La Argentina demuestra una y otra vez que es un país de extremos. El dólar estuvo casi cinco meses pisando la banda cambiaria y en menos de una semana registró un salto de casi 10 por ciento. La situación volvió a generar una estado de incertidumbre entre inversores. La falta de confianza en la capacidad de los funcionarios para sostener el programa económico y una inflación arriba del 50 por ciento son los elementos claves para explicar la dolarización de las últimas semanas. Las tasas menores al 60 por ciento parece que no cierran. El panorama no es de equilibrio pero es apresurado pensar que es de explosión. 

Economistas que planteaban en enero que la situación todavía era manejable ahora no pueden pensar que todo está por estallar. El dólar empezó a tener de nuevo volatilidad pero sigue estando entre las bandas cambiarias. El Central tiene margen para seguir subiendo las tasas de interés y los dólares que ingresen del Fondo en las próximas semanas llevarán las reservas internacionales a casi 80 mil millones de dólares. Parte de esas divisas están en las cuentas del Tesoro y podrán venderse en los próximos meses.

El problema principal no es si el dólar sube un peso más o baja dos pesos la próxima semana. El principal desafío es cómo romper el círculo vicioso en el que entró la economía estos meses y provoca más inflación con caída de la actividad. Las variables que entran en el juego son las siguientes: inflación, expectativas de devaluación, tipo de cambio, expectativas de precios, tasas de interés, salarios, tarifas y Producto.

La relación entre estas variables no es sofisticada. La inflación se acelera por el ajuste de las tarifas. El mercado observa las tensiones en los precios y aumenta su expectativa de devaluación. Los inversores compran divisas para refugiarse del proceso inflacionario. El dólar sube. El mercado observa la inestabilidad en el tipo de cambio y aumenta su expectativa de inflación. Los comerciantes remarcan precios e intentan protegerse de futuros aumentos de los costos. El resultado es que la inflación vuelve a acelerarse y reinicia el círculo vicioso. 

La reacción del Banco Central es subir las tasas de interés para frenar la inflación y sostener el dólar. Esta semana la autoridad monetaria aseguró que estaba dispuesta a elevar el rendimiento de las Leliq lo que haga falta para contener las presiones. Pero la medida va perdiendo efectividad y termina potenciando los problemas de actividad en el mercado interno. La aceleración de la inflación no se explica por la política monetaria sino por el cambio en los precios relativos y el tipo de cambio no puede moderarse persistentemente con las tasas porque las expectativas de inflación lo terminan disparando.

Esta situación es el peor de los mundos para la economía en el gobierno de Macri. Las tasas de interés altas producen caída del consumo y la inversión. La volatilidad del dólar potencia este efecto recesivo. Es una tenaza de doble pinza. La economía financiera refleja a la perfección los problemas que atraviesa el mercado interno. Priman las compras y ventas de oportunidad. El ejemplo de las acciones y los bonos este año es preciso. En enero y las primeras semanas de febrero hubo bancos que ganaron más de 30 por ciento en moneda dura. Los títulos públicos de mediano plazo también consiguieron subas de hasta 15 por ciento y volvieron a ofrecer tasas de retorno de un dígito. Peor en las últimas tres semanas con la vuelta de la inestabilidad cambiaria se borraron casi por completo estas ganancias.