No solo de series y películas se nutre el voluminoso catálogo de Netflix. Con el norte apuntado a seguir ampliando su espectro de público alrededor del mundo –ya suma más de 140 millones de usuarios y espera llegar a los 200 millones en 2021–, el gigante del streaming pone toda la carne al asador para conquistar a los fanáticos de los fierros. Y pocos cortes más tiernos y jugosos que la Fórmula 1. La categoría máxima del automovilismo es el centro del documental F1: Drive to Survive, cuyos diez episodios están disponibles desde el 8 de marzo y visibilizan el inicio formal de una alianza estratégica entre Netflix y la empresa norteamericana Liberty Media –dueña de la F1 desde 2017–, para la creación y distribución de contenidos audiovisuales alrededor de este deporte. Incluso a fines de 2017 se rumoreó que las carreras podrían transmitirse en directo a través de la plataforma, algo que por ahora quedó descartado debido a los múltiples contratos televisivos vigentes.

Liberty desembarcó en la F1 con la promesa de revolucionar una categoría rezagada en materia comunicacional luego de los casi 40 años en el poder de Bernie Ecclestone, ese Julio Grondona en clave británica y fierrera que desde fines de los ‘70 hizo y deshizo negocios con los derechos comerciales a su antojo. Con los ratings de las transmisiones en baja constante, los estadounidenses –que si hay algo que saben hacer es convertir los deportes en shows– pusieron la mira en las audiencias más jóvenes mejorando notablemente su actividad en las redes sociales a través de materiales interactivos, y generando videos exclusivos para el canal oficial de Youtube. Luego apostaron por eventos promocionales gratuitos que le permitieran ganar minutos de aire y difusión gratuita, como por ejemplo las multitudinarias exhibiciones de los monoplazas en las calles de Londres y México en los días previos a los Grandes Premios de esas ciudades.

Y ahora llega el turno de este documental pensado para neófitos en la materia (se explica desde qué es la clasificación hasta la dinámica de las carreras) que muestra tanto los preparativos de ocho de los diez equipos que participaron en las 21 competencias de la última temporada, como las historias de vida y cotidianidad de algunos pilotos y jefes de equipo. Los elegidos para llevarlo adelante fueron Paul Martin y James Gay-Rees, dupla que ya había incursionado en la Fórmula 1 produciendo Senna, aquel muy bien documental (también disponible en Netflix) hecho íntegramente con material de archivo, en su mayoría inédito, que focalizaba su atención menos en la acción en pista que en el carácter plebeyo y contestatario del piloto brasileño, y en su relación con un entorno dominado por la lógica del negocio.

Pero en Drive to Survive no están los grandes nombres de la actualidad. Sucede que ni siquiera la presión de Liberty fue suficiente para que Ferrari y Mercedes accedieran a mostrar el detrás de escena de sus trabajos. La ausencia es notoria, en tanto hablar de Fórmula 1 es hablar de la rivalidad que han sostenido los monoplazas rojos y plateados durante el último lustro. Martin afirmó al sitio británico The Telegraph que ambas escuderías quisieron imponer sus propias condiciones, a la hora de permitir el ingreso de las cámaras, algo que no hicieron las ocho restantes, por lo que rechazaron la oferta y se las arreglaron con lo que tenían a mano. La consecuencia de esta decisión es que la disputa del campeonato entre Sebastian Vettel y Lewis Hamilton no sólo queda alejada del centro del relato, sino que prácticamente no existe en el universo del documental.

En su lugar aparecen Red Bull y las escuadras más débiles, aquéllas que pelean del sexto puesto para atrás. El primer episodio coincide con la carrera inaugural del último campeonato. Aquel fin de semana en Australia es recordado por la buena performance de los Haas en las pruebas clasificatorias y el posterior desastre ocurrido en carrera, cuando los dos autos debieron abandonar en vueltas consecutivas luego de salir de boxes con un neumático mal ajustado. Una situación que le permite a Drive to Survive exhibir sus mejores cartas, ya que la cámara opera como una mosca en la pared que capta hasta el más mínimo detalle dentro del garaje sin entrometerse en la acción, contrastando así la algarabía de las celebraciones del sábado con la sensación de fracaso y la intimidad de los retos al responsable del error del domingo. Un auténtico hallazgo es la comunicación telefónica en la que el jefe de equipo, el alemán Guenther Steiner, le rinde cuentas al dueño de Haas como cualquier empleado a su superior. Imposible pensar en alguna puesta en escena. La autenticidad del momento genera una cercanía entre el espectador y los mecánicos e ingenieros. También le quita bronce a un trabajo que, más allá de sus indudables beneficios y la cantidad de ceros del sueldo, implica el cumplimiento de objetivos concretos bajo una presión enorme: la Fórmula 1 no es un circo, es una picadora de carne.

Otro que no la pasa bien es Daniel Ricciardo. Al australiano se le dedica un episodio titulado “Resurrección”, en el que se muestran sus vivencias durante el Gran Premio de Mónaco, donde dos años antes el equipo Red Bull lo había privado de una victoria segura cometiendo un error garrafal en los boxes. La revancha, se sabe, llegó en 2018, pero la alegría no duró demasiado. Lentamente fue perdiendo espacio frente a un Max Verstappen mucho más veloz y mimado por la escudería, y terminó haciendo las valijas para emigrar a Renault. El jefe de equipo de la marca del rombo, Cyril Abiteboul, sostiene durante varios capítulos un enfrentamiento directo con Christian Horner, su colega de Red Bull. Entre ellos la batalla no es en la pista, sino en las conferencias de prensa y a través de miradas cruzadas en el paddock, una tensión que irá creciendo a medida que los autos de la bebida energizante estén más cerca de cambiar los motores Renault por los Honda.

Porque las rivalidades están a la orden del día en Drive to Survive, incluso entre compañeros de equipo. Ver sino el episodio dedicado a Force India, que en plena temporada, y a pesar de los buenos resultados, estuvo a punto de desaparecer. Si no lo hizo fue por la aparición de un grupo de inversionistas encabezado por Lawrence Stroll, el multimillonario empresario canadiense y padre de Lance, quien penó en 2018 con un Williams que, igual que el de este año, no andaba ni en reversa. Era un secreto a voces que Stroll Jr. formaría parte de la flamante escudería del padre en 2019, por lo que Sergio Pérez o Esteban Ocon debían dejar su butaca. En la Fórmula 1 la billetera no mata galanes pero sí talento, y el mexicano, que cuenta con el apoyo de otro millonario como su compatriota Carlos Slim, terminó quedándose con la única plaza disponible. 

Fue justamente Pérez uno de las voces que opinó sobre el documental. Visiblemente enojado por la bonhomía con la que es pintado su ex compañero de equipo, quien ahora es piloto de reserva de Mercedes, el oriundo de Guadalajara dijo en su canal de Youtube que, si bien es bueno para los aficionados, “se dijeron muchas mentiras, no solo mías”. “No mostraron las situaciones tal como fueron. Entiendo que es el drama que tienen que crear, pero me no me dejó un buen sabor cómo me dejaron parado”, agregó. Tampoco se mostró muy satisfecho el mencionado Abiteboul: “No me gustó todo lo que vi, así que es importante tener en cuenta que, aunque no haya guion, es un poco de ficción”. Entre el intento de capturar la esencia del deporte y el dramatismo adosado en la sala de edición, Drive to Survive podrá no dejar contentos a los que participaron, pero sirve para ponerle pimienta a una categoría que quiere dejar atrás su aura inmaculada para embarrarse en los sentimientos mundanos del común de los mortales.