"En tus ojos, compañera, hay un profundo dolor/ y hasta el silencio en tus labios murmura revolución. / Estos años que vivimos no lograrán destruir/ ansias de lucha y justicia, que ellos quieren acallar. / Vamos juntas, compañeras, por el camino mejor/ donde el campesino herido sembró sus frutos de amor. / Vamos juntas, compañeras, por el camino mejor/ donde el obrero ha dejado su semilla de sudor. / Cuando llegue nuestra hora/ juntas hemos de luchar/ por las calles y los montes, el enemigo caerá. / Y por cada compañero, con su fusil y mis manos/ la alegría de los pobres vengará a nuestros hermanos. / Mi compañera sin nombre, compartamos nuestro pan,/ nuestros sueños y tristezas, mañana la libertad. / Vamos juntas, compañeras, / que algún día llegará/ nuestro día, nuestra hora/ en que todo ha de cambiar".

Esta canción fue escrita por una de las mil quinientas presas políticas de Villa Devoto para animar a una compañera de cautiverio cuyo compañero había muerto asesinado en la tortura. La cantan de memoria cinco sobrevivientes, cinco ex presas políticas de la última dictadura y de incluso antes, la cantan al unísono en un momento emotivamente muy alto del video realizado por Federico Rathge y que se expone como videoinstalación en una de las salas del Centro Cultural Angélica Gorodischer.

No, no es un error. El primer gesto visible y legible de la exposición que  hasta el 28 de abril toma toda la planta baja del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (San Martín y San Juan) fue rebautizarlo (temporalmente, mientras dure la muestra) con el nombre de su par, la escritora Angélica Gorodischer, quien, además de producir una extensa obra revolucionaria en lo estético y político, hace una década y media organizó allí mismo una exitosa serie de Encuentros de Escritoras.

Andres Macera
Las mujeres se honran y rememoran en esta muestra.

Titulada "Revolucionistas. Rebeliones (y) Feminismos", la muestra reúne obras de arte con material documental inédito, a lo cual suma un libro catálogo con vida propia donde coexisten la poesía y el ensayo, además de una pequeña biblioteca feminista para revolver a gusto, visitas guiadas por sus curadoras, y charlas con invitadas ilustres. La coordinación estuvo a cargo del Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara de la Municipalidad de Rosario; la curaduría, de una Colectiva Curatorial que integran Sonia Tessa, Lilian Alba, Joaquina Parma Leiva, Romina Garrido y Pamela Gerosa, con el asesoramiento de Georgina Ricci y producción de Eliana Bianchi y Aldana Moreyra, y montaje de Federico Salaña.

En "Palabramujer", el texto que escribió en enero de 2019 para esta muestra, Gorodischer pregunta quién dijo la primera palabra y se imagina que fue una mujer. "Y es con eso, con palabras, con lo que se abren las puertas a la humanidad", afirma. Al lado de su texto (a mano y en letra de molde), el tradicional libro de visitas fue sustituido por un muro. Allí las visitantes dejaron consignas, un fragmento del artículo 16 de la Constitución y hasta muestras de humor erudito como un "Neruda, cállate tú", en respuesta a aquel "me gusta cuando callas", del poeta chileno.

"Mi compañera sin nombre, compartamos nuestro pan,/ nuestros sueños y tristezas, mañana la libertad/ Vamos juntas, compañeras, /".

El montaje técnico-audiovisual del video de Rathge, llevado a cabo por Hernán Raperto, distribuye las imágenes en seis canales y se intercalan banquitos, creando una ronda de charlas en la oscuridad donde espectadores y entrevistadas quedan integrando el mismo espacio, al que preside el mural cerámico de Mele Bruniard que el hábito había vuelto invisible. Es una ficción de espacio en común, pero es muy creíble. Además de las cinco mujeres que recuerdan la cárcel política donde a pesar de la represión durísima hacían joyas del caracú, teatro de sombras con las sábanas, transformaban letrinas en teléfonos y "transformábamos todo, porque veníamos de una tradición de revolver", protagonizan la videoinstalación documental otras cinco mujeres valerosas. Ellas formaron a fines de la última dictadura y comienzos de la democracia recuperada el grupo feminista Unidas, que editó una revista. "Nos gustaba salir a la calle", cuentan, recordando su intervención en el espacio público a la salida del cine donde se proyectaba la película Camila, de la directora María Luisa Bemberg. La intervención buscaba convertir la historia real de los amantes fusilados en metáfora representativa de todo el amor que se mata y mutila cada día. La muestra recupera panfletos, crónicas y afiches, y reconstruye parlamentos.

La ronda y la manifestación, además de la intervención artística, son las formas de expresión colectiva de las mujeres en el espacio público que se honran y rememoran en esta muestra. Cuando se dice aquí "mujeres", el término incluye a las trans, a las lesbianas, a las intersex, a las meretrices, a las Madres, a las Abuelas, a las hermanas (en todo sentido), a las hijas. Las incluye junto con las manifestantes anarquistas de siglos pasados en un gran álbum amoroso de sororidades luchadoras, como parte del gran rizoma líquido que es hoy el feminismo, al fin masivo, al fin visible.

Dicen presente en la sala Augusto Schiavoni (rebautizada temporalmente con el nombre de su hermana Laura, también artista) las obras de Noemí Escandell, Mónica Castagnotto, Claudia del Río y María Cristina Pérez, recorriendo un ida y vuelta constante entre el arte y la vida. Florencia Garat, artista plástica, es hija de Eduardo Garat, militante desaparecido por la dictadura. La única película que tiene Florencia de su papá es la de él corriendo en una manifestación. Como una metonimia de aquel álbum familiar político armado con retazos de registros, la artista hizo propia una imagen encontrada en una de las famosas fotos que tomó Carlos Saldi durante el Rosariazo. Primero se la tatuó y ahora la ha bordado: "la chica del palo" (o "la chica de la viga") es el nombre de esa escena, emblema mismo de esta exposición.

Que el hall de entrada del Centro Cultural Angélica Gorodischer (CCRF) sea acristalado con vista a las calles es apenas una excusa para desplegar como banderas las imágenes traslúcidas, espectrales a la manera de Graciela Sacco (uno de los muchos espectros-banderas que recorren esta exposición), de mujeres que salen a la calle en multitud furiosa, gozosa, emancipada. Fotos por Agostina Acevedo, Josefina de Iriondo, Valeria Galliso, María Cruz Ciarnello, Noah Pellegrini, Ana Isla, Virginia Benedetto, Sofía Alberti y Alberto Gentilcore, o provenientes de archivos, documentan los 8M, los 25N y tantas otras marchas donde los cuerpos enlazan pañuelos blancos a pañuelos verdes en una continuidad generacional de las luchas.