La Fórmula 1 arranca este fin de semana en Australia una nueva temporada, con el atractivo de saber si el alemán Sebastian Vettel y Ferrari conseguirán por fin quebrar la hegemonía del británico Lewis Hamilton y Mercedes, tras cinco campañas de dominio de la escudería anglogermana. La parrilla de salida en Melbourne volverá a contar con 20 autos, pero no tendrá al español Fernando Alonso por primera vez en 17 años aunque regresará el polaco Robert Kubica ocho años después del accidente que casi le cuesta un brazo y aparecerán tres nuevos nombres en la categoría.

Sin embargo, ni los debutantes Lando Norris (McLaren), George Russell (Williams) y Alexander Albon (Toro Rosso) ni ningún otro de los 17 colegas que saltarán a la pista pueden presumir de una carrera similar a la de Slim Borgudd, considerado uno de los mejores bateristas suecos de la historia, que hace casi cuatro décadas compitió en la categoría reina después de haber compartido escenario con el mítico grupo ABBA, cuando el cuarteto nórdico lideraba todos los rankings musicales.

Mientras Carlos Reutemann peleaba el campeonato de 1981 con el brasileño Nelson Piquet y otros nombres legendarios como Alan Jones, Gilles Villeneuve, Alain Prost y John Watson, Borgudd se daba el gusto de subirse a un modesto ATS, con el que incluso llegó a conseguir un sexto puesto y sumar un punto en el Gran Premio de Gran Bretaña.

A esa altura, Karl Edward Tommy Borgudd, ya conjugaba sus dos pasiones: días de circuito y noches de escenario. A los 15 años y de casualidad tuvo su primer impacto musical. Junto a unos amigos fue a un show de Memphis Slim y Willie Dixon, justo un día que a la banda le faltó el baterista. Cuando preguntaron si alguien sabía tocar el instrumento, el joven sueco dio un paso al frente empujado por sus amigos, ya que era su hobby y llevaba una batería en el barco mercante donde trabajaba. “Increíble, tenía 15 años y estaba tocando con mis héroes, así que desde ese día me llamaron ‘Little Slim’”, contó en sus memorias. Ahí nació el apodo que lo acompañaría por siempre.

En 1959 se enamoró de la velocidad cuando vio en vivo a Stirling Moss ganar en el circuito Karlskoga. Años después, de gira por Londres con su grupo Made in Suecia, le compró un auto de carrera a Chris Barber, un blusero y corredor aficionado inglés, y se inscribió en la Jim Russell Car Racing School, una prestigiosa escuela de pilotos, donde ganó la prueba reservada para los mejores alumnos. De regreso a su país, corrió en diferentes categorías de forma esporádica hasta que en 1978, con 32 años, se consagró campeón sueco de Fórmula 3. Al año siguiente dio el salto a Europa, donde fue tercero en una temporada en la que el campeón fue un tal Alain Prost.

A esa altura, ya era un músico reconocido e incluso grabó un disco solista llamado “Funky Formula”, con su imagen en el auto de carreras en la portada. Y por esos años también conoció a Björn Ulvaeus, uno de los integrantes de ABBA, con quien trabó amistad. Así fue que Borgudd se convirtió en sesionista del grupo pop de la época, que vendía millones de placas en todo el mundo. Y así se le abrió el camino para llegar a la F1, con una curiosa historia que el propio músico-piloto contó en la revista Motorsports.

“Llamé al manager de ABBA y le pregunté si el grupo me podría patrocinar, y me mandó a freir espárragos. Así que llamé a Benny Andersson (el otro varón del grupo), que convenció al resto de la banda para que me prestara su logo durante un año. No había un mango de por medio”, explicó Borgudd. Pero como ABBA era un éxito mundial, al peculiar dueño del equipo alemán, Günther Schmid, le atrajo la propuesta y lo contrató para ATS. 

Sigla de Auto Technisches Spezialzubehör (Accesorios técnicos especiales para autos), ATS era una de los peores escuderías del circo, manejada por un déspota como Schmid, capaz de explicarle a los pilotos como debían manejar los autos. En el debut en el Gran Premio de San Marino, Borgudd terminó último en pista, aunque abandonos rivales le permitieron quedar decimotercero en una carrera que tuvo a Piquet, Riccardo Patrese y Reutemann en el podio. Con ingenieros y mecánicos que abandonaban el proyecto casi a diario peleados con el propietario, Borgudd no pudo clasificar su ATS número 9 con el logo de ABBA en los laterales en ninguno de los siguientes cuatro Grandes Premios. Pero con la ayuda de Alistair Cadwell, un ingeniero que provenía de Brabham, el modelo HGS1 mejoró y llegó la jornada de gloria en Silverstone, pese a las desprolijdades del equipo. 

“Un mecánico se había dejado olvidado un destornillador en el cockpit, pero como era bueno con los pies por la batería, me pasé la carrera moviéndolo con el izquierdo, pero no pude usar el embrague. Terminé con la pierna acalambrada”, explicó el sueco sobre aquella experiencia inolvidable. “Siempre recordaré lo que dijo un periódico británico al día siguiente: ‘¿En qué se ha convertido la Fórmula 1 si un ‘roadie’ de ABBA puede ser sexto en un Gran Premio?’”.

La carrera siguiente era en Alemania y contó con una presencia especial: los cuatro integrantes de ABBA estuvieron en los boxes de Hockenheim, entusiasmados por el éxito de su piloto, que igualmente tuvo que abandonar en la vuelta 35 por problemas en el motor Ford de su auto. De ahí hasta el final de la temporada, Borgudd sumó varios abandonos y un décimo puesto en Holanda, aunque Tyrrell lo convocó para la temporada siguiente. Sin dinero, sólo corrió tres carreras para el equipo inglés. Luego compitió en diversas categorías menores y de turismo y corrió en Las 24 Horas de Le Mans, hasta que en 1995 se consagró campeón europeo de camiones. 

Por casualidad, no llegó a competir en Argentina. Su estreno en 1981 se dio en la cuarta carrera, una después del Gran Premio en Buenos Aires. Y en 1982, la carrera en el autódromo Gálvez se suspendió por la guerra de Malvinas. Igualmente, a fines de los 90’, Borgudd llegó al país para dar una clínica de música en el hotel Bauen.