tiene alguna complementariedad. Agarra una parte que le faltó a Parapolicial negro porque la CNU, que es uno de los temas que se narran en este documental, era la Triple A en Mar del Plata, La Plata y Bahía Blanca y algún lugar más. Entonces, para completar la idea de la Triple A hacía falta la CNU. 

–En el documental señalan que la CNU era el brazo universitario de la Triple A. ¿Usted cómo lo investigó?

–En realidad, la Concentración Nacional Universitaria era un grupo de estudiantes universitarios de la derecha peronista. Este brazo universitario fue creado y comandado por un gran intelectual platense, estudioso y traductor de mucha cultura helénica. Y cuando empezó a agitarse el terreno, rápidamente optaron por la acción violenta. Entonces, cuando se armó el tema de los grupos parapoliciales dentro del peronismo, que atacaban a la izquierda peronista y no peronista, rápidamente la CNU ocupó en los lugares donde tenía espacios políticos ese rol de ejercer la violencia política en paralelo con la Triple A.

–El comienzo del documental muestra que Mar del Plata es una ciudad con habitantes de derecha en su mayoría. ¿Poner esos testimonios, en los que muchos cuestionan a los habitantes, le sirvió a usted para contextualizar lo que quería narrar de las dos épocas?

–En principio, fue para hacer un retrato del territorio del cual iba a hablar. Pero Mar del Plata es un territorio muy habitado por la derecha, muy habitado por la violencia política de la derecha desde hace décadas; en principio, cuarenta y cinco años, que es lo que estamos narrando acá. Es una cosa curiosa: si bien en Mar del Plata siempre han habido gobiernos socialistas, la calle ha sido siempre comandada por las derechas. Tenés “la feliz” y es un mundo de miseria y explotación, de la época del pescado cuando se trabajaba a destajo, entre otros aspectos. El nivel de explotación fue muy heavy en paralelo a “la Biarritz argentina”. El lugar donde, al principio, iban los ricos, luego fue “invadido” por los pobres. Cuando Evita dijo “¿A qué lugar queremos que vayan a veranear los pobres? Al lugar al que van a veranear los ricos. Vamos allá. Nosotros queremos lo mismo que los ricos”. Ese nivel de invasión fue muy violento para ellos. 

–El neonazi Carlos Pampillón dice cosas tremendas, como que los desaparecidos son una mentira, que los 30 mil son un invento y que los militares se quedaron muy cortos “en esa guerra”. ¿Por qué decidió incorporar esos testimonios?

–Hay dos cuestiones. Primero, existen y es muy importante poder saber dónde estamos parados. Y son representativos. Lo pienso en estos términos: hay gente que cuando ve Micky Vainilla (el personaje nazi de Capusotto) se copa y se siente identificada. Para nosotros, es una barbaridad lo que dice Pampillón, pero para un sector de la Argentina, cada vez mayor, dadas las condiciones políticas que tenemos a partir del gobierno del macrismo, eso se empieza a naturalizar. Para mí, es importante señalarlo en términos de “Mirá lo que está pasando, mirá lo que están criando, mirá lo que son estos monstruos”.

–¿Cómo se para usted para contar este documental? Porque la objetividad está en escuchar las dos campanas, pero no se puede ser neutral ante los hechos sucedidos y las aberraciones testimoniales de la ultraderecha...

–Claramente, el documental tiene una posición. Y la posición que tiene es la mía. Lo que traté, no tanto por una cuestión ética sino narrativa, fue no entrar a burlarme del testimonio, no editar de un modo obvio esa opinión, no señalar, no poner a Micky Vainilla, por poner un ejemplo, cuando aparece un abogado de la derecha diciendo: “Bueno, estos chicos no eran nazis, tenían un grupo de rock”. Mi decisión de haberle dado todo ese desarrollo a Marta García de Candeloro, la mujer que estuvo secuestrada y sobrevivió a “La noche de las corbatas”, tiene que ver con una respuesta mía y con una posición del documental.