El presidente Mauricio Macri señaló como el principal problema de la economía a que “no tenemos moneda”. La negación de la moneda nacional sería una metáfora para referirse al problema de la inflación atribuido a los desequilibrios fiscales, que serían superados con la actual política de déficit cero. Luego, Macri ingresó en una fase de análisis-ciencia ficción, al señalar que durante su gestión las exportaciones aumentaron un 15 por ciento, cuando las exportaciones de los últimos doce meses fueron 8 por ciento superiores a los últimos doce meses de CFK, pero 11 por ciento menores que las de 2014 y un 20 por ciento menores a las de 2013. También planteó que su gobierno había construido más autopistas que todos los gobiernos de los últimos 65 años juntos, hecho que todo argentino que peine canas sabe falso sin recurrir a ninguna estadística y hasta despertó dudas en el propio entrevistador Luis Majul (haciendo retroceder al presidente a un indemostrable “se sentaron las bases para…”). Prometió además que la inflación va a bajar y criticó a los candidatos que hacen promesas incumplibles de crecimiento (por Roberto Lavagna), olvidando que esa fue la base de su campaña presidencial: pobreza cero, inflación en un dígito, lluvia de inversiones.

La negación de la moneda nacional es un argumento comúnmente utilizado por los impulsores de la dolarización. La supuesta inexistencia de la moneda nacional implica que el costo principal de la dolarización que es la anulación de la posibilidad de hacer política monetaria, deje de existir, ya que un país que no tiene moneda, tampoco puede hacer política monetaria. Una situación cada vez más real bajo un programa económico que se impuso no emitir moneda y no financiar al Estado. Sin embargo, la realidad es que la moneda nacional, si bien muy golpeada, todavía está viva y puede ser una herramienta fundamental para un programa de reparación económica de un futuro gobierno.

La inflación debilita las funciones del peso como moneda de ahorro y como medio de pago para operaciones inmobiliarias. Lamentablemente, en los últimos tres años nada se ha hecho para revertir esto. No sólo la inflación se aceleró, sino que alternativas como la moneda indexada UVA sólo se utilizó para reducir el riesgo de los bancos en los créditos hipotecarios, pero a costa de los deudores encerrados en un contexto macroeconómico donde los ingresos de las mayorías corrieron muy por detrás de los índices de precios a los que se indexaron esos créditos. 

Por otra parte, la asociación de la inflación con el déficit del Estado no tiene ninguna validez para la economía argentina de los últimos años. La inflación comenzó a acelerarse entre 2006 y 2008, cuando las cuentas públicas aún eran superavitarias. A su vez, la implementación de las políticas de ajuste en la búsqueda del déficit cero junto al programa de cero emisión en curso coincidieron con los niveles más elevados de inflación de los últimos 27 años, hechos que deberían hacer replantear al presidente y a su equipo económico tanto de las causas de la inflación como de los medios para combatirla.

@AndresAsiain