La violencia sexual ha sido utilizada como un arma de guerra en República Democrática del Congo por grupos armados que aterrorizan a las familias, destruyen comunidades e imponen su poderío. En la actualidad, estos crímenes siguen existiendo por varios motivos pero, sobre todo, por la vulnerabilidad de una zona que, aunque exista la presencia de la misión humanitaria de la ONU Monusco, ex combatientes de los grupos rebeldes de la segunda guerra del Congo se han desmovilizado y reinsertado en la sociedad sin un programa real de rehabilitación. Las mujeres y niñas congolesas son un grupo vulnerable y la fotógrafa Paula Acunzo viajó en 2018 para retrataras y contarle sus historias al mundo.