En octubre de 2017 el gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, informó que “así como está la Constitución no puedo ser candidato y tampoco aspiro a serlo”. Midió posibles relevos mediante encuestas: nadie movía el amperímetro. Reformó su parecer aunque no la Carta Magna provincial. Se postuló, fijó fecha de elecciones para el 7 de abril próximo. “Amarró” un fallo favorable con el Tribunal Superior de Justicia local. Apostaba seguramente a que el litigio fenecería en competencia provincial, la Corte Suprema nacional (por tres votos contra dos) sentenció lo contrario.
Weretilneck nombró sustituta a Arabela Carreras, dejando de lado a su vice Pedro Pesatti, peronista él. Tiene su lógica en una provincia que eligió mandatarios radicales entre 1983 y 2007 inclusive. El discurso federalista y las quejas contra “el centralismo porteño· (contradictorio en un aliado de la Casa Rosada) vienen en el combo.
El gobernador hizo casi toda la campaña como tal. Creó su propio partido, sin tradición previa. Su liderazgo es personalista, muy basado en la bonhomía y accesibilidad del dirigente que camina mucho la provincia y las calles. Se supone que con el relevo su fuerza perderá votos: hipótesis que deben pasar la prueba ácida de las urnas. Supuestamente se favorecerían el candidato peronista Martín Soria y la de Cambiemos Lorena Matzen. Soria pintaba como favorito antes de la resolución de la Corte. Matzen, relegada en los pronósticos previos, puede ilusionarse. Los presagios son falibles, casi tanto como las encuestas. Es demasiado… mejor evitarlos.
Apenas dos líneas sobre la decisión de la Corte. El espíritu de la norma es, sin duda, impedir que alguien esté más de ocho años como gobernador o vice. La “letra” (la redacción) es pésima y confusa porque cuela una mención a “sucederse recíprocamente” gobernador y vice que nubla la comprensión. En la opinión del cronista, los votos de la mayoría y la minoría no son arbitrarios ni tampoco indiscutibles. Da para más, seguramente para una columna posterior.