Durante la apertura de sesiones ordinarias el presidente Mauricio Macri reforzó la idea meritócrata que viene proponiendo su asunción: el esfuerzo personal es el ordenador social más justo y, por lo tanto, las desigualdades que se ven en la sociedad son un reflejo de una desigualdad de esfuerzos. El mandatario afirmó que el problema del país es que “no sabemos hacernos cargo de nosotros mismos”. Puso de ejemplo aleccionador a una familia que habría renunciado a irse de vacaciones para tener cloacas. Al mismo tiempo y como si fuera un tema completamente aislado, Macri habló de construir igualdad de oportunidades en términos de género. Sin embargo, el movimiento feminista que ayer se juntó en las calles señala a la meritocracia como una lógica profundizadora de la desigualdad de género.¿Por qué el modelo “merito-feminista” de Macri no existe? 

Seamos sinceros: Macri no es el único. Todos tenemos una historia personal o en nuestras familias donde realzamos el esfuerzo realizado para llegar a algún lugar. Solemos acordarnos más seguido de estos esfuerzos que de las veces que alguna persona o situación específica nos facilitaron las cosas, es decir, de los privilegios que tuvimos. Por eso, el mensaje de Cambiemos no hace más que sacudir ideas meritócratas que ya están en nosotros. Es un discurso al que se lo despierta con imágenes racistas como la famosa gráfica del Ministerio de Producción, y se le agrega una pizca de xenofobia para que el odio quede al dente; porque peor que bancar al que no se esfuerza es bancar al que vino de afuera para “vivir de vos”. 

La meritocracia habla de esforzarse para ganar la carrera, pero esconde que en la realidad no todos parten de la misma línea de largada. Si sos mujer y tenés a tu cargo el cuidado de tu familia, tenés menos tiempo de “entrenar” y de “correr” la carrera. Y aun si no tenés que cuidar de nadie, por el simple hecho de ser mujer probablemente haya menos gente interesada en “entrenarte”, pues se espera que en algún momento dejes “la carrera” para ir a cuidar. Para los feminismos que hoy poblarán las calles, igual de importante que reconocer estas desigualdades para con las mujeres, es reconocer su interseccionalidad: si tenés la piel oscura, si venís de familia trabajadora, si sos lesbiana o trans, la sociedad te hace arrancar la carrera todavía de más atrás. 

La OIT estima que, en el promedio mundial, las mujeres suman 1 hora más de trabajo total diario que los varones: ellas trabajan 7 horas y media por día (tres en el mercado y el resto en trabajos de cuidado no remunerado) y los varones 6 horas y media (5 en el mercado y el resto en trabajo de cuidado). Por el trabajo para el mercado, las mujeres ganan 20 por ciento menos que los varones mientras que el trabajo de cuidado no es reconocido ni remunerado (aun cuando este trabajo garantiza que funcione todo el resto de la economía). En conclusión: las mujeres se “esfuerzan” más y ganan menos... ¿Y allí dónde está la meritocracia?

Pero los feminismos presentan una crítica a la meritocracia aún más profunda, que va más allá de las desventajas “de largada”. La economía feminista, en la medida que visibiliza que todos tuvimos o tenemos necesidades de ser cuidados por otros, demuestra que esta idea de que alguien puede resolver su vida individualmente, según qué tanto esfuerzo ponga en el mercado, es sencillamente imposible. Además, si hay personas dependientes (niños y ancianos), si hay mujeres cuidándolos sin ingreso, entonces siempre va a haber gente fuera del mercado, por lo que el mercado jamás podrá ser el único ordenador de nuestra sociedad. Necesitamos y necesitaremos redistribución, no una devolución exacta sólo para los que aportaron al mercado “desde adentro”, como insinúa el Ministerio de Producción.

Nos repiten que “en vez de dar pescado, hay que enseñar a pescar”, pero la gente sabe pescar, el problema es que no tiene la caña o no tiene el tiempo para pescar porque está cuidando. ¿Y si ya hay suficientes pescados, pero están mal distribuidos? Hoy el gobierno argentino está ajustando principalmente en los lugares donde esos “pescados” se distribuyen. Los feminismos ayer marchamos en contra de ello y gritamos que otra economía es posible, una donde, por el contrario, se priorice la vida.

Lucía Cirmi Obón:  Economista feminista del Ciepp, investigadora del CCC, @chimi_lco