Leyendo las primeras páginas de “Apuntes para las militancias” de María Pía López se me aparece a velocidad ráfaga, un recuerdo de infancia. No es tan extraño. Las relecturas de escenas del propio pasado es uno de los efectos de los encuentros, las discusiones y las fiestas feministas de hoy. El despertador en este caso ha sido una palabra clave          –“¡Basta!”– que María Pía López ubica en la génesis de los feminismos populares. Grito de guerra (combates) pero también contraseña de reconocimiento (promesas). Esta palabra que a muchos les sonará como un desplante intempestivo y que sorprende a las mismas que lo enuncian, es el punto de ebullición de este nuevo sujeto político que irrumpe en el horizonte roto de las democracias neoliberales con una inusitada capacidad: puede mirar con ojos nuevos toda una historia personal y política. “Veo a los feminismos, a las pibas en las asambleas populares, a mi propia experiencia como integrante del colectivo Ni una menos como una gran hospitalidad, un espacio donde te podés pensar con otras, no digo pensarte sin dolor pero ya no sola y en el centro de ese dolor.” 

 Tengo 9 años. Estoy parada frente a la biblioteca de mis padres petrificada ante uno de los títulos que no voy a leer hasta dentro de muchos años: “Mañana digo basta”, una novela de Silvina Bullrich. La confirmación de una promesa no cumplida hasta el infinito rebota contra todas las historias de las mujeres de la familia. 

El libro que estoy leyendo ahora, parece regresar hasta esa frase para darla vuelta, ponerla en boca del personaje que no pudo decirla y en la hoguera de aquellas que lo gritaron antes y lo dejaron para mañana. No es lo único que se revierte en los feminismos populares. Luego de destacar esta potencia del grito que en lugar de arrancar para el lado del malentendido agarra para el lado de la acción colectiva,  María Pía destaca el capital que nos ha dado la propia experiencia de un sufrimiento que nos atraviesa y nos enlaza. “Nosotres tenemos “otra” experiencia del mundo y ese saber nos permite reconocer con una destreza única el sufrimiento de les otres. Lo que fue dolor silenciado y privado, hoy es un capital único, con potencia política. La víctima se ha corrido de su lugar y ha pasado a ser tejedora de redes. El  haber atravesado algo similar nos permite convertir la experiencia en potencia de pensamiento, no como una cuestión de empatía sino como posibilidad de politizar, construir una idea de lo común a partir de este conocimiento que es el haber sido atravesades sensiblemente por el hartazgo al patriarcado.” 

¿Te pasa a vos también que se te aparecen escenas del pasado y que a la luz de la marea feminista cobran otros sentidos?

Sí.  Aparecen cosas que no es que no las tuviera presentes sino que no sabía cómo tramitar. Por ejemplo, situaciones de humillación en mi escuela secundaria que se daban por una cuestión no sólo de género sino de clase. Mi vejo era alcohólico, vengo de una familia muy pobre en el marco de una comunidad de clase media de la provincia de Buenos Aires. Ahí aparece este régimen de humillación a la piba que esta becada y que no tiene ropa que hay que tener. Además, era una escuela católica dirigida por un cura fascista que, luego se supo, había tenido vínculos con la dictadura y acusaciones comprobadas de pedofília.

¿Recordás alguna escena en particular?

Ese cura nos hacía parar a todas en el patio para ver si la pollera estaba por abajo de la rodilla, y si no, te mandaban a tu casa. Contra nosotras tenia una violencia explícita que creo que ninguna piba aceptaría hoy, ni siquiera en el marco de un colegio católico. Te llamaban para decirte: a vos te vieron tomando vino con un chico en la plaza, eso daña la imagen del colegio…

Ahora pienso cómo es posible que aceptáramos tantas injusticias. Nosotras soportamos violencias que hoy me resultan inconcebibles.

Soportamos sí, ¿y a su vez la ejercimos?

Bueno, por ejemplo, pienso en nuestras reacciones cuando una amiga tenía que abortar. Mejor dicho, nunca era nuestra amiga, era “una que sabíamos que había abortado”. No había una solidaridad inmediata en este tema. Era primero el cotilleo, la murmuración, el enjuiciamiento, que es algo que va más allá de la práctica clandestina del aborto. Por eso en el libro digo que si bien el Senado no aprobó la ley, lo que si lograron los feminismos es una despenalización social del aborto. Y eso es un logro fundamental que muestra lo que significó la irrupción de estos feminismo populares.

En voz alta y en plural

Esa palabra que no se decía nunca en la novela de Silvina Bullrich le da título al primero de los diez apuntes.  Está claro que la socióloga, la militante que integra el colectivo #Ni una menos desde sus comienzos en 2015, ha decidido empezar por un punto de confluencia, antes de desplegar en los 9 puntos que siguen, las discusiones, el punteo de lo que falta pensar y los riesgos de dejar de hacerlo .

Porque los feminismos están que arden, presionados desde afuera por las lógicas electorales y desde adentro también por la misma heterogeneidad que los constituye.  “Apuntes para las militancias” cita al histórico título con el que John W. Cooke se proponía sacar del letargo a la militancia en el marco de la proscripción al peronismo. No es un dato caprichoso,  que aquel texto encendido, en la ferocidad de la coyuntura, fue interpretado como comunista y facista por lectores encontrados. López rinde un evidente homenaje a ese Cooke que se permite pensar  la autonomía de la clase obrera más allá de sus inscripciones políticas, un matiz que según la compañera debería poder trasladarse al sujeto político que constituimos trans, travestis, mujeres, lesbianas, no binarios. De todos modos el homenaje se distancia del original que hablaba de “Apuntes para la militancia” en singular y planteaba una clase teórica y practica guiando a sus lectores (en masculino) por el  barro de la historia. Los apuntes plurales, fuera de todo ímpetu mansplaining o de bajada de línea, están construídos a partir del diálogo entre compañeres, recogen los puntos de fricción, los expone de un modo clave y sin esconder su tono de balbuceo. Sí mantiene su potencia revolucionaria, este libro no viene a apaciguar los ánimos sino a hacerse cargo del conflicto a la manera feminista, es decir, pensando más allá de la repetidísima pregunta de salón que recuerda la torpeza con que algunos leyeron el trabajo de Cooke: “Y vos... ¿estás en contra o a favor?”.  

 Y vos... ¿Cuál dirías que  es el mayor riesgo que corren los feminismos populares en 2019?

Que primen las lógicas más destructivas, que no seamos capaces de generar estrategias para ampliar la potencia política de este nuevo sujeto que ha demostrado ser el único capaz de pensar algo nuevo, por fuera de las lógicas patriarcales. Que nos metan en un embudo. Me preocupa que la maquinaria electoral nos desguace. Que los feminismos que quieran preservarse a la vera de estas lógicas terminemos hablando entre nosotres. Justo cuando es hora de hablar hacia afuera, de construir transversalidad.

Muchas militantes reclaman que desde sus respectivas filiaciones partidarias “nos piden que nos callemos para no importunar una elección”. O que pongamos nuestro nombre en una lista con el único objetivo de prestigiarla.  Que traguemos sapos.

Y yo creo que debería ser justo al revés. Mi gran miedo es que nos cerquen, que nos digan “esta es tu agenda” y pretendan relegarnos a un destino de ONG, al Instituto Nacional de la Mujer y adiós. Eso es lo que viene haciendo la derecha de (Jair) Bolsonaro y este gobierno que pone tres mujeres al frente: (Patricia) Bullrich para criminalizar, (Carolina) Stanley para contener el hambre y (Fabiana) Tuñez para que “la política de género” aparezca en los papeles. Nosotres queremos aborto claro que sí, pero con hospitales funcionando.

¿Hay algo que podamos distinguir en el interior de los feminismo como un trabajo de autocrítica o de rectificación de rumbos? 

Hay muchos puntos para repensar. Uno fundamental es, por ejemplo, que pudimos producir una importantísima discusión sobre el aborto pero no pudimos movilizar del mismo contra la reforma a la ley previsional. Creo que nos falta terminar de construir esa interpelación política donde se haga evidente que hay una perspectiva feminista sobre todo, que importa tanto a qué edad nos vamos a jubilar como el derecho a abortar, que hablar de desigualdad no es hablar de desigualdad de género solamente. Es fundamental volver a cocer las múltiples tramas que nos constituyen.

Culo sucio

Apuntes para las militancias es un libro machete, breve y contundente escrito en confianza para pasarse entre compañeres y pensado con urgencia -que no es lo mismo que a las apuradas. “Cuando empecé a escribir y a puntear los temas, me di cuenta de que son todas las discusiones de todo el año, lo que está ahí es un pensamiento que fue saliendo este año con las compañeras del Ni una Menos y de diferentes colectivos con los que nos cruzamos. Se necesitan materiales por ejemplo para compañeras que militan en espacios mixtos. No está fácil, porque se suceden reacciones bastantes delirantes.”

¿A qué  te referías? 

Nos piden respuestas que no tenemos por qué tener, eso me impresiona. De todos lados te dicen “Y qué harías con tal cosa?” o “¿nos podrías ayudar a deconstruir?” No estamos para dar respuestas a preguntas que nos imponen. Es una mala lectura: los feminismos populares son un movimiento social re contra complejo, en la Argentina estoy segura de que no hay otro sujeto con esta capacidad reflexiva.

En tu libro sobrevuela una crítica a cierta tentación punitivista. 

Creo que es un gran tema. Que no se resuelve por si o por no. Hay que ponerse en nuestro lugar. Pero también tenemos que revisar esta tendencia a la purificación, al castigo. Es decir, ante una denuncia por alguien que comete un acto de machismo explícito en un partido, una empresa, o en una escuela, lo primero que surge como solución es retirar a esa persona, excluirla, mandarla a la cárcel. Yo creo que nosotres no podemos decir que es inaceptable la humillación que hemos atravesado sin que nos resulte inaceptable la que otros atraviesan. Yo no puedo dejar de pensar lo que significa la cárcel. 

Vos decís que una de las presiones que reciben los colectivos llega de un sujeto que calificás como “los asustados”.

Son tipos que tienen muertos desde el placard y quieren atacar primero o decir a todo que sí. Creo que ante el miedo por las posibles denuncias hay dos reacciones. Una es acusarnos de imperialistas, de despolitizar, de estar bancadas por Estados Unidos y disparates por el estilo. Y hay otros que dicen, “sí, tienen razón las chicas” y participan de la lógica de la exclusión. Creo que ambos tienen  algo en común: el culo sucio. Ambos están tratando de no pensar nada, que nada cambie.

Las empresas y las instituciones incluidas

¿Qué responsabilidad asume una institución que separa a la oveja machista? Invocar las reglas de la comunidad  que debe ser salvada o purificada, a mí  me genera un poco de miedo. Me parece que de fondo de esto hay un imaginario muy complejo y es que podemos construir sociedades puras. Creo que es un error muy tentador, un peligro que tenemos que trabajar para evitar, esto de pensar sociedades sin heterogeneidad, sin gente que te moleste, que percibas y que resulte peligrosa. Si nosotras defendemos que no queremos la construcción del pibe peligroso como pibe chorro, si decimos “quiero vivir un barrio donde la policía no me controle milímetro a milímetro y me banco el riesgo del asalto”, del mismo modo debemos tramitar que vivimos en una sociedad donde hay y va a haber conductas machistas. Y no lo podemos resolver con la imagen de pureza, con les buenes de un lado y los malos del otro porque estamos entrando en grandes contradicciones.

La vida cotidiana reniega constantemente de esa idea de pureza. 

Bueno, las compañeras sindicales nos presentaban los otros días este problema. ¿Cómo haces para ponerle freno a conductas machistas de algunos trabajadores sin darle excusas a la patronal para echar compañeros?

Tampoco por no hacerle el juego a la empresa, esconder situaciones de violencia de ese compañero. Estamos obligades a pensar como reparar, las afectadas tienen que recibir algún tipo de reparación y no toda pena puede ser igual cuando no todo acto es igual. Si no podemos pensar eso es porque en el fondo estamos pensando otra cosa, es un mundo sin conflicto…

La idea del cupo en las artes, en la música también es un terreno que genera molestia y  dudas. Vos citás a la filósofa Julieta Kirkood que propone distinguir entre historia de las mujeres e historia feminista. Es un aporte para la cuestión de  los cupos y también un palo para la apropiación del mercado de la movida feminista. 

Me interesa que ella da un pasito más allá del rescate, de la irrupción necesaria de textos feministas en las librerías. Propone hacer historia feminista, dar cuenta de la genealogía de las luchas, dar cuenta de los momentos en que algo se devela. La irrupcion feminista,. la visibilidad no puede traducirse sólo en la cantidad de autoras en la bibliografía, obras de mujeres en los museos, . Esto es necesario pero acotado

¿Entonces?

A mí me surgió en discusión con las compañeras músicas cuando me pidieron que firmara el petitorio para la ley de cupo. Yo lo firmé. Pero me incomodaba porque en un punto lo veía como una propuesta artificiosa. Por supuesto que hay muchísimas bandas y solistas que podrían ser programadas y no lo son. Pero me pareció que había una vuelta más. Encontré un punto interesante en conversación con las compañeras dramaturgas que me dieron un el ejemplo de lo que pasó en un concurso donde les postulantes se presentan con seudónimo ante un jurado mixto y aún así ganan varones. ¿Por qué ganan? Aquí entra un punto súper interesante: ¿cómo tenemos construido el gusto? ¿Qué tipo de relatos, qué perspectiva nos merece más respeto? Lo mismo pasa en Ciencias Sociales. ¡Todavía se habla de los “Padres de la sociología”! Las materias introductorias no tienen ni una sola autora en la bibliografía. No es que no hay textos, hay que hacer una arqueología no por el cupo en sí, para pensar por qué fueron ninguneadas, qué recorte hacían, de qué hablaban, qué tipo de racionalidad proponían que se decidió tachar.

Tercer punto. ¿Cómo se sobrevive a una asamblea?

La pregunta en realidad debería ser “¿cómo hacer para que sobrevivan las asambleas?”. Las asambleas tienen algo único que es la presencia de los cuerpos, ese contacto de gente que va a hablar o, a escuchar o no, tal vez a tomar cerveza y a encontrarse con amigues, produce un pensamiento colectivo que no surge por fuera. Pero por otro lado las asambleas tienen en su propia lógica de funcionamiento la idea de que todas las voces hablan, todos los  cuerpos cuentan y es así. Pero al mismo tiempo, no es cierto que todas las personas pueden hablar. No hay tiempo para que todas se expresen. Priman las que tiene más destrezas retóricas, las que conocen el mecanismo de que hay que anotarse antes, nichos discursos vienen ya validados desde afuera, desde las organizaciones. Es decir, está el riesgo impuesto por esta rutina y esta capitalización del espacio por ciertos sectores. La horizontalidad se resquebraja y sólo en algunos momentos que son sublimes, aparece una sorpresa. Les pregunté a una les integrantes de La Villa Crespo cómo hicieron, son una de las pocas asambleas que empezaron en 2001 y continúan. Me contestaron que trabajaron mucho en la organizacion, en la distribucion de roles, responsabilidades. Cada vez que la roganización de la asamblea estuvo en manos de varios colectivos, resultó. Es decir, hay que asegurar siempre la pluralidad y la posibilidad de un control mutuo. 

¿Cómo describirías el intercambio entre generaciones, entre personas que habitan realidades muy diferentes, cómo se tramitan las distancias?

Te lo respondo con una escena. En  una oportunidad, recibimos en uno de los chats que tenemos en Ni una Menos con colectivos de todas las provincias, el mensaje de unas chicas que nos decían que iban a armar un nuevo colectivo dedicado especialmente a repartir alimentos y ropa. Nos vamos a llamar “Las nietas de Judith”. Y yo pensé, qué nombre bíblico para una práctica tan propia del  catolicismo…¿Y por qué ese nombre, les preguntamos. “Nietas, porque somos las hijas de las hijas de las brujas que no pudieron matar. Y Judith porque hay una mujer que se llama Judith Butler que parece que es muy importante en el reconocimiento de las existencias queer”. ¿Te das cuenta? Estas chicas no necesitan leer a Butler, han aprendido ya en un curso acelerado en las marchas, en los encuentros, en el armado comunitario lo que Butler dice en sus libros. Los cuerpos te enseñan, y de ahí llegan al nombre de la filósofa importante. 

Tiempo presente

El libro da cuenta de otro milagro., con perdón de la referencia mística. Digamos que advierte también sobre un fenómeno casi sobrenatural: se han dislocado las edades de quienes componen esta masa insurgente. Las pioneras se vuelven jóvenes. La potencia de la lucha las hace bailar, bancarse vigilias, recuperar años mozos. Y las más chicas pelan una madurez, una claridad de discurso que se suponía exclusividad de la madurez. Este sujeto político pertubador, que goza en las marchas, que inventa rimas y decora la lucha con pelucas de colores y exceso de glitter encuentra en el pensamiento de María Pía su arraigo histórico. Así es que esta algarabía, estas mujeres que muestran las tetas resulta tan erosiva de un orden como la imagen plebeya de  las patas en la fuente de un pueblo que empieza a tomar las calles para . La figura las Madres de Plaza de Mayo regresa en la socialización del duelo. “En lugar de llorar solas y clamar por castigo intentamos volverlo común y público, sacar el femicidio de la lógica individualista y carcelaria de la seguridad”.“Basta, una palabra que aterra y convoca, que nos junta, que nos reúne en un grito común. Palabra que se encarna, que pone el cuerpo rígido y en estado de pelea, lo pone memorioso y de en esa rememoración.”

Tengo 9 años.no me interesa leer prácticamente nada, ni los tomos de las enciclopedias obligatorias, ni la divulgación psicoanalítica con la que mi madre, años 70, se apronta para sus obligaciones de esposa, mujer moderna y madre. Mucho menos me importan las (más de veinte) novelas de Silvina Bullrich, la escritora de “Cuentos inmorales”,¡divorciada!, con apellido de prosapia aún no mancillada por dos funcionarios del PRO y cuyos libros la gente como uno se llevan a la playa cada verano como una rutina vital equivalente a la de cargar ahora el frasco de protector solar. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en “Mañana digo basta” cuando percibo la sumisión de la señora encargada de limpiar nuestra casa y cuidar a las niñas, el silencio de mi madre ante ciertas injusticias, la sospecha hacia alguna tía que no se calla... La contratapa con su correspondiente sinopsis confirma el efecto que buscan esas tres palabras: es la historia de una mujer de 49 años que fantasea con la autonomía a partir de su reciente viudez, piensa en la aventura de vivir sola por y para sí misma, la construcción a pulmón de un cuarto propio, que en su momento fue simplificado como “la obsesión de Bullrich con el tema del dinero”. Recién y gracias a este libro de María Pía López, ahora conecto la imagen de aquella escritora ninguneada por best seller con la que quien además era la traductora de Simone de Beauvoir. Recién ahora la releo (ver, por ejemplo, el cuento “La abnegación” que está online) en clave de compañera, sorora a la distancia y feminista que desde aquella biblioteca me legaba una incomodidad y un empujón: “Nena, no seas gila, vos no esperes a mañana.” ¿Será que el mañana llegó? ¿O que estamos pudiendo regresar y habitar con otros ojos aquel pasado de las promesas? Ahora que sí nos vemos, entre la promesa y el combate, este presente recién empieza.