Hasta tal punto Norma Castillo y Ramona Arévalo fueron pioneras en la política de género que se casaron no después de la Ley de Matrimonio Igualitario sino antes, gracias a un dictamen judicial que en 2010 lo autorizó. Son el primer matrimonio lésbico de América Latina. En ese momento tenían 67 años, y 37 cuando descubrieron, al mismo tiempo, un deseo que jamás habían sospechado. En octubre del año pasado murió Ramona, nacida en Uruguay y apodada “Cachita”. Norma la sucede, manteniendo vivo el proyecto de erigir, en su casa de Parque Chas, el primer centro de jubiladxs LGBT. Escrita y dirigida por dos mujeres –Laura Martínez Duque y Nadina Marquisio–, presentada en el importante festival de documentales Cinéma du Réel del Centro Pompidou de París, premiada en  el festival Asterisco, Juntas acompaña a Norma y Ramona en un viaje de regreso al Caribe colombiano, donde vivieron toda su vida en pareja.

Lejos de un abordaje clásico –declaraciones a cámara, organización cronológica o temática de los relatos–, Martínez Duque y Marquisio eligen lo que se conoce como tratamiento impresionista, que consiste en un orden aleatorio, que prioriza el fragmento por sobre la totalidad y la impresión sensorial del momento por encima de la integralidad del relato. 

Esto es evidente desde las primerísimas imágenes, tan fragmentarias y borrosas como las del pintor inglés William Turner, que era un proto impresionista. Lo que se ve es el reflejo de una o dos figuras sobre la superficie del agua, mientras en la banda sonora se escuchan sonidos indiferenciados, que de a poco van tomando la forma de voces de mujeres. Aunque lo que dicen no es fácil de entender. Lo cual es lógico, ya que se trata, imaginariamente, de un diálogo bajo el agua. El motivo acuático se reiterará de distintas maneras a lo largo del metraje (lluvia, olas sobre la orilla), aunque no corresponde con nada relacionado con ambas protagonistas. Sólo con una voluntad tal vez poética por parte de las realizadoras.

En efecto, al comienzo de la película y antes de que se hagan presentes las protagonistas, una voz en off no identificada (se supone que de una de las realizadoras) habla sobre cuestiones que sí tienen que ver con Norma y Ramona: el tiempo, el regreso, las elecciones de vida. Esa misma voz narrará en poco tiempo más en nombre de Ramona, pero más adelante será la propia Ramona la que se sumará al relato polifónico. 

Ninguna de estas decisiones será de gran ayuda para la claridad del relato, que a pesar de su voluntad poética será rescatado por la más tradicional de las herramientas de comunicación: la voz humana. Ramona era la tímida de las dos, por lo cual no se la escuchará mucho. En cuanto a Norma, la palabra que más usa es “amor”. Algunos juegos adolescentes e incluso infantiles entre ambas, un cierto modo de estar juntas (de esos que no se falsean) dan a pensar que la palabra no es usada en vano. Amor ¿y un poquito de odio? El fragmento más picante de Juntas es uno en el que Norma lee un artículo sobre ellas en la revista colombiana Latitud. ¡Qué nivel de quisquillosidad! Tanto, que el cronista tembló durante la escritura de esta nota.