Como un gran punto ciego en su parabrisas musical, Richie Ramone estuvo casi diez años sin siquiera levantar un palillo de batería. Y aunque no quiera admitirlo, la salida del cuarteto neoyorquino de punk rock lo marcó: después de la enésima disputa con Johnny por ingresos de merchandising, Richard Reinhardt terminó en Los Ángeles pasando solo el Día de Acción de Gracias de 1987, afuera del grupo que lo había llevado a la fama. Sin embargo, todo lo que está por fuera de ese paréntesis representa una enorme satisfacción para el baterista de Nueva Jersey: 5 años junto a Ramones en los 80, con un par de temas propios en el medio, y una carrera solista que parece haber entrado en cauce tras la salida de un segundo trabajo, el correcto y coherente Cellophan (2016), que lo lleva a girar por el mundo.   

Siendo Marky el más icónico y Tommy la guía espiritual, Richie ha sido posiblemente el menos característico de los tres bateristas que grabaron en Ramones. No obstante, pareció haber entrado justo para darle una segunda vida a un grupo cuyo affaire con el pop sólo había dado frutos para End of the Century, y que ahora se encontraba sin baterista –con Marky afuera por alcoholismo–, y arrinconado por el crecimiento tanto de la new wave como del hardcore, que ya había asaltado al CBGB.

Mientras estuvo vivo, el cantante Joey Ramone explicó varias veces que fue Richie quien salvó a la banda de la catástrofe, y el baterista, que atiende a PáginaI12 desde su casa, no teme reafirmarlo: “Lo dice porque es así, yo salvé a los Ramones. Venían de sacar dos discos aburridos que no habían vendido bien. Necesitaban un cambio, volver a las raíces. Por eso llamaron a Tommy para producir Too Tough To Die, y yo aporté sangre nueva, otra energía”, dice. “No hablaría de adaptación, sino de hacer cosas diferentes. Tampoco podían quedarse haciendo el mismo disco que en el 76. Una banda tiene que crecer, cambiar, y eso hicimos. Y no podíamos abstraernos de lo que estaba pasando, en esa época había música new wave, dance, y hardcore. Por eso aparecieron canciones como ‘Eat that rat’ o ‘I’m not Jesus’, que coquetean con ese sonido”.

Hoy se cumplen 30 años desde que Ramones se presentó por primera vez en Buenos Aires –el primero de tantos Obras–, iniciando una relación idílica con la audiencia local que pocos grupos extranjeros pudieron igualar. En conmemoración, Richie se va a unir a CJ Ramone –el bajista que revitalizó al grupo en los 90–, más los créditos locales Mariano Martínez (Attaque 77) y Seba Expulsado (Expulsados), para recrear exactamente la lista de temas de aquella noche, esta vez desde las 19 en El Teatro de Flores (Av. Rivadavia 7806).

–¿Qué recuerda de aquella visita?

–Lo sorprendidos que estábamos de cuán leales y dedicados eran los fans. Nos seguían a todos lados. Tocar en Ramones te da cierta fama, pero allá te reconocen en el aeropuerto, en un restaurante, donde sea. El público argentino puso a los Ramones en el lugar que merecían. Muchas veces me pregunté el porqué de semejante adoración, y nunca encontré la explicación. Tendrá que ver con la simpleza, con la humanidad de las letras. Pero no sé si alcanza.

–Usted compuso “Somebody put something in my drink”, uno de los tantos hits del grupo. ¿Cómo tomaron los otros miembros, especialmente Johnny, el hecho de que la canción haya tenido éxito?

–Johnny era Johnny. Era un tipo de negocios, vamos a decirlo así. No quería que escribiera mucho, porque eso significaba que me llevaría la plata de las regalías. Era todo un personaje, pero no quiero hablar de un alguien que no está y no se puede defender.

–Todavía hoy se comenta lo difíciles que eran los vínculos puertas adentro. ¿Era así?

–(Interrumpe). No era tan mala la relación. Al menos cuando entré. A veces hasta era gracioso verlos discutir a Joey y Johnny. En realidad Johnny era muy solitario y reservado, los medios inflaron mucho ese tema. No importa quién estaba loco o quién era más jodido, lo más importante es que cuando subíamos al escenario dábamos el 100 por ciento porque entendíamos perfectamente que a los fans les había costado mucho pagar la entrada. Dejábamos los egos de lado y dábamos un gran show por una hora.

–Otras tres canciones compuestas por usted se incluyeron en los otros dos discos que grabó con los Ramones. ¿Cómo decidían qué entraba y qué no?

–Cada uno llevaba sus canciones en un cassette a la oficina del manager. Ahí se evaluaban todos, aunque el manager terminaba decidiendo qué iba a entrar en el disco. Johnny sólo aceptaba poner una canción mía, por eso temas como “Pretty Poison”, que ahora incluí en Cellophan, quedaron afuera. Algunas llegaron a entrar en ediciones británicas. Pero básicamente se trataba de negocios.

–Su último disco también contiene una versión de “Enjoy the silence”, de Depeche Mode. ¿Tiene relación con las influencias new wave de las que hablaba?

– Puede ser. Ya quería hacer algo desde Entitled, mi álbum debut, pero no encontraba la canción. Esta funcionó. Cuando uno hace un cover tiene que hacerlo propio hasta sentir que lo compuso. Me gusta mucho Depeche Mode, me gusta el mensaje de la canción, mucha gente se puede sentir identificada, y por eso la hice. Cuando el tema es bueno, es bueno. Y suena bien en los boliches también, ja.

–¿Cuál es la mayor virtud que le encuentra a Cellophan?

– Que tiene mucho más sentimiento de vivo que el anterior. Nos podés visualizar a mí y a la banda tocando. Si lo pongo en el auto, me dan ganas de acelerar. Cuando salió Entitled no estaba girando, desde entonces crecí como intérprete y compositor. Las canciones tratan siempre sobre cosas que me pasaron en la vida.

–¿Se pueden comparar la escena de los 80 y la actual?

–No. El negocio cambió, hay que girar para solventar las descargas gratuitas. Era muy lindo ver crecer al movimiento punk desde los 70 en adelante, ahora las bandas nuevas sólo pueden mirar atrás y tratar de copiar lo que estaba pasando en esa época. Pero no es ni un poco parecido. Entre el 77 y el 87, la música cambiaba todo el tiempo. Hoy la escena es muchísimo más estática, sin contar que hay 5 millones de bandas que quieren ser número 1, y hoy el rock ni siquiera encabeza los charts, hoy son el hip hop, el pop, el dance… Hoy hay gente que ni siquiera entiende qué es ver música en vivo.