Juan Manuel Urtubey vuelve a jugar fuerte en la política salteña y nacional. Desde hace meses se muestra activo en recorridas, declaraciones y gestos que apuntan a la construcción de un frente opositor competitivo frente a La Libertad Avanza.
Ahora, confirma su precandidatura al Senado de la Nación por Salta. En esta entrevista con Salta/12, analizó los límites actuales del peronismo, marcó distancia con las dirigencias “cuentapropistas” y sostuvo que el Gobierno nacional “está llevando al país hacia un modelo excluyente que sólo puede sostenerse con la pérdida de libertades”. Criticó el antiperonismo como estrategia, defendió el federalismo y planteó que “unidad no es amontonarse en contra de alguien, es unirse a favor de la gente”.
—Anunció su precandidatura a senador nacional. ¿Por qué decidió dar ese paso?
—Porque lo considero prácticamente un imperativo ético. No es una cuestión personal o de momento. Lo que pasa es que si los que tenemos algún nivel de representatividad no nos comprometemos en defender los derechos fundamentales que nos asisten desde nuestra Constitución y en democracia, viendo lo que está haciendo el gobierno de Milei, mal nos podemos llamar dirigentes políticos. Entonces no es tanto si es el momento. Es que es el momento inevitable.
—¿Cómo se enfrenta a un gobierno que, como dice usted, está arrasando con derechos?
—Primero hay que pararlo. Antes de cualquier proyecto alternativo, hay que detener la motosierra. Para eso necesitamos competitividad, y eso es algo que no parece estar claro en algunos sectores. A veces se discute más sobre posiciones de poder que sobre qué tan capaces somos de ganar una elección. Y ahí quiero ser claro: para ganar una elección hay que tratar de ir con los candidatos más competitivos, no con los menos competitivos.
—¿Qué le dice a quienes lo cuestionan desde dentro del propio peronismo salteño?
—Que no estoy discutiendo cargos. Yo fui legislador nacional hace más de 25 años (su primer mandato como diputado nacional fue en 1993). No se trata de volver por ambición personal. Me estoy haciendo cargo de una responsabilidad que exige mi conciencia, mi historia y también la sociedad. Digo más: soy el primero interesado en no ser candidato si hay alguien más competitivo. Pero hoy no hay. Y no porque lo diga yo, la gente está esperando una propuesta sólida.
—¿Qué le falta al peronismo hoy para ser esa opción sólida?
—Volumen, musculatura y capacidad de representar a más sectores de la sociedad. Hay una consigna que no se entiende en algunos espacios: no hay que buscar el apoyo de Cristina, hay que apoyar a Cristina. Y entender que no alcanza con nosotros. Hoy todavía no somos una opción real para la sociedad. Hay que construirla.
El peronismo y la democracia
—¿Qué rol juega el antiperonismo en la política actual?
—Es una bandera muy útil para el gobierno de Milei. Como no tiene resultados que mostrar, necesita cohesionar desde el odio. Lo hicieron en campaña y les fue muy bien. Ahora lo sostienen porque es su única forma de legitimidad. Y lo hacen con un sentimiento casi tan viejo como el peronismo mismo.
—¿Milei está poniendo en jaque la democracia?
—Sí. Y no es una metáfora. La única manera de sostener un modelo económico como el suyo, que es profundamente excluyente, es restringiendo libertades. Un país que deja afuera a dos tercios de su población no es viable con plena democracia. Por eso no sorprenden los ataques a medios, la proscripción o las operaciones judiciales. Es parte de una secuencia. La historia lo ha demostrado: primero se restringen voces, luego derechos, y después la libertad misma.
—¿Qué pasa con el federalismo?
—Está siendo destruido. Para un anarcocapitalista, el Estado es el enemigo, y el federalismo es su primera trinchera. Si eliminás los recursos de las provincias, si las dejás sin herramientas para ejercer sus funciones, estás vaciando la presencia del Estado en los territorios. Eso es lo que está pasando.
—¿Cómo se construye unidad con esa realidad?
—Primero hay que entender que unidad no es amontonarse en contra de alguien. Es unirse a favor de la gente. No es para conseguir cargos. Es para ganar elecciones. Si no ganás elecciones, no representás. Así de simple. Hoy necesitamos eficiencia política. Y eso significa competitividad, sentido común, evitar el testimonio vacío.
—¿La dirigencia está a la altura de ese desafío?
—No toda. Por eso está Milei de presidente. Porque buena parte de nuestra dirigencia, incluso la que viene del campo popular, cayó en el cuentapropismo, en el hipercapitalismo, en el “sálvese quien pueda”. En un liberal esas conductas son la esencia de su ideología. En nosotros, son señal de decadencia. La gente lo vio y eligió lo otro. No vamos a recuperar su confianza repitiendo los errores del pasado.
En búsqueda de un nuevo Congreso
—¿Qué rol puede tener Salta en un nuevo Congreso?
—Salta puede ser una de las provincias que gane una banca en el Senado si hacemos bien las cosas. Hay otras donde es mucho más difícil. Pero si obturamos un frente o si llevamos candidatos sin competitividad, estamos siendo funcionales al gobierno. Hay que fortalecer el bloque opositor. Ya fui presidente del Bloque Justicialista Nacional (en la Cámara de Diputados de la Nación). Sé lo que implica construir desde la lógica regional, con un grupo del Norte Grande, dentro de un mismo bloque nacional.
—¿Es posible construir ese frente amplio y competitivo?
—Sí. Soy optimista. Pero hay que hacer bien las cosas. La gente no va a salir a buscar un frente con pancartas. La gente vota candidatos. Si no hay una propuesta creíble, no te acompaña. Es sentido común. Por eso insisto tanto en la idea de competitividad. Si querés que la gente te vote, tenés que ofrecerle una alternativa real.
—¿Cómo se involucra a otros sectores como el feminismo o el movimiento sindical?
—Estamos conversando con todos. Pero la representación electoral es partidaria. Lo importante es que los representantes realmente defiendan los intereses de esos sectores. Y que acepten que no va a haber un 100% de coincidencia. La unidad es eso: acuerdos. Con matices, pero con objetivos comunes.
—¿Cuáles serían esos objetivos fundamentales?
—La defensa irrestricta de los derechos sociales de nuestra Constitución. Eso es más grande que cualquier etiqueta partidaria. Nosotros creemos en la justicia social, en la equidad, en la solidaridad. Ellos creen que la justicia social es un pecado capital. Esa es la diferencia. Y por eso estamos obligados, moralmente, a dejar las diferencias menores de lado y unirnos frente a lo esencial.
—Recientemente se conoció una denuncia penal de una militante contra el concejal libertario Pablo López, acusado por violencia física, retenciones indebidas y por extorsión a cambio de favores sexuales. ¿Qué opina del caso?
—Es un ejemplo claro. Detrás de la cáscara de nuevos valores, lo que aparece es una brutal hipocresía. Yo no voy a estigmatizar a un espacio político por la conducta de uno de sus dirigentes, como hacen con el peronismo cuando hablan de corrupción. Pero tampoco puedo dejar de señalar que hay una violencia contenida, una ética falsa. Y eso se está viendo.
—¿Qué opina del rol de la Justicia en este modelo?
—La Justicia, tal como funciona hoy, es parte del mecanismo de dominación. Sobre todo la Justicia Federal de la Ciudad de Buenos Aires. Es imprescindible una reforma seria, despojada de intereses sectoriales. La seguridad jurídica no es un lujo de los ricos: es lo que permite a un ciudadano común protegerse del abuso de poder. Eso hay que discutirlo sin miedo.