Todavía vibraba la tierra del viernes 8, donde miles saltaron, marcharon, bailaron e hicieron, una vez más, que se pare el mundo. Por sus propias trayectorias de vida, por las de otres y por las de todes y todas. No fue fácil llegar a este 8M y no es fácil salir de la algarabía cuando todos los días se suma una muerta. Y en el eco de ese temblor, las víctimas se multiplican porque los modos de la violencia se sofisticaron, como lo nombra Rita Segato, el patriarcado ejerce una “pedagogía de la crueldad” que el Estado desoye incluso en un año electoral y con un movimiento firme y político en las calles. El sábado, Paola Córdoba volvía a ser violentada como tantos años atrás. En su casa del barrio Santa Paula de José C. Paz, Alberto Naiaretti volvió a amenazarla, a ella y a los hijos de la pareja, Milagros de 18 y otros tres de 6, 9 y 13 años. Paola lo apuñaló, una, dos, más de 180 veces. Y en cada puñalada marcaba en el cuerpo del victimario lo que su propio cuerpo memoriza desde hace 22 años, cuando ella tenía 15 y él se la llevó lejos de su familia y su entorno para encerrarla y llenarla de miedo. La saña, el asedio, la permanente sensación de amenaza cumplida y la impunidad de un Estado que pide a las víctimas llamar al 144 pero después las deja desamparadas forman parte de esta historia. Naiaretti incumplió mil veces las perimetrales que le daban la razón a Paola pero ella nunca retrocedió. Fue insistente con la justicia. Fue a la comisaría (la primera de José C. Paz, la misma que ahora la tiene detenida) y a la fiscalía de Malvinas Argentinas. En una oportunidad, una fiscal le dijo “hay cosas peores”, cuando Paola le relató que Naiaretti la obligaba a prostituirse, buscando alguna complicidad en otra mujer que estaba recibiendo su denuncia, escuchándola, pero encontró alguien que la estaba revictimizando.  

El territorio no es sencillo: el barrio donde vive Paola queda lejos de la estación y del centro de José C. Paz. Cada metro que se aleja un hogar violentado de los centros urbanos, es un metro que pierde en protección. “Cuando decimos ahí no llega nada lo que estamos diciendo es que no llega ninguna política y menos para lo que es violencia machista” dice Fer Ludueña, de la Defensoría de Género de Pilar. Ella resalta la importancia de que quienes reciban las denuncias estén capacitades en violencias machistas. No es todo lo mismo. No da todo igual. Atrás de la historia de Paola hay mucho sufrimiento y en ese entramado está la clave. ¿Por qué ahora ella está presa cuando los femicidas están sueltos? La indiferencia del Estado mata, si no es a las víctimas mujeres, lesbianas, trans y travestis que se contabilizan cada 29 horas es a sus hijes o, en este caso, al victimario que debería haber estado preso. Pura desidia estatal. “Estamos acompañando junto con otras organizaciones el caso de Paola porque sabemos que ella es una mujer más invisibilizada, no escuchada por los organismos que deberían haberla escuchado hace rato. Paola era prostituida por su pareja, y lo denunció, fue acompañada por su hermana pero se burlaron de esa situación. Paola era golpeada, física y verbalmente, que eso también es para tener en cuenta porque eso anula a una persona. Su hija era violada también por él, y los espacios que deberían haberse ocupado de ellas no lo hicieron. Una vez más, una mujer de un barrio la pasa mal. Una vez más el Estado condena rápidamente y encierra a una mujer, cuando todas las organizaciones que acompañamos estas situaciones de casos de violencia y abusos sabemos que los violentos, violadores y pedófilos están libres. Y a una mujer que se defiende se la detiene enseguida. Hoy se burlan en los medios porque Paola le dio 185 puñaladas sin analizar por qué ocurrió” dice Ludueña y recuerda el caso de Carolina Aló, que fue asesinada de 113 puñaladas por su novio Fabián Tablado y que rápidamente ese hecho fue capturado por los medios como un chiste de salón. 

“Vamos a seguir acompañando a la familia, vamos a conseguir la libertad, vamos a estar firmes pero también vamos a pedir que abandonen su lugar de trabajo la fiscal, la gente de la comisaría de la mujer y todos quienes no escucharon la voz de Paola” dice Caro Abregú de Furia Feminista, una de las organizaciones que se movilizaron el lunes para repudiar la detención de Paola y su hija Milagros. “Paola ha sufrido las peores vejaciones, abusos de todo tipo. El viernes 8 este tipo las obligó a prostituirse una vez más, pero la violencia se daba en muchos ámbitos. Una chica del barrio nos contó una de las miles de veces que él violó la perimetral y la policía actuó como corresponde y lo llevó detenido, ella terminó de hacer la denuncia y atrás de ella salió el tipo. Hasta ahora lo que sabemos es que Paola tiene un abogado defensor oficial que dijo que va a llegar a las últimas consecuencias y nosotras nos preguntamos cuáles son las últimas consecuencias para un defensor oficial. Nos preguntamos si las últimas consecuencias son lograr la liberación de Paola y su hija. Para nosotras llegar a las ultimas consecuencias es tener nombre y apellido de cada una de las personas, cada responsable de las inacciones que llevaron a Paola a esta situación”.

Sandra Hoyos, de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto regional Noroeste dice que está movilizada desde el sábado por este caso pero que la autodefensa es cada vez más frecuente. “Esta fue una defensa de su propia vida y de la de su hija y sus otros hijos. Mucha rabia nos moviliza, y estamos gestionando una organización para pedir la libertad de ambas. Yo también me defendería como Paola y Milagros”.