La política de dejar depreciar el peso impuesta por el FMI al Banco Central desata polémica entre los economistas. Los burócratas del Fondo no quieren que el Banco Central intervenga estabilizando el dólar por una sencilla razón: que los billetes verdes que el organismo prestó para evitar una cesación de pagos de la deuda hasta octubre, se destine a pagar la deuda y no se pierda por la canaleta de la fuga de capitales. La experiencia de la crisis de la convertibilidad, donde los dólares que entraron por el blindaje se esfumaron en el vano intento de sostener el uno a uno, marcó a fuego la visión del Fondo sobre como intervenir en la economía argentina.

En el plano local, algunos economistas cercanos a Roberto Lavagna, concuerdan con el organismo pero por otros motivos. Desde la visión del ex ministro de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner, solo un dólar alto puede resolver los desequilibrios de la economía. La política del FMI, con su elevado costo de volatilidad, sería un mal menor frente a un intento oficialista de frenar la debacle económica de cara a las elecciones sosteniendo un dólar barato. Además, la devaluación le resta chances al oficialismo y le suma caudal electoral a la posible candidatura del propio Lavagna. Le evita pagar el costo de una devaluación al próximo gobierno, medida que el ex ministro considera necesaria para mantener un dólar elevado en el actual contexto inflacionario.

Ambas posturas tienen su cuota de verdad, pero también su cuota de mentira. El FMI acierta en que una política electoralista de dólar barato hará perder gran parte de sus dólares en abastecer la demanda de divisas en el año electoral. Sin embargo, la incertidumbre de la política de no intervención termina exacerbando la demanda de divisas y pone a la economía en una situación límite, que no se condice que el nivel de reservas (todas prestadas) que detenta el Banco Central. Por otro lado, aun cuando se evite financiar con reservas la fuga de capitales, el perfil de vencimientos de la deuda post octubre continúa siendo insustentable y va camino a una reestructuración.

A su vez, la política de dólar alto propuesta por Lavagna reduce el desequilibrio externo. Pero lo hace a costa de mantener devaluados los ingresos de la población, el consumo y la actividad productiva; una receta cuyo costo social estamos experimentando. Suponer que el tipo de cambio elevado impulsará un crecimiento de las exportaciones que resuelva la restricción externa, permitiendo una expansión armoniosa del consumo, la inversión con el balance cambiario, es una mala lectura de la experiencia 2002-2005 cuando Lavagna era ministro. 

En esos años, el tipo de cambio elevado coincidió con un contexto externo favorable para las ventas externas. África y América Latina vivieron una fuerte expansión de sus exportaciones que le permitió crecer sin la soga al cuello de la restricción externa, más allá de cual fuera su política cambiaria de cada país. En las actuales condiciones internacionales, mantener la moneda nacional devaluada tendrá escaso impacto en las ventas externas, mientras que mantendrá reducido el mercado interno.

@AndresAsiain