La entrevista comienza con uno solo de los dos entrevistados pactados previamente. Engominado y vestido con un impecable traje oscuro con finas líneas claras que remontan a otro tiempo, Fernán Mirás arranca contando el eje argumental de Argentina, tierra de amor y venganza, la ficción de época que El Trece estrenará mañana a las 22. No pasa más de un minuto cuando el taconeo apresurado de Eugenia Suárez se escucha acercarse hacia al sillón que oficia de escenografía de la ficción y de ocasional espacio para el encuentro con PáginaI12. “A la China Suárez no me la banco”, levanta el tono Mirás, buscarroña. “¿Hablaban de mí?, pregunta ella, desentendida. “No, aprovechábamos que no estabas para hablar de temas profundos, para que tenga contenido la nota”, le retruca él, chicanero. “Perfecto, ahora que llegó la rubia podemos hablar de banalidades”, le dispara ella, en un intercambio veloz y lleno de ironía que manifiesta el vínculo cómplice que ambos construyeron durante los meses de grabación de una “superproducción” con la que Pol-ka apuesta a elevar el nivel de la ficción argentina.

En medio de una crisis económica que en la pantalla chica local se expresa sin disimulo y desde hace tiempo en sus contenidos, Argentina... se propone –al menos desde sus intenciones– escaparle a la malaria con una historia de enorme despliegue artístico e histórico. Ambientada en la Argentina de la década del ‘30, tiempos de bonanza y de masiva inmigración europea, la ficción contará la relación de dos soldados españoles que, tras una traición en plena Guerra Civil de su país, llegan al puerto de Buenos Aires en momentos diferentes, con intenciones distintas y con cuentas pendientes entre sí por saldar. No serán los únicos que aterricen a la “tierra prometida”: otros inmigrantes, en especial las mujeres, llegarán tentadas por un futuro ideal que esconde el peor de los calvarios. Tal es el caso de Raquel (Suárez), que cruza el Atlántico con la promesa de casarse con un acaudalado argentino y así ayudar económicamente a su familia, y termina siendo esclavizada por una red de trata. Ese engaño la depositará en un prostíbulo manejado por Samuel Trauman (Mirás), un cafishio que la explota y, además, queda hipnotizado por su belleza. Bejamín Vicuña, Gonzalo Heredia, Andrea Frigerio, Albert Baró, Virginia Innocenti y Delfina Chavez protagonizan junto a Mirás y Suárez esta producción de época como hacía tiempo la TV argentina no generaba.

“Uno, que conoce este laburo, que sabe lo que cuestan las cosas, es consciente que hacer una ficción de época requiere tomar riesgos estéticos, narrativos y económicos importantes. Tuve la suerte de dirigir una película y sé lo que cuesta alquilar un auto antiguo. A medida que veo que seguimos grabando, que pasan los capítulos y los autos antiguos continúan estando, las escenas con cincuenta extras vestidos de época también, no puedo dejar de sorprenderme y de celebrar que la TV argentina esté embarcada en un contenido como el de esta ficción”, reconoce Mirás. A su lado, Suárez también rescata que “en este complejo momento de nuestra TV haya una producción de época que levante el nivel de calidad del género”.

–¿Por qué ponderan tanto el hecho de que se estrene una telenovela de época producida en el país?

Eugenia Suárez: –Todos sabemos el complejo momento que está pasando la TV argentina. Que haya una apuesta por ficción argentina de calidad, en una superproducción de época, es estimulante para todo el medio. Lejos de ir a lo seguro, se apuesta a más. Hay mucho trabajo, es un elenco enorme, tantísimo trabajo detrás de cámara, entre vestuaristas, maquillaje, escenógrafos. En lo personal, es un desafío porque es un personaje bastante complejo, desde la forma en la que habla, lo que le sucede, y lo que hace para tratar de escapar de la red de trata que la esclaviza. 

Fernán Mirás: –El diferencial es que no es una ficción de época que sólo se reduce a lo estético. La ficción cuenta con una historia compleja y llena de matices, acorde a la apuesta. Un aspecto interesante, en este sentido, es que la trama incluye historias o situaciones que están basadas en hechos reales. Los guionistas tomaron muchas cosas que sucedieron en la década del ‘30 en la Argentina. Por ejemplo, mi personaje, Trauman, realmente existió y con ese nombre. El conflicto de la trata de personas está inspirado en la realidad. En la trama, por ejemplo, se verá una banda que luchó contra la trata. No deja de resultar curioso y preocupante que la trata de personas siga siendo uno de los grandes problemas de la sociedad. 

–¿Cómo es el vinculo entre sus personajes, en tanto víctima y victimario? 

E.S.: –Es una relación tóxica, porque ella llega engañada a la Argentina y termina siendo víctima de una red de trata. Raquel es muy vulnerable, muy crédula, y Samuel es el cafishio que la explota, a la vez que se enamora de la rebeldía que tiene ella. Raquel es una mujer muy digna, porque a pesar de tener que hacer las cosas que hace, obligada, nunca pierde su dignidad, pese a su juventud. Es una relación perversa, porque el abuso de poder se confunde con cierta actitud paternalista de parte de él, envolviéndola en una supuesta contención que siempre termina en maltrato. Una actitud propia de un psicópata.

F.M.: –Es un psicópata con todas las letras. Escudándose en que ambos son judíos, él no deja de tener cierta cercanía enternecedora con Raquél, ya que la hace acordar a su abuela. Deja que no trabaje en el burdel en el Shabat, pero no deja de ser el que la explota.

–De esos matices se valen los psicópatas. Detrás de gestos paternalistas se esconden demonios.

E.S.: –Los seres humanos somos de una complejidad que no siempre reflejó la ficción. Los psicópatas siempre esconden su verdadero rostro. Samuel es un personaje perverso pero por momentos querible. Igual, el que se identifique con Samuel tendrá que buscar ayuda, porque no deja de ser un hijo de puta.

–¿Cómo va a abordar Argentina... esa red de trata?

E.S.: –La ficción va a mostrar la dinámica opresiva y mafiosa de la red de trata. No haciendo foco en lo sexual, sino mas bien en la esclavitud y explotación a la que son expuestas sus víctimas. Las mujeres captadas por redes de trata no son prostitutas, no eligen esa profesión, sino que son primero engañadas y luego obligadas a vender su cuerpo. En el caso de Raquel, además, está sujeta a Madame Ivonne (Andrea Frigerio), que en vez de empatizar desde la perspectiva de género, hace todo lo contrario: la maltrata a más no poder.

F.M.: –Una madama que pese a haber vivido la misma situación, le hace pasar a las chicas por los mismos tormentos por los que ella pasó. Es terrible. Antes de comenzar las grabaciones, leí unos libros sobre la red de trata de comienzos de siglo pasado en Argentina y no me dejó de sorprender cómo el sistema de trata de personas se sigue replicando casi de la misma manera un siglo después. Uno tiende a creer que, cien años atrás y con el peso de la guerra, se trataba de una época menos civilizada y más salvaje que la actual, y sin embargo en ese tema uno siente que no hemos avanzado mucho. La impunidad de entonces con los proxenetas es la misma que la que existe hoy. Algunos medios de 1930 y 1940 intentaban reflejar la mafia de la trata de personas, y en las crónicas señalaban la connivencia de la policía y de los jueces.

E.S.: –Es increíble que hacemos una telenovela que transcurre cien años atrás y que sus temáticas sociales sigan siendo las mismas que las actuales. La trata de personas es un tema que no pudimos resolver en el país.

–En una época en la que la mujer estaba reducida a acompañar a los hombres, matrimonios pactados por conveniencias económicas incluidos.

F.M.: –En ese aspecto hemos avanzado. Aún cuando falta mucho por avanzar, la mujer actual ha ganado en libertades. 

E.S.: –Mi personaje, en ese aspecto, tiene aspectos de avanzada para la época. Raptada por la red, con poco conocimiento del idioma y absolutamente sola en estas tierras, Raquel nunca deja de rebelarse contra ese sistema y hace lo imposible por escaparse. En el burdel ella descubre su fortaleza. Pasa de su vulnerabilidad e ingenuidad inicial a una personalidad dispuesta a sobreponerse a ese padecer. Tiene un arco dramático muy interesante, que me parece interesante contarlo en el momento actual que estamos viviendo las mujeres.

–¿Siente la necesidad de contar personajes femeninos con más matices que aquellos con la que los narró el culebrón clásico?

E.S: –No sé si es una necesidad, pero evidentemente algo hay. Inicialmente, (Adrián) Suar me había convocado para hacer otro personaje, el de Lucía, que también era una mujer que era “feminista” para la época porque buscaba trabajar y terminar su carrera. Pero cuando leí los guiones, Raquel me atrapó. Era un personaje difícil de hacer artísticamente, pero sentía que debía hacerlo. Esa manera de rebelarse, no solo para encontrar su propia libertad sino también la de todas las demás, me atrajo. El espíritu de heroína de Raquel me atrapó. Y por suerte Suar aceptó mi deseo. Evidentemente, notó en mí un entusiasmo que trasciende lo artístico.

–¿Cómo ven la situación de la cultura audiovisual argentina?

F.M.: –La era digital cambió todo. Ya venía pasando, pero las plataformas pusieron todo patas para arriba. No solo en tanto defensor de las fuentes de trabajo, que es un reclamo legítimo de todos los que trabajamos en la cultura: también me pasa como espectador. No es lo mismo ver una ficción que tiene que ver con tu identidad que una que no tiene relación con tu cultura. Las ficciones argentinas tienen que ver con nuestro mundo y nuestra realidad, nos pertenecen. Por eso creo que la ficción audiovisual de producción nacional debería estimularse desde el Estado con mucha más vehemencia. No creo que todo lo extranjero sea mejor que lo nacional. Ni en las series ni en el cine. El tema es que de afuera vemos los mejores productos, mientras que de acá tenemos acceso a todos, lo bueno y lo malo. Soy de los que creen que cuanta más ficción se produzca, mejores ficciones van a haber. 

E.S.: –Las plataformas digitales pusieron al alcance de todos una variedad de contenido impresionante, que antes no existía. Hoy el espectador tiene el nivel de satisfacción mucho más alto que hace años. Antes se veía lo que había. Ahora podemos elegir. Tenemos la vara mucho más alta. Creo que Argentina... es una apuesta en ese sentido.